Lo que perdí y nunca creí recuperar

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Pero luego de eso el infierno comenzó a crecer y a crecer; los ancianos del clan le reprochaban más su actitud y sus deshonrables actividades, los entrenamientos eran cada vez más duros y Hanzo era cada vez más frío y distante con él. Llegó a pensar que había perdido a su hermano.

Tenía razón.

Hanzo se dejó llenar la cabeza con las palabras de los ancianos y una noche que él regresaba a su casa, lo llamo al dojo y pues... no recordaba mucho, sólo recordaba el filo de la espada de Hanzo, sangre y los dragones azules. Y dolor, mucho dolor.

Había perdido a su madre, había perdido a su padre, a su hermano...

Hasta había pensado que había perdido su vida.

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Cuando despertó estaba sumamente desorientado, la luz estaba demasiado fuerte y el olor de la habitación era extraño y demasiado para su nariz. Siempre había tenido un sistema respiratorio delicado, pero sentía que algo era diferente.
También notó que no podía mover sus piernas, aunque haciendo un poquito de memoria pudo recordar claramente porque no sentía sus piernas.

No tardó mucho tiempo para que alguien más entrara a la habitación, que pudo notar que era una habitación de hospital, aunque tenía mucha tecnología. O quizá eran los cientos de máquinas que estaban conectadas a su cuerpo que hacían que todo luciera extrañamente robótico.

Entraron tres personas, que se presentaron como Jack Morrison, Angela Ziegler y Gabriel Reyes. Le explicaron su situación, donde estaba, como lo habían encontrado y esas cosas. Su cuerpo estaba severamente dañado, no le sorprendía, la doctora Ziegler había logrado salvar su vida, eso si le sorprendía, sus piernas no estaban más, eso tampoco le sorprendía.

Luego le ofrecieron una oferta peculiar, fue ahí donde el último hombre habló, Gabriel Reyes. Podían reconstruirle las partes de su cuerpo que estaban faltantes, ayudarían a las partes dañadas, pero habían dos condiciones. Una, estaban enterados de sus... habilidades extra que tenía por el entrenamiento que había recibido en su familia y se le harían pruebas para que entrara a Blackwatch, cosa que dudaba perder esas pruebas. Le sonaba ese nombre, Blackwatch, había estado últimamente en los radares del clan. Ahora entendía porqué lo habían encontrado.
La segunda condición era que... bueno, tendrían que ser partes robóticas, lo que lo convertiría en un cyborg.
Y claro estaba que todo iba a ser muy doloroso, eso estaba más que claro y no hacía falta que le dijeran.

Pero... le gustaba caminar, le gustaba trepar a los árboles, sentir los miles de pétalos que caían de los árboles de Sakura en primavera bajo sus pies. Aunque dudaba que pudiera volver a hacer eso, no creía que donde estaba hubieran árboles de Sakura y que volviera a tener tanta sensibilidad.
Pero con ese cuerpo... recuperaría su libertad, podría ir a donde quisiera y eso era lo más importante.
Y en esos momentos tenía la oportunidad de recuperar un poco su normalidad, al tiempo que ayudaba a caer el imperio que tanto odiaba.

Aceptó las condiciones, luego lidiaria con las consecuencias.

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Pero todo fue peor de lo que se había imaginado, de verdad el daño y por lo tanto las reparaciones habían sido peor de lo que esperaba.
El dolor se lo había esperado, eso no lo sorprendió. Pero ahora... no sabía exactamente lo que era, era un monstruo.

Tuvo que pasar mucho tiempo en recuperación, durante ese tiempo sólo había dos personas que estaban a su lado constantemente y decir constantemente era unas pocas veces a la semana, prefería y explícitamente expresaba que estaba más cómodo estando sólo. 
Esas dos personas eran Gabriel y Angela; con Gabriel hablaba sobre el clan Shimada, le daba información sobre las redes internas y esas cosas, para empezar a desmantelarlo. Con Angela hablaba de cosas más normales, de su salud y esas cosas, se había convertido en una buena amiga, si así podía llamarla. Era su doctora, sentía que tenía que ser amable con él, pero lo agradecía.

Lo que me hace sentir humano Where stories live. Discover now