ONCE

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Una semana más tarde, Piers le propuso matri­monio otra vez y, esa vez, Tess aceptó sin dudar un momento, después de que Piers le demos­trase de mil maneras diferentes que todo lo que le ha­bía dicho era verdad.

A la hora del almuerzo, al día siguiente, fueron a un joyero exclusivo para elegir un anillo.

—¿Qué te parece éste? —Piers había escogido un so­litario engarzado en oro.

Tess negó con la cabeza.

—Es demasiado grande, lo andaría metiendo en to­das partes. Me gustaría un anillo que pudiera llevar siempre cómodamente.

—¿Qué te parece un zafiro, para que haga juego con tus ojos?

—Mmm... Sí, me gustan los zafiros —y extendió su mano pálida—. Un zafiro puede darle algo de color a mi piel.

—Tu pelo y tus ojos, Tess, y esos deliciosos labios, ya te dan color, todo el que te hace falta —Piers acarició sus rizos suavemente.

Ella se sentía feliz.

Los últimos días habían borrado todo el dolor de las semanas anteriores, como si jamás hubieran existido. Y cada día, aunque no tuvieran más tiempo que el de lahora del almuerzo, le deparaba más descubrimientos, revelándole cosas nuevas sobre Piers, dignas de admi­ración y orgullo.

—Me gusta éste —Tess levantó un zafiro cuadrado, tan brillante como sus ojos, rodeado de un nido de di­minutos diamantes.

—Es ideal para ti. Hermoso... y de buen gusto. Y tiene un anillo de bodas haciendo juego. Mira... Dé­jame que te lo pruebe.

¡Le quedaba perfecto! Ella tembló de emoción, al pensar en el día de su boda, cuando se pusiera la alianza junto al solitario.

—No me gustaría casarme sin la bendición de tus pa­dres, Piers —le dijo.

—No hay problema —le dijo él, sin darle importan­cia—. He hablado con Jules esta mañana nuevamente. Está en Akama. Le he dicho que te iba a pedir que te casaras conmigo por segunda vez. Que te amaba y que seguiría preguntándotelo hasta que me dijeras que sí. Él lo acepta, Tess. No se opondrá.

—Lo acepta, pero no le hace feliz —murmuró Tess con tristeza.

Al fin y al cabo, iba a ser su suegro, lo más parecido a un padre que ella había tenido. Y nunca se alegraría de tenerla como hija. Seguramente, Julius esperaba que ellos rompieran antes de que llegase el momento de la boda. Y haría todo lo posible para que así fuera. Para que Serena, mucho más aceptable para él, pudiera ca­zar a Piers.

—Si no estuviera de acuerdo, mi amor, no me ofrece­ría el Mistique para que hiciéramos la ceremonia de compromiso.

—¿Te lo ha ofrecido? —dijo Tess entusiasmada—. Pero él no estará allí, ¿verdad?

Ella sabía que Piers se había enfrentado a Julius por el modo en que había tratado a Tess, al ofrecerle dinero para que desapareciera. Julius, según Piers, se había defendido diciendo que había sido una prueba tanto para Piers como para ella. Y no había demostrado nin­gún tipo de arrepentimiento o intención de disculparse.

Habían terminado la discusión no muy civilizada­mente, y no habían vuelto a hablar hasta esa mañana.

—Por supuesto que va a estar allí —le aseguró Piers—. Y Dee también. Él va a ir a buscarla especialmente en su avión particular a la isla.

—¿Sí? —no podía creerlo—. ¿En un momento como éste, en que tu tía está tan cerca de...

—Mira, tía Camille puede seguir así días, incluso se­manas. Ella comprende que la vida tiene que seguir. Tiene a su enfermera permanentemente con ella. Y mi madre volverá al día siguiente.

Donde el corazón te lleveWhere stories live. Discover now