Porque sin apartar su mirada de -30ºC de mi, se me acerca y me da dos palmadas en la espalda a modo de abrazo. Sí, me abraza.

-Claro que mi hija es increíble, ¿Verdad?- Dice con falsa alegría en la voz, para luego susurrar.

-Demasiado increíble para ti, Alexander. Aléjate de ella o te las verás con el Christian Grey que nadie se atreve a enfrentar.

Y con un pisotón, propio de un niño de cinco años mal disimulado, pero con la fuerza de un hombre de 120 kg , que sabe dios de donde ha sacado este hombre, se aparta de mí.

¿Y qué hago yo? Ser un completo gilipollas que por odiar las amenazas cava su propia tumba.

-No me importa.- Digo mientras mi conciencia me repite una y otra vez que me calle, y Phoebe y Anastasia me miran sin entender. Las ignoro a las tres.- Phoebe es mayorcita para escoger con quien estar, no voy a alejarme de ella por que tengas complejo de padre encarcelador.

Me he pasado, matadme, no bromeo, matadme. ¿Qué hago? ¿Salgo corriendo? ¿Cavo un hoyo en el asfalto y escondo en él la cabeza cual avestruz en la tierra? ¿ O salto a la carretera esperando que un camión me atropelle?

Tendría tiempo de pensarlo si no fuese porque mi cabeza se ha saturado y creo que va a tardar en ponerse en funcionamiento más que una blackberry al encenderse.

Pasan los segundos y nadie habla, por lo que me veo obligado a mirara a la cara a los Grey.

Todos tienen los ojos abiertos como platos, sorprendidos, posiblemente yo este igual. ¿No se esperaban esa contestación? Yo menos. Phoebe tiene la boca abierta de par en par, y aunque esta situación me abruma y me hace sentir más que incomodo, la cálida y genial sensación de haber sorprendido a la chica me acompaña.

El silencio no es roto hasta que Anastasia empieza a dar palmas ilusionada mientras dice:

-Oh dios, por fin, ¿Lo has oído amor? Por fin, ya sabía yo que este era el chico, que genial, sí, sí, sí.

Y bien, me caerá bien, pero no le entiendo nada, por algunas palabras creo que está halagándome así que la intento sonreír, pero no lo tengo muy claro.

-Phoebe.- Dice Christian totalmente recompuesto; Phoebe sigue igual de estática.-  Tú y tu madre iréis a casa en mi coche, yo iré con Alexander, tenemos mucho de lo que hablar.

Mierda, mierda y más mierda. Ni una puñetera expresión en su rostro. Me da la sensación de que podría asesinarme y tirarme a un rio sin pestañear, ¿Y lo peor? No se me ocurre ninguna escusa para escaquearme.

O sí.

-Lo siento Señor Grey,- El hombre clava sus ojos en mi amenazante, yo intento ignorar el sudor de mi frente.- El coche en el que vine ahora es de su hija y no tendr...

-¿De mi hija?- Interrumpe el hombre, y yo puedo por fin respirar al sentir que la ira del hombre recae ahora en Phoebe.

Pero no por mucho tiempo, la cabrona como ya está acostumbrada se libra de ella al segundo.

-Alex me lo regaló.-

 Genial. ¿Acabo de volver a cagarla? Creo que sí. ¿Y lo que hace esto todavía peor? Yo no puedo echarle  la culpa a Phoebe o quedaré como un gilipollas frente a su padre.

Grey se gira mientras me trocea con la mirada y me obligó a contestar antes de que me lance alguna de sus románticas frases.

-Pero si está usted en contra de que Phoebe tenga ese coche, no le llevaré la contraria.

Y no es que me amedrante y le esté lamiendo el culo, no creo que haga eso en mi vida por mucho miedo que me dé, si algo odio en esta vida es a los padres que creen que pueden jugar con la vida de los hijos como si fuesen marionetas por satisfacción propia. ¿Qué cree que algo es peligroso y se lo prohíbe? Lo entiendo. ¿Que su novio es mala persona y lo acojona para apartarlo de su niña? Lo entiendo. ¿Que haga al novio de su hija dejarla porque le apetece? Que le den, me da igual que sea Grey que sea Jesucristo.

Más que la hija de Grey ©Where stories live. Discover now