Capítulo 23. No quiero llorar...

Comenzar desde el principio
                                    

5 Mi dulce Eri, he tenido que salir. Nos vemos a las 18h. en el restaurante del hotel, te invito a cenar. Oscar. P.D. Te he dejado algo sobre el escritorio.

Se me dibuja una sonrisa de idiota en la cara.

Me levanto directa al escritorio y hay una caja blanca con un lazo dorado.

Lo abro muy despacio, levanto la tapa y bajo un papel de seda también blanco hay un vestido de satén rojo muy entallado hasta la rodilla, con abertura atrás y con escote de corazón. Es maravilloso.

De repente, me invade una alegría incontrolable y empiezo a dar vueltas como una idiota abrazada al trozo de tela hasta quedar delante del enorme espejo de cuerpo entero de marco de madera labrada, lacada en plata. Nunca me había sentido tan completa…

Pero me asalta una duda “¿Qué hora es?” Busco el móvil en mi bolso de mano, dónde debería estar desde la noche pasada y, lógicamente, se ha quedado sin batería. Lo enchufo y empiezan a llegar whatsapps y mensajes de incontables llamadas perdidas de… Rob. “¡Mierda! ¿No habrá tenido bastante con la pelirroja?”

Decido ducharme y arreglarme porque son las cinco pasadas, haciendo caso omiso de los mensajes, por el momento… Tal vez el agua me ayude a tomar una decisión sobre qué hacer.

Muy en contra de ayudarme la sensación de nerviosismo y enfado va en aumento.

No soy capaz de darme un brochazo a derechas. Por pocas si me dejo tuerta con el rímel así que decido llamar a Rob y terminar con este teatro absurdo de una vez por todas.

Nada más coger el móvil llega un nuevo whatsapp de Rob:

Rob ) Eri, I need you, please talk to me. Please, please, please... (Eri, te necesito, por favor háblame. Por favor, por favor, por favor…)

Lo leo en la pantalla emergente “¿Por qué está tan ansioso?” Paso de mensajes y whatsapps, lo voy a llamar y punto. Lo de la pelirroja me sentó fatal, pero puede que igual de mal le pudo sentar a él, ver cómo Oscar llegaba a recogerme a la puerta de casa… Así que afronto la realidad tal y como es… Yo no planeé que Oscar arrasara conmigo y con todo mi organizado mundo. Nunca me imaginé abriendo a nadie mi corazón. Pero ha pasado, y no puedo, ni quiero evitarlo. Quiero mucho a Rob, más de lo que imaginaba pero Oscar es lo más maravilloso que me ha pasado en mucho tiempo y Rob tiene todo el derecho del mundo a saberlo, aunque eso cambie inevitable y necesariamente, toda nuestra maravillosa relación.

La relación con Rob empezó como todas mis historias; al principio era sexo por diversión, pero supongo que la cercanía, la soledad de ambos y la reincidencia, han ido haciendo que sintiéramos un cariño especial el uno por el otro.

Hemos compartido mucho más que sexo, incluso podría decir que algo más que una simple amistad, así que como mínimo nos debemos una conversación.

Lo llamo un par de veces pero no contesta, así que me doy los últimos retoques, “no quisiera llegar tarde…” Unas ondas naturales, con el pelo semirecogido, me dan un aspecto de actriz de los cincuenta, como si llevara ondas al agua. Me voy frente al espejo y me pongo el vestido rojo “Justo lo que pensaba, ¡no deja ni una sola curva a la imaginación!”. Me marca un poco de barriga y de cadera, pero ¡qué diablos! ¡Me hace un escote de muerte! “¿¡Qué gilipollas se va a fijar en las pistoleras con este canalillo!?” Cuando me pongo las sandalias de tacón de anoche mis pies se resienten de la caminata, aun así aguanto el tirón, tampoco es para tanto, solo tengo que atravesar el recibidor y sentarme en el restaurante... Bolso, móvil y tarjeta de la habitación. Lista.

Atravieso el hall del hotel captando más de una y de dos miradas, lo que me hace bastante feliz.

Llego a la entrada del restaurante y anuncio al maître: “Mister García, please”. Asiente y me guía a través de las mesas. La reacción de la gente al entrar en el salón no es menos. Algunas mujeres sacan a sus maridos o parejas del ensimismamiento con unos de codazos que van subiendo paulatinamente de intensidad. No puedo evitar reírme ante tal situación…

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora