Capítulo 01

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La triste princesa


Cassandra se había casado con uno de los hombres más ricos de todo el país, pero no era feliz en su matrimonio. Su marido no le prestaba la atención que quería de él, siempre preocupándose por sus negocios, y ella siempre era la última persona a quién le dirigía la palabra. Era terrible, y era muy horrible también. Se había casado muy joven también, apenas tenía la mayoría de edad legalmente, y ya estaba casada con él. Vivía en una enorme casa con mucama, pero no se sentía a gusto en la misma. Tenía siempre todo a su disposición. Nada estaba pasado por alto en la casa en donde vivían. Y cada día que pasaba, más sola se sentía en aquella fortaleza ostentosa y fría.

Ahora recordaba el día que su padre quiso que se casara con él.

El padre de ella trabajaba para su marido, pero sabía bien lo codicioso que era y el objetivo que tenía en mente, el que ella terminara casada con aquel hombre de negocios. Ni su familia, ni mucho menos ella, eran de una clase alta renombrada, para nada lo eran, solamente eran de una clase intermedia, que oscila más en lo común y corriente que en la opulencia y riquezas. Su familia era de una clase trabajadora simple y sencilla, y su padre siempre había aspirado a más, y ciertas cosas o la mayoría de ellas no las compartía en lo absoluto.

                                                      ***

Rememoró el día que lo había visto.

Había conocido a su marido un año atrás por pura casualidad, había ido de visita a la empresa a llevarle unas cosas que se había olvidado su padre, y cuando una recepcionista muy amable la dejó pasar, subió al piso donde el papá trabajaba. Esperó por más de quince minutos en el pasillo con la carpeta llena de papeles que necesitaba. Todavía recordaba el primer encuentro, tan casual, tan normal e inocente, tan bonito, pero aún así, recién ahora se había percatado lo distante que había sido con ella.

—¿Buscas a alguien? —le preguntó alguien a sus espaldas.

—Oh, lo siento, sí, necesito entregarle ésta carpeta con papeles al señor Albright.

—¿Eres la chica de los recados? —le pregunta y ella se puso roja de la vergüenza.

—No señor, soy su hija, y se ha olvidado esto en la casa.

—¿Quieres que se lo entregue?

—Por favor, si sería tan amable, se lo agradecería mucho.

—Señor Astrof, los empresarios ya han llegado para la reunión.

—Diles que aguarden un segundo, Alexa.

—Sí, señor.

Dos secretarias, pasaron por su lado entre risas y murmullos por lo bajo mientras la miraban de reojo. Le entregó la carpeta en sus manos, y se lo agradeció nuevamente.

—Gracias otra vez señor, buen día.

—De nada, igualmente para ti.

Dio media vuelta y salió definitivamente de aquella gran empresa.

***

Su mucama, desde hacía rato la estaba llamando, para preguntarle algo, y ella, aún estaba absorta en sus memorias.

—Señora Astrof, señora Astrof... Cassandra.

—¿Qué? —le preguntó a Corina, la mucama.

—¿Se encuentra bien señora?

—Sí, Corina, lo siento, por un momento me he quedado pensando en algunas cosas.

—Señora, con todo respeto, casi siempre se queda por minutos vagando y posando sus ojos en algún punto imaginario y eso es casi todos los días.

Amor se paga con amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora