XXXI: Llámame, y yo vendré

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Y Kacchan está ahí. Está sentado con las piernas cruzadas en flor de loto sobre una gran roca húmeda a cuya superficie se adhieren pequeñas piedras de color fucsia, invadiéndola como si se tratara de una especie de musgo hecho de cristal. Sus superficies claras reflejan las ondas del agua, lo que las llena de pequeñas arrugas de luz.

Kacchan le observa. Sus ojos granate son más bellos que todas las joyas de la cascada. Su piel luce más lisa y suave que el agua cristalina. Su cabello tiene mejores colores que el cielo incendiado por el atardecer. Es un ser tan maravilloso, tan... indescriptible.

¿Realmente... realmente él quisiera que Izuku permaneciera a su lado por el resto de su vida?

Porque no parece imposible... o impensable. Porque, aunque su madre esté llorando en este momento, aunque todo sea confuso, aunque tenga que pasar un tiempo más antes de que pueda volver a su hogar... el simple hecho de ver a Kacchan en paz, tranquilo, contento... hace que todos esos precios a pagar sean poco, muy poco.

Le hacen pensar que pagaría todavía más con tal de preservar la tranquilidad de Kacchan.

Pagaría todas esas joyas. Pagaría con sus manos, con su trabajo, con su cuerpo, ¡con lo que sea que pudiera pagar!

¿Y quién no lo haría? ¿Quién no pagaría por proteger a alguien tan maravilloso como lo es Kacchan?

—¿Ka... cchan...? —musita. Algo... algo... algo no está bien.

Cuando baja los ojos, lo ve. Ve que, por un lado, la roca está inundada, pero no es el agua que la inunda.

Es sangre.

Roja y líquida y... y casi puede sentir desde ahí el calor que emana.

Corre, o cree que corre, no está seguro, no siente nada, no percibe nada, sólo la preocupación. Para cuando se da cuenta, está arrodillado a lado de Kacchan y la sangre invade su visión. Ve que se trata de la herida de su costado, que otra vez está abierta y sanguinolenta.

¿Por qué? ¿Acaso no la ha curado bien?

Es su culpa, ¿verdad?

—¡Kacchan! —eleva la mirada. Pero Kacchan está... sonriendo.

¿Por qué?

—Kacchan, ¿qué...? ¿Por qué...? ¿Qué... qué te ha pasado?

La mano caliente del Señor se eleva. Sus dedos están llenos de sangre. Toca a Izuku en la mejilla, mojándosela. Su sangre está hirviendo.

—Mío.

—¿Qué?

—Eres mío.

—Sí, sí, soy tuyo, Kacchan, pero, ¿qué te ha pasado? ¿Cómo se te abrió la herida otra vez?

Su sonrisa es suave. Es como cuando el aire sopla sin mucha fuerza y te besa la piel. Como cuando las mariposas se posan sobre las flores. Como cando las nubes recorren el cielo. Como cuando las gotas del rocío caen desde las hojas de las plantas hasta el suelo de tierra.

Es tan suave que puede sentirse en todo el cuerpo, por adentro y por afuera. ¿Izuku le había visto sonreír de esta forma alguna vez antes? Se pregunta, porque no está seguro, pero de lo que sí está seguro es de que ama esa sonrisa. Que Kacchan debería ponerla más a menudo, porque hace parecer que todo está bien y que no hay peligro alguno que pueda existir en este mundo.

Izuku cierra con fuerza los ojos y aprieta los dientes, no sabe por qué. Los vuelve a abrir. Kacchan sigue ahí, mirándole.

—Tranquilo, Deku. Vamos a estar bien. Tranquilo. Llámame, y yo vendré.

—¿Qué?

—Llámame, y yo vendré.

—Kacchan, ¿desde cuando hablas tan bien la...?

Pero se interrumpe y vuelve a cerrar los ojos y apretar los dientes.

Ahora entiende por qué.

Hay un dolor punzante en su costado. Sobre uno de sus brazos. Izuku abre otra vez los ojos y se mira al brazo, pero no ve nada en éste. Está forrado por su camisa blanca –la cual muy blanca ya no está, está bastante mugrosa–, pero no parece haber nada fuera de lo común en él. Sin embargo, le duele, le duele bastante.

—Kacchan, me duele el brazo, ¿sabes por qué?

Pero, cuando Izuku vuelve a elevar la mirada, Bakugou ya no está ahí. Abre los ojos con impresión y se pone de pie.

—¿Kacchan?

Nada. Sólo la cascada cayendo. Su brazo duele. Duele cada vez más. Siente lágrimas anidándose en sus ojos.

—¡Kacchan!

¡Izuku!

Izuku abre los ojos de golpe, tomando aire como si acabara de nacer y fuese la primera vez que respirara. Su corazón está latiendo como loco, tanto que puede escucharlo retumbar en sus oídos y por todo su cuerpo. Siente escozor, mucho escozor, y demasiado dolor.

—Izuku, Izuku, gracias a las Divinidades... —escucha una voz desesperada. Es Momochan. Lentamente logra identificar que está recostado sobre el suelo, sobre su espalda, pero su torso es sostenido por alguien. El costado derecho le sigue doliendo horrores y, aunque sospecha que hace muchísimo calor, se siente frío.

—¿Mo... mo... chan?

No sabe por qué, pero está demasiado cansado. No encuentra las fuerzas para hacer absolutamente nada. Momochan dobla el cuerpo, juntando su frente a la suya, e Izuku nota que ella está llorando con desesperación.

—Mo... mochan... ¿qué pa... sa?

Le duele terriblemente el brazo y un costado del rostro, ahí donde antes creyera que Kacchan le había acariciado, llenándole de sangre caliente.

—¿Qué pasa...? ¿Kacchan...? —cada palabra le cuesta mucho. Llena a cada una de aire y luego la deja salir de una sola vez, intentando mover sus labios de una forma funcional, para que pronuncien las cosas como se debe. Lo logra, piensa él, está hablando, ¿verdad?

¿Qué ha ocurrido?

No entiende nada. Se siente muy cansado. Muy, muy cansado. Nota que en el cielo hay humo, que escucha un sonido que suena como cuando se encienden grandes fogatas y el fuego abundante repta sobre la madera seca. Nota que por su mejilla corre aquel líquido caliente que sintió antes, o que creyó sentir, ya no sabe si realmente sintió o no sintió, ya no sabe nada, no sabe qué pasa, no entiende, y su mente está demasiado aletargada como para funcionar.

¿Qué ha ocurrido...?

—Per... perdóname, Izuku. No pude hacer nada, no pu... —hace una pausa entre sus lágrimas y sollozos—. Se lo ha llevado. Ese otro Señor, se lo ha llevado...

No tiene sentido.

Nada tiene sentido.

Izuku pierde la consciencia.

———

Notas de la Autora: Esta soy yo solicitando que no me asesinen por el contenido de este capi :Du ¡los quiero y as always gracias por seguir leyendo!


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Notas y curiosidades del capítulo:

Las palabras raras del poema inicial son los nombres de los días en Drom.

"Piervshe" viene del polaco "pierwszy" que significa "primero".
"Druga" viene del polaco "druga" que significa "segundo".
"Tyechi" viene del polaco "trzeci" que significa "tercero".
"Chvarte" viene del polaco "czwarty" que significa "cuarto".
"Pionte" viene del polaco "piąty" que significa "quinto".
"Shuste" viene del polaco "szósty" que significa "sexto".
Y "Shiudme" viene del polaco "siódmy" que significa "séptimo".

Los nombres que les he puesto son las pronunciaciones aproximadas de esas palabras.

Do widzenia!

Mi Señor de los DragonesWhere stories live. Discover now