—Pues —el hombre parecía inseguro ya—... Es lo que vamos a hacer, de hecho: esta técnica requiere de que el semen pase al menos seis meses congelado, por aquello del periodo de ventana de algunas enfermedades de transmisión sexual no detectadas durante los estudios.

—Y, ¿cuánto tiempo puede durar congelado?

—No hay un límite —respondió el médico.

—O sea que, si con la primera descarga quedara embarazada...

—Parte de mi trabajo es deshacerme del resto del semen. Se habló de un embarazo. Uno. Yo no puedo buscar uno segundo con esta donación y, por una, me refiero a la totalidad de tus descargas para el presente fin.

Leo se tardó un momento en comprenderlo y, finalmente asentir.

—¿Alguna otra duda? —preguntó el hombre, con amabilidad.

El muchacho sacudió la cabeza. El médico entonces lo llevó hasta una sala donde lo esperaba un hombre más joven vestido como un cirujano.

—Yo los dejo —se despidió.

Leo lo miró, abriendo sus ojos color aceituna tanto como podía. ¿Los dejo? ¿Y ese hombre quién era?

—Hola, Ataleo —lo saludó la persona, tomando un expediente de la mesilla—. ¿Cómo te gusta que te digan, por tu nombre completo o tienes algún apodo?

—¿Qué está pasando? —soltó, cuando el otro lo dejó ahí encerrado.

—Voy a hacerte una exploración para descartar verruguitas y...

—No estoy enfermo de nada —lo interrumpió Leo, tenso—. ¿Acaso no hicieron estudios para eso?

—Sí, por supuesto, pero tienes nada que detectáramos durante los estudios de laboratorio. La exploración física es necesaria y obligatoria, tanto para asegurarnos de que no tengas síntomas o cicatrices de ETS, como para dar fe de que realmente es tu semen el que estamos usando.

Leo no pudo sentirse más confundido ya.

—¿Cómo?

—Hace unos años tuvimos un caso —comenzó a explicarle el hombre vestido como cirujano—: al parecer, a un joven donante le pareció divertido traer ya la muestra de su casa (y no era su donación). La pasó a la clínica y mantuvo a temperatura corporal dentro de un condón que escondió en su cavidad anal. —Detrás del cubre bocas se rio—. Los padres eran una pareja asiática y querían que el niño se les pareciera (por eso buscaron a un hombre asiático con rasgos parecidos al esposo), ¡imagina su sorpresa cuando la madre dio a luz a un bebito con rasgos afroamericanos! El niño era una belleza, ¡pero casi nos cuesta la clínica! Menos mal que logramos demostrar la mala fe del asiático y, desde entonces, además del peritaje genético que practicamos al antígeno prostático P30, también somos un poco más cuidadosos.

Leo apenas entendió lo que dijo el otro, ¿peritaje genético? ¡¿Le hacían una prueba de ADN al semen?! Tenía sentido si alguien estaba pagando por... eso.

—Detrás de la cortina puedes desnudarte —le hizo saber—. Ahí mismo hay batas... Déjate la abertura hacia atrás, por favor, también voy a realizarte una inspección de cavidades.

 Déjate la abertura hacia atrás, por favor, también voy a realizarte una inspección de cavidades

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La sombra de la rosa ©Where stories live. Discover now