UNO

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Delia y Julius Branson

invitan a Andrew Carstairs y amiga

a reunirse con ellos a bordo de Mistique

en el Día de Australia, 26 de enero.

Disfrutad de la Regata del Puerto

y de los Juegos artificiales al anochecer.

La comida y la cena se servirán a bordo.

Nos reuniremos en Man O'War, Banuelong Point

a las 9 a.m. en punto.

El desembarco será a la medianoche

Ropa: sport elegante

Tess se incorporó completamente sorprendida ante la invitación que Andrew acababa de dejar sobre la mesa frente a ella.

«¿Julius Branson?», pensó ella. ¿Sería el famoso Ju­lius Branson de los medios de comunicación?

—¡Ah! ¡Por fin una reacción! —Andrew se frotó las manos con satisfacción—. ¿Pensabas que bromeaba cuando te he dicho que iba a hacer un crucero con uno de los hombres más ricos de Australia, no es así?

—Mmm... —contestó Tess, impresionada por el golpe de suerte que Andrew le ofrecía.

¡Una invitación de Julius Branson! Era la oportunidad que había estado esperando desde hacía mucho tiempo. La oportunidad de poder ver al esquivo mag­nate de la prensa cara a cara.

¡Y pensar que casi no había mirado la invitación de Andrew y que había estado a punto de no molestarse siquiera en leerla!

Había estado presumiendo durante toda la cena. Y luego, le había mostrado la invitación de lejos, pasán­dola delante de sus ojos sin permitirle alcanzarla, hasta que, por fin, le había sido posible cazarla. A Andrew le divertían esos juegos tontos y fastidiosos. Y ella no es­taba de humor para seguirle la broma, simplemente. Ni siquiera había querido ir a ese restaurante en el que se encontraban.

Como siempre, Andrew la había mirado con mala cara ante su elección de un restaurante tranquilo en Sydney Norte, y había insistido en ir a lo que se supo­nía uno de los restaurantes más ostentosos de Sydney. La imagen le importaba mucho a Andrew, y para él era muy importante dejarse ver en el restaurante adecuado. Tanto como elegir el vino adecuado. La elección de esa noche había sido ostentosa también.

Desde el mismo instante en que se habían sentado a la mesa, Tess había presentido que Andrew estaba an­sioso por decirle algo. Pero no se había imaginado nunca lo que le iba a contestar a la pregunta:

—¿Como te gustaría que celebrásemos el Día de Australia en el Puerto de Sydney?

Él le había contestado que en un lujoso yate.

—¿De quién es el barco? —había preguntado ella con cautela.

Casi todas las amistades de Andrew le parecían es­nobs y un poco insustanciales. Gente a la que sólo le interesaba hacer dinero y codearse con otros que les fueran útiles en algún momento.

—¿Es uno de tus amigos abogados? ¿O uno de tus poderosos clientes?

Fuese quien fuese, era seguro que se trataba de al­guien que podía servirle en su carrera, o cuya compa­ñía podría darle prestigio. Andrew no gastaba su tiempo con perdedores.

Andrew era un hombre muy ambicioso; agresivo, dispuesto a llegar alto en el mundo de la abogacía. Un hombre al que le gustaba mezclarse con gente de su ta­lante, especialmente si estos lo ayudaban a trepar en su carrera. No le parecía mal que un hombre fuera ambi­cioso. Ella también era ambiciosa. Incluso lo que les ha­bía unido al principio había sido la dedicación a sus res­pectivas carreras. Pero, últimamente, se preguntaba si Andrew y ella seguían teniendo los mismos objetivos en la vida. Los de Andrew, en los últimos tiempos, pa­recían ser materiales solamente: poder, éxito, dinero. En cambio, ella siempre había sido más idealista.

Donde el corazón te lleveWhere stories live. Discover now