1. Los Dragones

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Comenzó a escribir con su bolígrafo en el folio en blanco.

"Fundamentos del dibujo técnico. Formas y estructuras."

Suspiró y se repantingó en su asiento, aburrido. Dibujo técnico era de las asignaturas que menos le gustaban de aquel grado en arquitectura.

Había estado asistiendo todos los dias a clase, pero aquel en específico era en el que menos personas habían ido.

Le gustaba la penúltima fila. Desde allí podía ver con una gran perspectiva aquella aula magistral universitaria. Muchos asientos vacíos, pocos alumnos, una pizarra gris larga como la pared del fondo y un profesor.

Un profesor al que debía atender, por el bien de sus futuros exámenes. Era un hombre de mediana edad que aparentaba el doble, con el pelo gris y engominado hacia atrás, arrugas y vestido con una americana. Ya había empezado a hablar y a dibujar sus figuras geométricas en la pizarra, pero esos terribles pensamientos azarosos intervenían en Mateu Oliver una y otra vez, aislándole de todo.

Si se ponía a pensarlo bien, resultaba de locos que estuviera estudiando. Estudiando en una universidad, en una ciudad con más de cien habitantes.

En un país en el que no había ventiscas y que nadie había abandonado.

Barcelona. Su mediterránea España. Sol...

¿Paz? Por lo menos una paz intermedia, sin guerra y sin muerte.

El destino había querido que pasase de sobrevivir medio muerto entre ventiscas, complots de fantasía, mentiras, el ejército, sangre, balas... a estar sentado allí. Estudiando en una universidad como una persona normal, escuchando a su profesor, y aburriéndose como una persona normal.

Pero de entre todas las formas posibles de calificar su pasado, el último adjetivo que podía poner sobre la mesa era "normal".

Una persona entró a la clase. Era un chico algo más mayor que él, con bastante barba, pero bien cuidada, lo que le recordó tristemente a lo mal que se la cuidaba Irak. Un par de punzadas dolorosas recorrieron su pecho al hacerlo.

Le conocía de vista: en más de una ocasión se le había quedado mirando como en aquel momento.

Fue a sentarse directamente con sus amigos, en la segunda fila, que también le solían mirar bastante.

No era ningún secreto que el caso Sagres aumentaba su repercusión mediática poco a poco, entre la gente que menos estaba metida en el asunto. Y su propia figura pública también cobraba relevancia con ello. Sus bufonerías polémicas del pasado creadas para amedrentar a sus competidores estaban saliendo a la luz en el presente, tanto en la prensa como en la televisión, internet...

Claro, la gente tiene interés en uno de los pocos representantes españoles del caso. Y además, no sólo eso, si no que es el más joven, el más odiado y el más polémico. Si esto seguía así la gente no tardaría en pararle por la calle para pedirle autógrafos.

En otro tiempo incluso le hubiera agradado. Pero habían cosas muy por encima de lo que quería él, y se sentía muy orgulloso por ello.

Despertó de su estado absorto con una terrible pereza, y se dispuso a tomar apuntes y a atender.

El profesor dio por terminada la clase una hora después. Matt cogió su mochila y salió del aula.

Si bien era cierto que estaba estudiando como una persona normal en una universidad, no dejaba de tener que lidiar con ciertos temas de su pasado, como el congreso.

Estaba en un segundo piso, por lo que bajó las escaleras de aquel edificio, de una estructura tan moderna y metalizada. Las formas de las cristaleras, las paredes y los techos jugaban con la geometría milimétrica y las formas onduladas y psicodélicas, con el blanco como color predominante.

Sagres III: El Cuarto AlquimistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora