El Escorpión

50 2 0
                                    


Un día, Artemisa dejó a Orión y a Apolo en el templo. Su padre la requería en el monte Olimpo para alguna tarea, por lo que ella podría ausentarse por un buen tiempo si la tarea era grande. La noche antes de su partida, ella hablo con Apolo.

— Me gustaría que no te pelearas con Orión, he notado que no estás muy cómodo con él.

— Aún no me explico esta situación. ¿Cuánto tiempo planeas tenerlo aquí? Has traído a mortales cercanos a ti, como tus seguidoras y cazadoras, pero este...

— ¿Qué tiene? ¿Es por ser un gigante? ¡Si ya has visto lo amable que es!

— No, me importa poco eso, lo que pasa es que... es un hombre. ¿Qué no creías que solo existían para amargar a las mujeres?

— No creo haber dicho eso... - Artemisa apartó la vista con un poco de vergüenza — Además, estoy bien contigo y nuestro padre. Otro amigo no está mal, solo me aseguro de que este cómodo.

Pero Apolo no pudo evitar ver como ella veía con ternura al gigante que jugaba con su perro en el jardín del templo. Eran los mismos ojos que usaban las mujeres que se morían por la compañía de Apolo, mujeres que había olvidado y no vio nunca más. Este mero pensamiento lo llenó de aún más temor, y supo que debía realizar su plan lo más pronto posible.

Al partir Artemisa, Apolo se fue de la isla, llegando hasta Rodas montando su dorado carruaje. Se posó sobre la maciza cadena de montañas que dividía a esa isla del mar Egeo, arrodillándose sobre la tierra y llamando con voz autoritaria a Gea, diosa primigenia de la Tierra y la naturaleza.

 —Gea, madre de todo ser vivo, escucha lo que tengo que decir. Hay una gran amenaza para tus hijos y necesitan tu ayuda. – Escuchó un rugido lúgubre que provenía del horizonte, extrañamente sintiéndolo muy cerca de sí mismo. Pensó en esto como una respuesta afirmativa— Es un cazador llamado Orión. Se jacta de ser el mejor cazador y de ser capaz de matar a cualquier animal sobre la faz de la Tierra sin mayor esfuerzo. ¿Piensas dejar que esto siga así? ¡Por favor! ¡Demuéstrale que puede haber una criatura capaz de darle muerte a ese imprudente!

Se abrió una fosa en la tierra al frente de Apolo, como si fuera una boca. De esta se asomaron unas tenazas negras y gruesas y una cola más larga que el mismo Apolo. Un gordo aguijón sobresalía, chorreando unas gotas de veneno que chisporroteaban con tocar la tierra y los troncos de los árboles. Un escorpión gigante se erguía con sus seis patas, viendo con frialdad al dios parado ante él. Apolo le hizo una seña para que se quedara por donde estaba hasta que volviera.

Apolo regresó a su hogar, donde encontró a Orión jugando con Sirio. Ambos se saludaron y Apolo se puso a hablar con él.

— Disculpa la interrupción, pero hay algo de suma importancia que debe ser discutido.

— Lo que quiera, Apolo. ¿Ha ocurrido algo con Artemisa? Lo noto preocupado.

— Por fortuna no ha pasado nada, pero si tiene que ver con mi hermana. He notado que pasas mucho tiempo con ella.

— Sí, no es como me imaginaba yo a una diosa — Orión hablaba ahora con una timidez infantil, irritando a Apolo en sus adentros. — Ni siquiera he conocido otras cazadoras, lo más cercano que he escuchado han sido las amazonas, pero con todo respeto, creo que no se le comparan. Es una mujer... extrema.

— ¿Extrema?

— Y adorable...

— ¡Adorable! — Apolo se esforzó en ocultar más su sorpresa. Era claro que Orión no comprendía sus sentimientos y los decía sin mayor consideración, describiendo así a una chica enfrente de su hermano – Disculpa, es que siento que conocemos a dos Artemisas muy distintas. Ella siempre me pareció... autoritaria, pues de los dos ella es la mayor. Y es bastante vengativa. Como cuando convirtió en un perro a un hombre que la vio desnuda accidentalmente. ¿Qué opinas?

La Caída de Orión (#TheDomains2018)Where stories live. Discover now