• Trente - cinq

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Mi amiga fue a la pastelería por mi esta tarde, ya que creo que comprendió que necesitamos tiempo a solas luego de tanto tiempo.

Veo a Norman desde el sofa, recostada mientras él amablemente dmse encarga de lavar los pocos trastos que hemos usado.

— ¿Ya haz llamado a Jeffrey? — le cuestiono a Norman.

— Aun no — responde sin girar a verme — Pero a puesto a que se pondra feliz cuando volvamos a casa.

¿A que se refiere con "a casa"?

— Espera ¿Que? — le digo confundida.

Veo que se quita de la lavatrastes, secando sus manos con un paño seco. Se encamina a donde estoy yo, sentandose en la recargadera del sofa.

— No quiero volver a Estados Unidos — le digo acomodandome mejor en el sofa.

— ¿Quieres quedarte aquí?

— Si, ese era básicamente mi plan en cuanto volví aquí — le respondo con obviedad.

— Mira, no quiero discutir — dice él, poniendose de pie, para luego hincarse a mi lado — Hablaremos de eso después.

Sus grandes manos acarician mi vientre abultado, besando de vez en cuando este haciendo que Juliette se mueva. Le sisea cosas que no alcanzo a escuchar, mientras solo siento como mi hija se mueve.

— ¿Quieres ir a la Estatua de la Libertad, mi niña? — susurra contra mi panza, para luego decir un "si" con "voz de niña" mientras me mira — ¿Escuchaste? Tengo que complacer a mi princesa.

— Que simpatico.

Adoro la forma tan tierna en que actua, amo con todas mis fuerzas cuando le habla a la pequeña Juliette.

Entre risas se acerca a mi rostro, besando mis labios con ternura. Su mano aun acaricia mi vientre, mientras me besa con ansias. Siento su lengua invadir mi boca a su antojo, y claro que le dejo hacerlo.

Aunque a los minutos comienzo a sentirme incomoda pues siento mis piernas mojadas.

Oh mierda.
— Norm — le digo entre besos, lo más calmada que puedo estar — Norm.

— ¿Que pasa? — cuestiona nervioso, observando el lugar exacto en donde estan sus manos, asegurandose de que no me ha lastimado.

— Creo que la bebe ya viene

(***)

Narradora:

Los siguientes minutos fueron bastante estresantes para ambos, ya que al parecer tenian que esperar a que coronara del todo, y no ayudaba en nada que Isabelle tuviera que traducir todo.

La castaña se sostiene de la orilla de la camilla, resistiendo el dolor lo más que podia, mientras Norman palmea su espalda para tranquilizarla.

— Nena, dime que hacer.

— Matame

— Amor, eso es homicido.

París «Norman Reedus» ©Where stories live. Discover now