Capítulo 24

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Buscando discordia


Dos días después, por la mañana, desayunaron en el comedor de la suite, mientras que su marido le mostraba fotos del barco que había diseñado y realizado para el cliente, a Cassandra, le había encantado la decoración, y solo esperaba que la decoradora que Keith había contratado, fuera amable con ella para que la ayudara en la decoración del nuevo barco.

Para aquel día, se había puesto un vestido suelto corto, de mangas largas, y de verano. En color rosa claro con un degradé más oscuro en el ruedo desnivelado del vestido, con sandalias, un bolso rosa, y accesorios al tono.

Casi una hora después, su marido, la estaba ayudando a subir al barco. Ella caminó detrás de él hacia donde estaba la decoradora de interiores.

Aquella sonrisa que le había dedicado a Keith había sido avasalladora, dientes perfectos y blancos, labial rojo y una pulcra línea por dentro de sus ojos en negro y máscara de pestañas en abundancia. Su pelo, rojo como el fuego, caía en sus hombros como llamas. Su traje de sastre le quedaba como guante, en color melocotón y zapatos de tacos altísimos, en negro, eran el contraste perfecto para aquella mujer elegante y sofisticada, de ojos verde oscuro.

Uñas y manos por demás femeninas, y sus modales eran increíblemente delicados.

—Encantada de conocerlo en persona, señor Astrof —le dijo estrechando su mano derecha.

—Igualmente, señorita...

—Dune, Donatela Dune —le decía sonriente—, pero puede llamarme Donatela, me ha sorprendido su llamada la semana pasada, y es un halago para mí poder ayudarlo en su barco para la realización de su decoración.

—Eso espero, le presento a mi esposa, Cassandra.

—Encantada —le dijo la joven y estrecharon sus manos.

—Lo mismo digo.

—¿Tiene hechos los bosquejos de las decoraciones? —preguntó él.

—Sí, sí, aquí mismo están —le dijo abriendo una carpeta y sintiéndola algo nerviosa y torpe, mientras se los entregaba en sus manos.

—¿Qué te parecen? —le preguntó a su esposa, dándole los bosquejos de cada habitación.

—Son muy bonitos, pero no me gustan los colores que se combinaron.

—Creo que los colores van acordes a la náutica.

—Puede que sí, pero es bueno también salir de lo rutinario en cuanto a colores náuticos.

—Haz más bosquejos con otros colores, por favor, ¿qué colores te gustarían? —le preguntó a su mujer.

—No lo sé, me has dicho que a su marido le gustan los verdes, y Dorothy me dijo que le gustaban los naranjas, salmones, con blanco o manteca, dijo que quedarían bien.

—Una pequeña pregunta, ¿el barco será de ustedes? Porque, por lo que tengo entendido se venderá al dueño de una empresa de autos muy famosa —les contestó Donatela.

—Y lo es, será de ese dueño —le dijo Keith.

—¿Entonces por qué tanto problema por los colores?

—¿Por qué? Porque los dueños del barco quieren esos colores.

—Oh, de acuerdo entonces.

—Creo que la habitación principal quedaría bien con blancos y mantecas, se vería espaciosa más de lo que ya es —acotó Cassie.

—Seguro que sí —le comentó Keith—, ¿has traído algo ya para comenzar con la decoración? —le preguntó a la decoradora.

—Sí, he dejado las cosas en el camarote principal y parte en la sala de estar.

—De acuerdo entonces, creo que mi mujer querrá ayudarte con todo.

—Está bien —le contestó y apenas él se dio vuelta, la expresión en los labios de la decoradora, era una línea de desagrado.

Ambas caminaron hacia la entrada del barco, bajaron un par de escalones para adentrarse más a la sala de estar, y mientras tanto, Donatela le dio un poco de charla a Cassie, más que nada para averiguar más cosas que le interesaban.

 —¿Hace mucho que están casados?

—Hace dos años ya.

—No tanto.

—No, no tanto.

—Parece joven.

—Parezco quizá, pero no lo soy tanto.

—¿Cuánto tiene?

—Veintitrés.

—Le lleva bastantes años —le respondió y dedujo que ella sí sabía la edad de su marido.

—Quizá.

—¿No le da asco?

—¿Por qué tendría que darme asco?

—Pues, usted es demasiado joven para un hombre como él, casi está entrando en sus cuarenta, cuando usted entrará en sus veinticinco en pocos años más.

—Sinceramente no me da asco en lo absoluto.

—Creo que si tendría su edad, no podría acostarme jamás con un hombre que me lleva tantos años por delante.

Lo dudo pensó Cassie.

 —¿Y usted, cuántos años tiene?

—Treinta, ¿es usted decoradora?

—No, pero intento decorar algunas cosas.

—Creí que se dedicaba más a pasar el tiempo paseando y almorzando con amigas, o bien yendo a tomar el té de las cinco de la tarde, no lo sé, no la veo metida en asuntos de su marido, ni menos en lugares donde los mayores están también.

—No me gustan los almuerzos con amigas y tampoco los té de las cinco, y ni mucho menos los paseos de derroche de dinero para ropa.

—Es usted una señora de sociedad, no pueden verla aquí trabajando, ¿las esposas de los amigos y los empresarios que el señor Astrof conoce qué dirán de usted?

—Sinceramente me tienen sin cuidado, no hago las cosas para el agrado de los demás, y creo que es una falta de respeto las cosas que me está diciendo, señorita Dune.

—Lo siento, señora Astrof.

Durante todo el día, Cassandra y Donatela no se hablaron, la muchacha pensaba que la decoradora era una boca floja, y se metía en donde no la llamaban. Le hacia ojitos y sonrisitas a Keith, y la joven estaba que echaba humo de las orejas. Donatela Dune era un terrible grano en el trasero.

 Donatela Dune era un terrible grano en el trasero

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Amor se paga con amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora