NUEVE

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Cuando bajó a desayunar, Piers ya estaba allí. Evelyn, de pie, sirvía el té a Dee y Julius. Sintió que todos los ojos se volvían hacia ella. Caminó hacia la mesa insegura, con cierto senti­miento de culpa. Esperaba que toda señal de la noche anterior hubiera desaparecido de su cara. Se había la­vado la cabeza, que después de estar con Piers había quedado húmedo de transpiración... Pero no quería recordar.

—Buenos días —dijo tan animada como pudo.

—Buenos dias, Tess —contestó Piers con un tono algo jocoso. Sus ojos se cruzaron por encima de la mesa.

—Espero que hayas dormido bien, Tess —sonrió Dee con franqueza.

Ella se alegró de que alguien la saludara así.

—Sí, muy bien, gracias.

Y no se extrañó de que el único saludo de Julius fuera un gruñido, antes de dirigirse a Piers.

—Tía Camille dice que ya está lista para que vayas cuando termines el desayuno, hijo. Parece que esta se­mana se siente un poco mejor, y seguramente agrade­cerá un poco de conversación, me ha dicho.

Piers miró a Tess.

—Entonces, Tess puede...

—¡No! —exclamó Julius—. Tu tía está muy débil, y se­ría demasiado esfuerzo para ella conocer a alguien. Ve a verla solo... y quédate un rato con ella. Tu tía te quiere mucho, ya lo sabes...

—Nosotros cuidaremos de Tess —le aseguró Dee—. Tess, seguramente, te gustará conocer el jardín de la casa de Camille, del que yo me encargo ahora, por su­puesto —miró a través de la ventana—. La lluvia ha pa­rado, por suerte. Otro día de calor, seguramente.

En el momento en que Dee dijo eso, el sol brillaba entre las nubes, iluminando la mesa, y los rizos de Tess.

—¡Qué pelo tan bonito tienes! —dijo Dee—. No se ve muy a menudo ese color de pelo. No lo creerías, pero... —y en ese momento, bajó el tono como conspi­rando con Tess—. Julius tenía el pelo pelirrojo hace mucho. Antes de que se llenara de canas. Sus ojos eran más azules también, pero han perdido fuerza y brillo, como nos pasa a todos con el tiempo —dijo sus­pirando.

Tess se quedó helada.

¿Julius había tenido el pelo pelirrojo? ¿Y ojos azu­les más profundos?

Por supuesto, con su esposa en la habitación, no querría que ella hiciera ningún comentario.

Ella bajó la mirada.

Julius estaba hablando de otro tema, discutiendo un asunto de negocios con Piers.

Tess tomó el desayuno en silencio, le temblaban las manos. Estaba atontada, afectada por el modo en que se había entregado a Piers la noche anterior.

¿Qué había hecho? Había estado tan segura de queno era su padre que se había atrevido a implicarse en una relación con Piers.

—Iré a ver a tía Camille ahora mismo —dijo Piers, le­vantándose.

Ella lo miró y le sonrió.

Julius se levantó también. Y pareció no poder man­tenerse de pie.

—¿Estás bien, querido? —le preguntó Dee rápida­mente—. Por supuesto que estoy bien —se quejó—. Es normal que uno esté un poco molesto después de una operación —entonces miró a Tess, y le dijo abrupta­mente—: Quiero verte en mi estudio. Puedes venir con­migo ahora —miró a Dee—. Pon el contestador automá­tico ¿Quieres? ¡No quiero que me molesten!

Dee pareció alarmada, pero ella conocía bien a su marido, y sabía que era mejor no discutir con él.

Asintió y se levantó de la mesa para ayudar a Evelyn a recogerla.

Donde el corazón te lleveWhere stories live. Discover now