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Si dijera que durmió más de una hora, exageraba.

No sabe si fueron cuarenta o cincuenta minutos los que logró cerrar los ojos para poder concentrarse en un vano intento de relajación o si fueron más, pero lo duda. Las vueltas en la cama, la incomodidad sobre el colchón y el frío y calor que la invadía, no le permitieron cerrar los ojos por más de treinta segundos sin pensar en esa nueva información que tenía en la cabeza y con la cual, no sabía como lidiar.

TaeMin.

Su tan querido hijo menor que le había sorprendido de una manera que aún no sabía cómo digerir ni como pensar. Sus manos tiemblan cuando le ayuda a anudar aquella corbata y su mentón se mueve tembloroso cuando su esposo le mira de cerca. Él sabía lo que le pasaba. Quizás su valentía le permitía ocultar lo mismo que sentía ella, pero el verle así de intachable le hace sentir culpa. Le hace sentir mala.

Una pésima mamá.

— ¿Segura que no quieres ir con nosotros?

Ella niega y estira con cuidado la camisa de su esposo, para luego pasar las manos por encima de su vientre y así abrazarse a si misma en una especie de auto confort. Ni siquiera había pasado un día desde que TaeMin se había sincerado con ellos y ya sentía que no podía más.

Sinceramente, no podía más.

— Segura —susurra—. Es mejor que vayas tú. No estoy lista para esto.

(Ni para lo que se viene, ni para el qué dirán, ni para lo que tendrán que sufrir tanto él como su familia).

Su esposo se inclina hasta ella, besándole con suavidad su mejilla antes de salir de la habitación de ambos y llamar a su hijo quién responde rápido y se acerca a la lejanía hasta él. En menos de un minuto escucha la puerta de su casa cerrarse y en unos segundos más, el auto encenderse e irse de ahí.

(Mientras ella seguía abrazada a sus rodillas sin saber qué debía hacer).

(Sin saber qué había hecho mal para que su hijo, su preciado hijo, hubiese tenido que sufrir aquello).

DanBi Lee se levanta cuando sus piernas se comienzan a entumecer, cruzándose una vez más la bata con la que cubría su ropa, mientras caminaba hacia la sala de su casa que ahora se encontraba en un absoluto silencio. Ya no había el ruido de una televisión ni canciones estruendosas desde la radio. TaeSun había desaparecido desde la noche anterior en la que todo se supo y hasta el momento no tenía noticia de él. Sabía que debía preocuparse, pero también sabía que su hijo era lo suficientemente fuerte y calmo como para tomarse su tiempo en apreciar esta nueva situación que los involucraba a todos y sobretodo a su hermano favorito y único.

La mujer peina su cabello con sus dedos, mirando fijo por la ventana, sintiendo una especie de peso que solo asociaba a la culpa por no haber acompañado a su esposo y a TaeMin a esa primera sesión psicológica a la que le llevarían. Más por sugerencia de su marido que de ella, pero sugerencia que al fin y al cabo parecía un buen plan según todo a lo que ahora debían hacer y readaptar ante esta nueva situación.

Situación que no negaba, pero que admitía, que le costaba mucho aceptar.

(Más por temor a todo el daño que le podían hacer a su hijo, que al daño que él podía hacerle a ella ante esta nueva sensación o sentimiento o apego o como se le quisiera llamar).

DanBi sigue peinando su cabello de manera casi hipnótica cuando ve por la ventana a aquel chico por el que su hijo babeaba y sonreía y hablaba por largas horas desde que le conoció. MinHo traía las manos dentro de su chaqueta y daba pequeños saltitos sobre las pozas de lluvia, antes de llegar a su puerta y hacer el amago de golpear, cuando ella ya había abierto. Sus ojos estaban cansados, estaban agotados y el muchacho lo nota. Sus labios se entreabren y sus cejas se levantan a causa de la impresión.

· Venus as a Boy ·Where stories live. Discover now