Capítulo 1

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Las mañanas en la ciudad son algo frías, pero el frío es más intenso en la sección Lakeside. Lakeside es un conjunto de casas que están cerca del Lago Miranda, para ser exactos, los habitantes que vivimos en esa zona podemos tardar dos minutos en caminar hacia el Lago. 
Dieron las siete de la mañana, mis ojos ya estaban abiertos pero el Sol aún no se presentaba por mi ventana.  Escuché un ruido extraño cerca de la cocina, me levanté lentamente de mi cama, cuidando de no hacer ruido para sorprender al ladrón. El frío pasaba por mis pies, era tan fuerte que me hacía temblar. Esta mañana era distinta, pues incluso el sonido que provocaba el lago, me era muy intenso.
Cada paso que daba, emitía un sonido más profundo. Con eco. Entonces mi mente comenzaba a sospechar lo mismo que yo, no hay nadie dentro de mi casa, soy yo, de nuevo.

—¿Tomaste la pastilla antes de dormir? —preguntó Ald.
Me asustó.
—Maldición, no hagas eso —contesté.
—Son las siete, no hay nadie en casa y hay una pastilla esperando por ti.

Entré al baño, abrí la vitrina y tomé una clorpromazina, una pastilla rosada que me ayuda a controlar las alucinaciones. Ahora el frío en mis pies ya no me provocaba temblar, el sonido del lago era muy normal, entonces todo volvió a ser normal, excepto por una única persona o imagen: Ald.
Ald es una alucinación y a la vez, un trauma, eso según las sabias palabras de mi doctora, Lisa Baker.
Hablar de Ald, es hablar de mi infancia. La esquizofrenia no nos hace malas personas, sin embargo, la sociedad en su mayoría cree que somos personas dementes, locas. Eso me pasaba cuando tenía once años, donde las alucinaciones iban empeorando y la diferencia entre la realidad y la alucinación no era notable. Sufrí mucho por parte de mis compañeros, en mi deseo de querer ser “normal” para una persona mínimo, surgió Ald. Aunque, él no era un niño de once años, parecía tener veinte años, pero siempre fue mi compañero, como un amigo imaginario.
Recuerdo que cuando era hora de salir a tomar un descanso, esperaba a que el salón estuviera totalmente vacío y así poder jugar tranquilamente con él. Pero los años pasaron, crecimos y seguimos creciendo, pero ese bastardo no envejece.

—¿Qué harás hoy? —preguntó Ald.
—Bueno, iré a desayunar con mis padres —contesté mientras me recostaba de nuevo en la cama —. ¿Y tú?

—Bueno, a mí no me da hambre ni esas cosas, así que espero poder escuchar la radio hoy mientras estoy a tu lado, Cass.
—¿Por qué no desapareciste hace años?
—Porque me necesitas. Solo por eso, amigo.
—Lisa dice que eres una creación combinada de las cualidades que conozco de mi madre y mi padre —le dije cerrando mis ojos para dormir.
No contestó.

Mi siesta había terminado. Al despertar miré el reloj y  marcaba las nueve de la mañana. El sol se asomaba por las cortinas de color blanco que adornaban mi ventana.
Caminé a la cocina en ropa interior, encendí la estufa y coloqué la tetera con agua. Caminé al baño, mojé mi cara y me miré en el espejo. Pensé en mí mismo, pues la gran barba que no afeite durante tres meses me hacía diferente, otra persona, otro yo. Pensé en cómo es que la cosa más insignificante que existe puede hacer de un hombre alguien diferente físicamente.  Realmente es como alterar la realidad y ese pensamiento llegó a mi cabeza.
Unté crema de afeitar y comencé a quitar toda la barba. Enjuagué mi cara y de nuevo me miré en el espejo.
Me dirigí de nuevo a la cocina, quité la tetera del fuego y preparé un café. El café no me sirve para despertar, tampoco para ganar sueño. Beber café para mí es una forma de darle sabor a las mañanas de Dridar, aunque también decido iniciar las mañanas con jugo de naranja o un licuado de fresa. En el sofá estaba sentado mi alucinación favorita, Ald.
Encendí la televisión y después de un rato buscando una programación genial, encontré un concierto que estaban transmitiendo en vivo. La música pop y pop rock son de mis géneros favoritos.

—Esa es buena música, viejo —dijo Ald sonriendo.
—¿Sabías que el sonido…?
— ¡Hey! —interrumpió —. No hagas eso.
— ¿Hacer qué? —pregunté confuso.
—Ponerte de intelectual a estas horas de la mañana.
Me reí.
— ¡Vamos, no puedo ser Cass si no inicio mis mañanas con un dato curioso!
—Te juro que me estas matando, Cass —dijo cubriéndose su rostro con ambas manos.
—Vale, no seré intelectual por, una sola hora.

Ald reposó su espalda en el descanso del sofá. Penetró su mirada en el techo y no parpadeaba, como de costumbre. Podía escuchar la música del concierto en la tv mientras una parte de mi atención se quedaba en Ald.
¿Cómo es que una alucinación se siente real?  Entiendo que las alucinaciones solo son proyecciones visuales o auditivas, o ambas, pero él era distinto. Su ojo derecho azul y su ojo izquierdo de café oscuro, casi negro. Su cabello alborotado de color castaño y esas marcas de color negro, pero no cualquier negro, un negro metálico, emitía su propia luz.
Respondiendo a la pregunta que hice hoy más temprano. Tal vez Ald sí era una combinación de mis pensamientos sobre mis padres, pero la razón por la cual sigue aquí, es porque él representa todo eso que quiero ser, él no necesita mi opinión para algo, por esa parte lo siento real, independiente. Tal vez él es la voz de un Cass que no tiene voz.
Deje la tv encendida y caminé hasta mi closet. Me vestí, arreglé mi cabello y coloqué mis gafas. Las gafas eran de mi hermano mayor, pero él se hizo todo un éxito, dejó la casa para hacerse de su propia vida. No, no dejó a papá y a mamá desamparados, pues mi hermano se hizo de un gran dinero y ahora mi familia vive como en un sueño. Eso nos lo enseñó nuestros padres, nunca ser egoístas y siempre mantener los pies en la Tierra aun cuando nuestras alas sean las más grandes.
Cargué mi cámara fotográfica. Tomé las llaves del auto y antes de salir de casa, miré a Ald. Su mirada seguía en el techo. Cerré la puerta de la casa y la aseguré. Subí a mi auto e inicié el viaje directo a la casa de mis padres.
Mis padres han vivido únicamente en dos casas durante toda su vida de casados. Su primer hogar es cuando mi hermano, Aciel Vendela, tenía tres años de edad. No sé nada al respecto, pues yo aún no existía, pero nuestro segundo hogar, y en donde actualmente mis padres habitan, se encuentra en un lugar llamado Mitzyn. Esta zona de Dridar, se encuentra a unas dos horas lejos de mí. Prácticamente estoy viajando hacia el otro lado del país.
Comenzaba a sentir el calor por los rayos del Sol, señal de que sería un día con cielo despejado, un día perfecto para mí.
Detuve el auto por un segundo. La luz roja del semáforo permitía el paso a los peatones. Pude ver a un niño llorando, pues al parecer, los autos le provocaban miedo. Su padre lo cargó en sus brazos, su madre le besó la frente y juntos, cruzaron la calle.
La luz cambió a verde, seguí mi camino.
Muchos pensarán que es ridículo, ¿no?, ¿cómo es que te da miedo un auto?
Bueno, siempre he pensado que el miedo es más grande que el individuo, a pesar de que te enfrentes muchas veces a ese miedo, nunca se irá. Podrás cruzar las calles cuando tengas treinta años, pero al ver a un auto, algo dentro de ti no estará en la luz roja o la luz verde, sino en la amarilla. Metafóricamente, la luz amarilla de la vida significa que aprendemos a vivir con miedo, más no a superarlo.

— ¿Filosofía de nuevo? —preguntó Ald repentinamente.
—La filosofía es más compleja que un  pensamiento.
—Pero para pensar algo que signifique algo para ti y lo expreses al mundo, también es complejo.
—Ald, ¿quieres escuchar un poema de Issabel Hansen? —dije tratando de evadir su comentario.

Él y yo tenemos los mismos gustos exactamente, pero, tenemos una muy distinta forma de que algo nos guste. Por ejemplo, a mí me gusta Issabel Hansen por los poemas con tanto sentir que escribe, pero a Ald le gusta porque las letras de sus poemas son únicos, es decir, nos gustan los mismos poemas de la misma poeta, pero se divide en dos ramas ahora: Issabel Hansen escribió un poema donde un chico con esquizofrenia le ve el lado sentimental a tal poema y Issabel Hansen escribió un poema donde una alucinación muy explícita le ve el lado coherente y único a la letra de tal poema.
Dejando atrás ese tema medio confuso. Debo decir que ella es la mujer más hermosa que he conocido, no la expresión de decir que es hermosa, no. Literalmente digo que es hermosa y única.
Estudiamos juntos en el colegio, ella tenía diez años y yo nueve. Recuerdo perfectamente sus ojos color miel, sus pecas tan definidas que dormían en toda su cara, como hojas de trigo en un campo dorado. Nunca fuimos los mejores amigos, pues yo era tan tímido. Podría parecer raro y esta vez sí estoy de acuerdo con eso, pero aunque desde pequeño yo ya usaba una cámara, nunca pude fotografiarla.
Antes de que Issabel cumpliera once años, se mudó a Madrid, España. Recuerdo que dos semanas antes de que ella se fuera, me invitó a su fiesta de despedida, justo en su casa. Nuestras casas no estaban tan distanciadas, así que yo fui el último niño que salió de su fiesta.
Recuerdo que ahí, al anochecer, ella me tomó la mano y salimos corriendo al pequeño jardín de césped sintético que estaba en la planta alta de su casa. Apagó las luces decorativas, colocó unas almohadas y una manta que daba calor en el césped, nos acostamos y ella en sus manos cargaba una libreta.
Entonces su atención estaba en una parte, en el espacio. Mi atención estaba en ella. Ya era un hecho, me había flechado desde entonces pero éramos muy pequeños para saberlo. Mientras ella hablaba de estrellas, planetas y nubes moleculares, mi mente tenía dos voces que me decían lo hermosa e inteligente que era ella. Su mamá subió con nosotros para avisarme que mis padres me buscaban. Teníamos que despedirnos, su mamá nos tomó una fotografía y me la regaló.

Cass, que nadie niegue lo perfecto que puedes ser. Dibújale a la vida todas esas imágenes que hay en tu cerebro, porque para mí, eres fenomenal.”

Fueron sus palabras, las ultimas que yo logré escuchar. Ya pasaron diez años. Eso queda en solo recuerdos.
Aún conservo esa fotografía como todo amante de los recuerdos plasmados en fotografías. Y como un gran amante del poema, leo y escucho todos los que escribe Issabel.
Coloqué en la radio del auto un disco que contiene los seis mejores poemas que ha escrito, sí, tengo su primer libro, pero no puedo leer mientras estoy conduciendo.
Los primeros segundos del audio, es un sonido compuesto por un bajo acústico, creo. Escuché que muchos músicos estuvieron interesados en hacer la introducción acústica del disco, pero ella no accedió a ninguno, entonces podemos decir que bien ella compuso esa corta introducción de cuarenta segundos o un compañero de ella le ayudó.

— ¿Irás a su evento? —preguntó Ald de repente.
Me acostumbré a estar en total silencio y de repente una voz átona comenzará a hablar.
—Así es, amigo. Vendrá en un par de días y será la primera vez que pueda verla en persona después de diez años.
—Eso me queda muy claro, te recuerdo que yo estaba ahí cuando tu único pensamiento en la mente era besarla, claro, otras voces te distraían —dijo mirando la palma de su mano derecha.
—Ald, yo era tan solo un niño. La idea de besarla no era clara, no sabía que era el amor entonces.
—Bueno, y ahora, ¿lo sabes? —preguntó.
—Realmente creo que no, tuve una novia en bachillerato, pero, todas esas frases de amor en verdad no eran palabras mías.
—Eran palabras de un poema —contestó Ald riendo.
—De Issabel Hansen, maldición —dije sonriendo.

Llegué a la casa de mis padres. Una casa de color blanco y detalles de color chocolate, diseñada por la arquitecta Brenda Madrid. Realmente este tipo de construcción me gustaba, pues mi padre dejaba a Aciel jugar en la amplía sala de juegos mientras yo salía con un perro que teníamos de mascota cuando éramos niños, y ahora su cadáver está en ese jardín color verde que decora los alrededores de la casa de mis padres.
Al estacionar el auto en la entrada de la casa, mi mamá salió casi de inmediato. Vestida de un traje elegante, supongo que saldrá a trabajar.
Bajé del auto, me recibió con una gran sonrisa y un fuerte abrazo. Entramos a la casa y los cuadros, así como los enormes detalles lujosos de aluminio, le daban una vista muy elegante a la casa de mis padres. Entramos a la cocina, me senté justo a un lado de mi padre que miraba una revista sobre las grandes obras arquitectónicas.
Me emocioné un poco, pues la revista que mi padre miraba se llama “Diario de un Arquitecto” y en esa revista, varias fotografías fueron tomadas por mí. Esa sensación me hizo retroceder a un momento clave en mi vida. No mi infancia, mucho menos mi adolescencia.
La graduación de mi hermano fue muy asombrosa, no solo logró su sueño en la música, sino que ahora ya era todo un profesional y con un título que lo respaldaba, recuerdo que toda la familia Vendela se reunió en nuestra casa. Todos iban muy elegantes y felices. En el brindis, para celebrar la carrera de mi hermano, di una noticia muy enorme y a lo mejor no muy cómoda para la familia.
Yo de grande no quiero ser abogado, no quiero ser arquitecto y tampoco un músico. Yo quiero ser fotógrafo.
Aunque gran parte de mi familia creía que era una decisión provocada por mi enfermedad, mis padres y hermano creían en mí, no necesitaba la aprobación de nadie, solo necesitaba que alguien me apoyara y tuviera esa fe que tuvieron en mi hermano. Mi verdadera familia era mi héroe una vez más.
Ahora entiendo todo. Detrás de personas exitosas, hay una familia que nunca dejo de creer.
Mi mamá llegó a sentarse a lado de mi papá, nos dio unas tazas de café y en un pequeño plato extendido colocó pan dulce. Papá le dio un sorbo a su café y comenzó a sonreír.

—Sabía que tú no querías llegar al éxito diseñando edificios, en la justicia o cantando —me dijo mi papá mirándome y poniendo su mano en la mía.
—Me gusta mucho la arquitectura, papá, pero no quería dedicarme a eso —respondí sonriendo.
—Tu madre y yo siempre los educamos para que sean mejores en todo —dijo —. Si querías ser actor, tendrías que ganar el premio al mejor actor. Si querías ser fotógrafo tendrías que ser el mejor y esta es la prueba.
—Creo que deberías abrazar a tu padre, Cass —interrumpió Ald.
—Todo lo que soy es gracias a ustedes dos. Mis padres.

Ambos me sonrieron. Cargué la silla de madera donde estaba sentado y le di un acomodo entre papá y mamá. Me senté en medio de ellos como cuando tenía ocho o nueve. Sentirlos cerca de mí me daba seguridad.
Mi madre acarició mi mejilla mientras mi padre me daba ligeros golpes en la espalda.

—Estamos orgullosos de ti, hijo —dijo mi madre.
—¿Aun estando loco? —pregunté.
—Escucha, Cass —continuó mi padre —. Honestamente me molesta un poco que te refieras a tu enfermedad como algo de locos. No te encerramos en un manicomio o algo así.
Recordé esos tiempos difíciles, pero él tenía razón. Mis padres no me mandaron a ese lugar, fui yo en un arranque de ira y depresión.

—Te queremos hijo, para nosotros eres una persona normal y grandiosa.
—Y, ¿para la sociedad, qué soy?
—Para la sociedad, eres Cass Vendela, el exitoso fotógrafo de toda Dridar. Tal vez estas enfermo, pero esa enfermedad no estará acabando contigo si te lo propones como lo haces hasta ahora —bebió de su café y quitó las gafas de sus ojos —. Eres nuestro orgullo, al igual que tu hermano.

Les planté un beso y terminamos de desayunar. La casa de mis padres era muy amplia así que su sala de estar era como tres veces más grande a comparación de la que yo tengo en mi casa.
Mi padre salió a realizar un movimiento en su trabajo, mamá se quedaba en casa desde su último caso legal, pues decidió retirarse tras ganar ese juicio que le dejaría una muy linda recompensa. Me tiré en la alfombra, encendí la pantalla y comencé a ver la programación que a mi madre le encanta tanto. Por otra parte, las programaciones estarán infestadas de información acerca de la Feria del Libro y es lógico, nunca antes se había organizado un evento de tal magnitud en el país, bueno, tal vez las presentaciones de Bennet Technology.
Estamos a solo pocos días de que este evento se realice, entonces los reporteros de todos lados están interesados en este momento en nuestro pequeño país.
En otra noticia, la editorial Gabriel traería consigo a tres de sus más famosos escritores, entre ellos esta Issabel Hansen, que en tan poco tiempo se convirtió en una escritora a nivel mundial. Su éxito se debe a ella misma, pues de su alma y corazón surgen sus poemas. Puedo pensar incluso que todos estamos muy equivocados creyendo que esos poemas están inspirados en sus sentimientos. Tal vez esos poemas escritos, son solo un día de ella, una sonrisa, un aplauso, una lágrima. Lo cierto es que ella no escribe por dinero, por fama o por ser motivo de orgullo para su familia. Ella escribe por su alma, por su amor. Ella escribe porque un poema es un pedazo de ella y es por eso que al leer su trabajo, la sensación que provoca es única. Es por eso y más que la admiro.














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