Capítulo 1

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LEO

Pertenezco a la familia Raider y somos parte de los Rider ¿mal juego de palabras, no?

Hija de la gran Cassie Raider y el legendario Lebron Raider, jefe de la manada. Aunque no todo es hermoso en casa, con la muerte de mi hermano mayor Luther hace unos años y mi decisión de formar parte de los Rider que es uno de los clubes de motos mas conocidos del oeste, en vez de tomar otra vida. Cambio todo.
Decidí ser parte de los rider y aunque al principio era el hazme reír debido a ser la princesita hija del jefe, después del primer golpe ganado por mi desobediencia con el que me aguante las miradas de asombro hacia mi cara por un mes, y luego de la primera bala recibida, fui ganando mi respeto y mis tatuajes.

Era algo así como un arma "el ángel de la muerte" como me llamaba Galler, gracias a mis ojos azules y mi cabello rubio. Pero cuando dije que todo se arruino no hablaba en realidad de mis heridas y cicatrices, sino de cómo mi familia se fue deformando, con mi madre en contra de mis decisiones y la indiferencia de mi padre, ella tomo sus cosas y se fue de la casa. Le ofrecí a mi padre renunciar para que ella volviera, el me abofeteo diciéndome que un verdadero rider afrontaba sus decisiones, vivía con ello, nunca y por nada se retractaba, el orgullo iba primero.
A pesar de la bofetada yo respetaba a mi padre, nunca me trato como un objeto delicado, como una niña inofensiva una vez que crecí, el sabia la diferencia entre ser una niña y ser una rider. Como paso con mi hermano que a pesar de los golpes después de un mal día siempre aguanto todo por el honor. Pero por más que yo quisiera ser uno más seguía siendo diferente, no solo era un arma para ellos también para sus enemigos cuando querían hacerle daño al club. Si querías lastimar a Lebron Raider tenías que tocar a su familia. Y eso hicieron.

Para mi el sexo era algo común en el club, del día a día, las violaciones no eran permitidas pero aun así sucedían y me había metido en más de una pelea en ayuda de alguien. A mi nunca me había pasado, hasta ser secuestrada por los Shades. Debido a un negocio que cometí mal, en la operación de un traspaso de armas ilegales que los Shades planeaban tener, me tomaron y me tuvieron en cautiverio cerca de cuatro días. Viviría con la decisión que me llevo a ello. Ahí fui abusada, golpeada y quemada internamente. El jefe tenía la clara orden de no dejar muchos daños visibles para no arruinar mi belleza cojible. Al cuarto día, no fui liberada, ni rescatada. Yo salí averiguando el movimiento de la casa y mis opciones. Hasta que lo logre. Mande a mi padre una carta anónima, diciendo: afrontare todo. Tu mantén la mierda en orden.

Esa era mi carta de despedida de esa vida por un tiempo. No podía volver a allá a empeorar como sea que mi padre estuviera tratando el negocio. No iba a arruinar todo de nuevo. Saque dinero de una cuenta encargada a Galler, algo discreto. Para moverme hacia el sur. Y algo que nunca esperaría que pasara en un mundo poblado por demonios, paso. Tuve mi propio ángel de la guarda. Iba en el bus camino a Luisiana cuando una mujer mayor, con el cabello blanco y un vestido floreado adorable a pesar de estar en invierno, se sentó a mi lado. Fue todo el camino hablándome de sus vacaciones con sus nietos, como le había costado organizarse para ir a verlos pero que lo logro después de todo. Su enorme sonrisa se fue en un instante cuando vio mi cara, posiblemente me veía peor que rocky después de una de sus mejores peleas. Después de eso no pregunto, solo proclamo su odio hacia los hombres y sin mayor duda de quien era yo, me acogió. Betty Cahan, dulce, una abuela de en sueño y ahora mi compañera de hogar.

-Vamos niña, uno de estos días tendrás que ir por ese empleo y si no lo haces hoy. ¿Cuándo? –Betty estaba con su mantel rosa a cuadros en la puerta de mi cuarto, con esa mirada de regaño tan típica de ella. –Además, Sam ha estado buscando una recepcionista por tanto tiempo que no importara si eres mala.

Reí, dios esta mujer era imposible. Sabia de mecánica, armas, como hacer un buen Ramos gin fizz y manejar como una demente, pero nunca me hubiera imaginado haciendo un trabajo en el que tenía que sonreír y recibir a ancianos. Claro, Betty no sabía nada de eso y solo pensaba que era una chica maltratada de San Francisco, que buscaba huir. La verdad era que me daba fobia aceptar un trabajo en que no conocía el sistema pero si Ralph Fiennes pudo hacer de recepcionista, supongo que yo también. –Iré Señora, se lo aseguro. No quisiera dar una mala impresión con esta cosa. –Señale la pequeña cicatriz arriba de mi ceja, ya estaba casi sanada y los manchones de moretones iban desapareciendo pero no quería jugar con mi suerte.

-No es nada que un buen maquillaje no cubra. Ya veras, hoy te llevare allá. –Procura verte adorable. –Salió terminando con su orden y dejándome sin más remedio que empezar a alistarme.

Desde que llegue hace casi dos semanas había estado haciendo cosas pequeñas, al principio salía a caminar para conocer los alrededores, luego empecé a ir a un bar de motociclistas algo en las afueras aunque trataba de pasar desapercibida, ya que a pesar de que el bar no era de ningún club, era de esperarse que algunos de los reconocidos empezaran a pasearse por ahí. Los mismísimos Riders podían llegar algún día y yo no quería estar ahí cuando eso ocurriera, por eso encargue a Liam el barman de informarme cuando algunos de ellos se aparecieran con la excusa de que me daban algo de fobia. Poco a poco y sin mucho esfuerzo ya estaba formándome una vida aquí.

Tome mi cabello en una coleta alta, me maquille y me puse un ligero abrigo de punto rosa para resaltar la imagen angelical que necesitaría en mi nuevo trabajo, conseguido por Betty gracias al hijo de una amiga suya.

El asilo Slate era una hermosa casa de tres plantas con un alargado porche y un gran jardín. Por fuera era toda una casa blanca américana con lindas molduras y por dentro un recinto de lujo para ancianos, todo candelabros y colores pasteles. Me daba algo de diabetes ver todo eso.

-¡Sam!-Betty llamo a un joven vestido con traje que estaba en la entrada. Cuando se volteo pareciera que estuviera preparándose para una foto, el chico era el sueño de todas las adolescentes con ese aspecto de chico de al lado rubio y perfecto. Con su cabello perfectamente peinado, sus ojos brillantes y una sonrisa blanca que tenía uno de sus dientes algo torcido, cosa que si no te fijabas demasiado era imperceptible. –Estas tan apuesto como siempre. –Betty, como era su naturaleza abrazo con cariño al muchacho y luego me presento.

-Es un placer señorita Reed. –Estiro su mano que estaba incluso mas suave que la mía y me sonrió cortésmente. –Por favor, sígame, le mostrare las instalaciones y en que consistirá su trabajo. –El chico era tan formal, parecía sacado de la realeza.

Me mostro primero las plantas, como se subdividían las habitaciones, el salón del te, la sala de descanso, la terraza, la cocina, el comedor opcional, el invernadero, señalo los establos a lo lejos que no eran precisamente para que la gente cabalgara si no para su conexión con animales como los caballos, la pérgola y finalmente volvimos a la entrada en donde estaba en medio un sector circunferencial que era la recepción. Y yo seguía fascinada con este lugar, siempre había sabido de gente que vivía así y podía permitirse estos costos pero nunca imagine trabajar ahí. –Las enfermeras se encargan de llevar a los huéspedes a sus habitaciones, tu tendrás el control de las llaves opcionales, los horarios, las llamadas y visitas, la restricción de salidas, la organización de eventos en que vengan las familias o el uso de áreas en el recinto restringidas, como lo es ir a los establos. Pero por sobre todo conocerlos, que ellos te conozcan y hacer de sus días lo mejor.

Sonreí ante lo último que dijo, conmoviéndome un poco. Dios, me estaba volviendo una blandengue en este tiempo. –Lo capto, llaves, horarios, llamadas, visitas, salidas, organización y felicidad. –Me sonrió de vuelta y los dos nos miramos, como si estuviéramos teniendo un momento, el cual Betty se encargó de interrumpir.

-Este es un trabajo soñado, de no ser que ya estuviera en edad de vivir aquí, yo misma lo habría tomado. –Comento. –A demás con un jefe como tu Samuel. –Elevo y bajo sus cejas a lo que me reí alegremente y Sam se sonrojo.

-Señora Cahen, me alaga. Y Señorita Reed –Se estiro para sacar unos papeles del mesón de recepción. –Aquí están los papeles de en qué consiste su trabajo, su horario y su contrato que puede traer en cuatro días cuando empiece a trabajar. Aquí en Slate la recibiremos con los brazos abiertos. También está mi número en caso de cualquier duda.

Betty me dio una mirada más que clara cuando nombro su número y yo solo sonreí apretando mis labios. –Fue un placer señor Slate.

En el auto Betty se volteo hacia mi con una enorme sonrisa. –Tendré que organizarles una cita a ustedes dos. El muchacho no podía quitarte los ojos de encima y tu estarías loca si no hicieras lo mismo con él.

Negué lanzando un suspiro. –No creo que sea el momento, señora.

Ride or DIEWhere stories live. Discover now