—De nada, me alegro que te haya gustado —le respondió con una sonrisa.

—Me iré, que tengas buen día —le dijo, mirándola a los ojos.

—Gracias, tú también —le contestó ella.

Keith se retiró de la casa, y se metió en el auto para conducir rumbo a la empresa.

—¿Ha pasado algo? —le preguntó intrigada Corina.

—No, ¿por qué?

—La manera en cómo se miraron fue diferente. ¿Hicieron las paces?

—En eso estoy con él.

La joven no le contó nada a Corina sobre el almuerzo que tenía con su ex novio. Prefería mantenerlo en secreto, pero cuando se alistó para salir, la mujer de mediana edad, le habló.

—¿Tengo que decirle algo a Keith?

—No. En unas horas volveré.

—Bueno.

El restaurante estaba abarrotado de gente, y ella levantó más la cabeza para encontrarlo, Anton estaba sentado en una esquina, y cuando la vio en la entrada, le levantó la mano para que supiera dónde se encontraba.

—Hola, Cassie. Me alegro mucho que hayas podido venir —le dijo él, levantándose de la silla y dándole un beso en su mejilla.

—Hola. A mí también me alegra verte, Anton.

Ambos se sentaron enfrentados, y almorzaron sin contratiempos. Cassie, miró su teléfono móvil, indicándole que ya eran las tres de la tarde, momento justo para irse. Y como pudo, se disculpó con Anton.

—Anton, deberás perdonarme, pero ya es demasiado tarde, me gustó mucho haberte visto otra vez, pero tengo que irme.

—¿Ya? ¿Tan temprano?

—Son las tres ya. Me he quedado mucho tiempo.

—¿Tu marido te obliga a estar a cierta hora en la casa?

—No, Keith no sabe que he almorzado contigo, y no quiero que llegue antes que yo a la casa. Eso es todo. No te enojes conmigo, por favor.

—No lo hago, pensé que Keith te controlaba.

—Para nada. Volví con él por decisión propia.

—Lo sé, me doy cuenta, te veo distinta. Solo espero que sigamos en contacto.

—Y lo haremos, Anton. Hasta pronto —le respondió ella, dándole un beso en su mejilla, y luego se retiró dejando el dinero de su plato y bebida.

Al salir del restaurante, tomó un taxi, dándole una dirección diferente a la casa, al taxista.

Pocos minutos después, la dejó frente a la empresa de su marido. No sabía porqué, pero ella sentía que tenía ganas de visitarlo en su compañía. Solo quería saber más cosas de él, y de lo que trabajaba también.

La secretaria de él la atendió con amabilidad.

—Keith está en una junta.

—Bueno, lo esperaré entonces —le contestó y se sentó en uno de los asientos.

Media hora más tarde, la puerta se abrió, y salieron varias personas.

—¿Cassandra? ¿Qué haces aquí? —le preguntó confundido, despidiendo a los clientes.

—He venido a verte —le dijo ella, levantándose de la silla.

—¿Hace mucho que estás esperando?

Amor se paga con amor ©Where stories live. Discover now