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La ciudad nunca duerme y es verdad, lo sé porque me he vuelto parte de ella, pero Karma no. Él sigue siendo parte de ese mundo en el que con el tiempo las cosas sucederán, que los castigos y milagros con el tiempo se darán a conocer... yo tengo mucho miedo a eso.

Me incorporo hasta quedar sostenida con mis manos en el colchón, observo la vista que con dinero hemos logrado conseguir y bajo la mirada a Karma, él sigue dormido. Su respiración es acompasada, tranquila, pero su ceño muestra dolor. Sigue haciéndolo después de tantos años y vidas, está buscando la forma de poder salir de este maldito círculo vicioso.

Ahora que vivimos juntos, no creo que sea fácil. Saliendo de la universidad, dimos por pública una relación falsa que ya todos anhelaban, por lo tanto fue aceptada en su totalidad.

Ya tengo veintiocho años, es lo más vieja que he sido en mi vida. Sonrío y acaricio el rostro de Karma, quien se remueve bajo mi toque. Algo tuvo que haber hecho muy bien para que estemos viviendo más tiempo del estimado, porque a los veinticinco es a lo máximo que hemos llegado, sin embargo ahora él tiene treinta años.

Sus suaves facciones se han ido, ahora son masculinas y atractivas de una forma brusca. Su barba, anchos hombros y fuertes músculos, aunque eso no es lo que hace que medio mundo quiera estar a su lado. Es su capacidad de comprender el dolor, de saber que estás mal o bien. Porque encontrara una forma de ayudar, sin embargo será justo.

— ¿Karma? – susurro su nombre, inclinándome para besarle la comisura de los labios. Mejor así antes que despierte. – Buenos días.

— No, aún no.

— Sí, ya. – le veo girarse, dándome la espalda. – ¿No dormiste bien?

— No del todo.

— ¿Por qué?

— Porque estaba nervioso, eso es todo.

— ¿Nervioso? – ladeo la cabeza. – ¿Por qué, qué paso?

— ¿Sabes qué día es hoy?

— Lunes. – se ríe bajo, antes de volverse y volver a verme. – ¿Qué? Sí es lunes, ¿no?

— Sí, lo es. – suspira. – Es nuestro primer día de trabajo.

La sangre abandona mi rostro y bajo su atenta mirada salgo de la cama a toda prisa, ¡¿cómo se ha podido olvidar?! Ya sabía yo que tenía algo muy importante el día de hoy y eso es que inicio mi trabajo como maestra en la antigua universidad que Karma y yo estuvimos; él también trabajara ahí como maestro de historia.

Hemos conseguido tanto en esta vida qué no quiero que acabe, no quiero ir a otro lugar lejos de esto.

Al acabar de bañarme salgo y entra Karma, le veo sobre el hombro: su desnudo cuerpo siempre es algo muy bueno para la vista, estoy segura que curaría la ceguera de cualquier mujer y eso me molesta. Ha sido mi amigo, novio, compañero, amante por muchas vidas, es obvio que tendré muchos celos cuando alguien se le acerca con intenciones sexuales.

Sacudo mi cabeza y voy a por lo que me pondré hoy: una falda negra que cubre hasta mis rodillas con una pequeña abertura en la parte trasera, mostrando un poco mis muslos; una blusa blanca con corte V y mangas ¾. Karma ha sido quien ha elegido esta ropa para mí, lo decidió hace una semana justificando que de esta forma los adolescentes no se fijarían tanto en mí como siempre pasaba. Eso es gracioso, si supiera cuantas tangas jóvenes él humedece, le daría un infarto.

Siempre tan correcto y recto mi bello acompañante.

— ¡Karma! – le grito, sujetando mi cabello en una coleta alta. – ¡Me voy primero! ¡¿De acuerdo?!

Cansados De Estar DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora