III: OUR DESTINY (Parte II)

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―Ella... para mí nada ha cambiado ―aseguró Jake con más dulzor del que me esperaba―. Me gustaría que las cosas volviesen a ser como eran antes...

―Si sigues con esa filosofía, estamos destinados al fracaso ―devolvió ella, sin deshacer el nudo de sus brazos―. Hay que aceptar el cambio de las cosas. Las cosas tienen que evolucionar, Jake.

―¡Yo soy el primero que quiere que vayan a mejor!

―Entonces será mejor que le pongamos una solución, ¿no crees? ―añadió Ella, alzando la voz a modo de defensa. Una táctica que ya le había visto utilizar más de una vez cuando la acorralaban contra las cuerdas―. No conseguiremos nada escondiendo todo esto debajo de la alfombra...

Creo que nunca había visto la rabia y la impotencia tan marcadas en Ella, desde luego no como en aquel momento. Casi podía contemplar a sus dos mitades, peleándose la una contra la otra, decidiendo quién de las dos debía ganar la batalla; si el diablo del amor propio, o el trasgo de la compasión. Si al menos hubiera sabido a qué se debía el combate...

―Lo cierto es que... ―murmuró Jake tras un silencio, tanteando las arenas movedizas con el pie―, sí que se me había ocurrido una posible solución...

Pude ver a través del reflejo del cristal cómo Jake se despegaba de la baranda, acercándose a Ella para poder cogerla de las manos aunque, por la posición que adoptó su cuello, no le hacía demasiada gracia este acercamiento.

―U otra posible gilipollez―aseguró con cierto tono de burla.

A lo que el otro Andy aprovechó para lanzarme una mirada de la que no pude escapar, murmurando "me encanta esta chica." Sólo pude responder rodando los ojos, tratando de no perderme la escena. Mucho menos de complacer su búsqueda de atención.

―Ella, sabes que moriría por ti...

―Siempre es más fácil decir las cosas... ―gruñó como respuesta―. Jurar es una cosa muy fea.

―Sé que últimamente no lo digo tanto como debería, pero es cierto... Te quiero, Ella... Pase lo que pase.

―El melodrama nunca fue tu fuerte... pero sigue.

Una sonrisa cruzó los rostros de los dos idiotas presentes. O sea, el Doliente y yo. Aunque duró poco, justo hasta que Jake decidió abrir la boca.

―Cásate conmigo.

Ella, ahuyentando a todo brillo conseguido, se soltó de su agarre en un retortijón, y mientras yo me di un manotazo en la cara, murmurando incrédula lo estúpida que había sido esa jugada.

―¿Es esa tu gran solución? ―le reprochó entonces la Salvaje―. ¿Es que no te das cuenta, Jake?

―De lo que me he dado cuenta es de que no estoy dispuesto a dejar que un problema nos supere ―reaccionó Jake, lamentando no haber tomado su decisión de comprar un anillo. Quizá hubiese sido más efectivo.

―¡Es precisamente ese el problema!¡No lo otro!... No es sólo... No podemos hacer como si... Bah, ¿para qué intentarlo? No lo entenderías ni aunque te lo explicase...

Al instante, escuché los tacones de las botas de Ella aproximándose hacia nosotros, y fue mi instinto quien me empujó contra el marco de la ventana, contra el que me pegué hasta fundirme con la pared. Por suerte, quizá porque las luces no estaban dadas, o por el cabreo que llevaba Ella encima, no se percató de mi presencia. Suspiré al mismo tiempo que lo hizo Jake, todavía en el balcón. Miré al otro Andy con cierta consternación, sin saber si era mi deber intervenir o no. Por algún motivo, había querido que viera la escena, si no, no me hubiera avisado de ello. Aunque quizá sólo quería algo de compañía con quien regodearse del suceso.

REBELDES: El Valle de los PariasWhere stories live. Discover now