1.Siempre podremos vernos a la lejanía

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El anhelo de arrebatarla de los brazos de aquel chico lo consumía, lo envolvía en desesperación y locura, ella presumía su belleza sin intensión alguna de llamar la atención, pero su apariencia hacia que todos fijarán su mirada en ella

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El anhelo de arrebatarla de los brazos de aquel chico lo consumía, lo envolvía en desesperación y locura, ella presumía su belleza sin intensión alguna de llamar la atención, pero su apariencia hacia que todos fijarán su mirada en ella. La reunión disimulaba la atenta mirada del chico, puesto que, muchos observaban a esos dos bailando con cierta alegría.

"—Calmate. —" se repetía en su mente, no quería que nadie pensara mal de él, mucho menos estando el alcalde del pueblo, quien para su infortunio había traído a su hijo,  quien en estos momentos bailaba con ella. Si actuaba, muchos pensarían que solo son celos de hermano mayor o de amigo. Verla feliz con esa persona solo hacia que su sangre hirviera y quisiera besar la en ese momento para demostrarle a quien le pertenecía. ¿Pertenecer?, eso era erróneo ambos no son nada, podrían estar con cualquiera y eso pese a ser razón de celos era algo con lo que no se podía interferir. Miro la puerta, esa era la única forma en la que podría huir de esa situación, puede que no sea la mejor idea pero ya no podía aguantar. La amaba, sabe que irse seria muy cobarde, supone debe luchar por el amor de ella, pero delatar sus sentimientos lo pondría en una vergonzosa situación. Comenzó a dirigirse a la puerta.

—¿A donde vas? —pregunto su madre —. Sabes, seria muy irrespetuoso irte de ese modo en presencia del alcalde. —dictamino la mujer.

—Solo saldré a tomar aire. —dijo con un toque de molestia.

La mujer solo lo miro de forma des aprobatoria para volver su mirar al centro del lugar; estando afuera suspiro con tristeza, no era la primera vez que se sentía de ese modo. Verla de esa forma, alegre, desinteresada, sonriente y brillante le hacia feliz, siempre quiso que esa mirada y sonrisa fueran para él. Las pocas veces que interactuaban ella solo lo veía como a todos los demás, con esa mirada fría, perdida y sin alma. Pocas eran las veces que lograba ver ese pequeño brillo en sus ojos, reacción que era producida muy escasas veces por él, pero disfrutaba de eso cada que lo conseguía.

Su guitarra, su fiel arma que siempre lo a ayudado a capturar el corazón de aquella a que tanto anhelaba tener, siempre fue el pretexto de poder estar con ella. Desde pequeños se conocían, incluso mucho antes de que ella naciera, sin conocerla ya sentía quererla. Era su persona favorita y siempre quería estar con ella para pasarla bien. Puede que las actividades que ella propusiera no fueran las más extravagantes, pero disfrutaba de su compañía, incluso si no hacían nada y solo se quedaban en silencio.

Ella producía tantas cosas en su interior, las sonrisas tontas de enamorado, los sueños de los que no querría despertar y las metafóricas mariposas en el estomago, surgían solo por ella. Nunca busco impresionarla, por que sabe que sin necesidad de eso ya captaba su atención. Dio un suspiro de amor, ella la persona que se cruzo en su camino y que ahora es dueña de su mente, era la única que lograba esas reacciones. 

—Noah —le llamaron—. Amor ¿que haces aquí? —pregunto dulcemente  mientras se acercaba al muchacho.

—Necesitaba tomar algo de aire, estar con tanta gente me asfixiaba — explicó su ausencia.

La chica lo abrazo por detrás juntando sus cuerpos eliminando cualquier espacio entre ellos, él no puso resistencia ante aquel acto, al contrario recibió ese abrazo gratamente y con una sonrisa. Sentirla junto a él le confortaba, aunque solo sintiera una atracción física, ella sabia como hacerlo sentir bien.

Estuvieron un rato en aquella posición, no era algo que incomodara a ninguno de los dos, la compañía de la chica confortaba su corazón maltratado por aquel anhelo prohibido; en cuanto a ella,  disfrutaba de la calidez y paz que desprendía la fachada de chico. En el interior del lugar una mujer miraba la escena con tranquilidad,  orgullosa de que su hijo tuviera a alguien que no fuera aquella chica,  que minutos antes bailaba con el futuro alcalde.

Por su parte aquella chica, buscaba con la mirada al joven rubio que la había estado observando atentamente durante el baile. No era como si estuviera ansiosa por estar con él, solo quería apaciguar el fuego del odio que se había formado por razón del heredero.

—Ramona —llamo a la criada —. Ramona ¿sabes donde está Noah?

—Mis disculpas señorita, pero desconozco el paradero del joven.

Sus ojos, las puertas a su alma mostraban el reflejo de la tristeza,  la desilusión de no encontrar a aquel chico; Ramona suavemente poso su mano en la mejilla ajena,  indicándole a la muchacha que no se preocupara, pese a no conocer el secreto, era más que consiente del afecto mutuo entre ambos familiares. 

Con melancolía abandonó el salón,  yendo hacia los baños, donde por lo menos —si es que no había nadie — podría disfrutar de la calma; para su suerte el lugar estaba desierto,  cerró con llave la puerta y suspiró,  finalmente podría dejar su mascara aun lado y respirar con tranquilidad. Sentada en la encimera de mármol dejo descansar su tan vacío cuerpo, la mirada divertida y alegre había sido reemplazada por una sin vida,  aburrida y cansada; su rostro no era más que una absurda expresión de nada, nula y sin emoción, agregando las innumerables imperfecciones que la pubertad había dejado. Ese rostro era el reflejo de lo que era: descuidada,  torpe y vaga; rostro que solo era hermoso para alguien, y ese era él. Con su vibrante sonrisa, ojos como chocolate y cabellos como el oro,  habían cautivado el tan dañado ser de ella; no era alguien especial,  solo otra adolescente joven sin ningún rasgo que la hiciera resaltar, pero con la única suerte de llamar la atención de uno de los chicos más codiciados del pueblo. Su primo.

(...)

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