—¿Cómo ha estado, Ataleo? No he tenido noticias de usted...

Leo torció un gesto sin darse cuenta, ¡lo que le faltaba!

—¡Ahora no! —le suplicó.

—Ahora es un buen momento —difirió ella.

Leo frunció el ceño, ¿por qué a ella le parecía ser un momento idóneo aquel?

—Luce sumamente estresado —siguió ella, explicándole—. ¿Realmente le gusta vivir de este modo tan... precario? —inquirió.

El muchacho dejó escapar el aire por su nariz. ¡¿Y a quién le gustaba vivir así?!

—Siéntese, por favor —le pidió la abogada.

—Estoy trabajando —obvió Leo.

—No —nuevamente difirió ella—: está cogiendo lo que puede de las propinas, de lo que le sobra a la gente.

Leo apretó los labios. La abogada, indiferente a su reacción, esperó un momento antes de continuar:

—Si aceptara, podría pagar su deuda y, entonces, conseguir un empleo estable.

El muchacho miró a otro lado.

—Ahora estoy trabajando —insistió.

—Incluso, tal vez, tendría un poco más que para pagar su deuda...

«Marzia...», pensó él, sin desearlo.

—Ella está fuera de la universidad porque no pudo pagarse el material necesario, ¿no? —esperó un par de segundos, pero no probando en si él respondería (era obvio que él no lo haría), sino permitiéndole pensar—. ¿Cuánto tiempo le queda a usted antes de que lo den de baja también?

—Pero ese no es asunto suyo, ¿no? —rezongó él—. Y le advertí sobre investigarme...

Vittoria, aunque no lo pretendía, esbozó una sonrisa:

—Pero, si para eso no hay que investigar nada: ustedes dos eligieron una carrera muy cara y... ¿Ya pagó este mes de renta?... ¿Y el anterior alcanzó a cubrirlo?

«No». Leo apretó los labios.

—No lo haré —atajó, comenzando a irritarse.

—¿Por qué no? —preguntó la mujer.

—¡Porque no! —escupió, alzando ligeramente la voz y acercándose más a la mujer, intentado que ella lo escuchara bien, pero sin llamar la atención de los demás en el restaurante—. No quiero.

—A usted no le cuesta nada... —insistió Vitoria.

—Claro —ironizó él.

—Además, estaría haciendo algo muy bello por otra persona, sin mencionar los beneficios que le traería esto a usted...

—Beneficios —bufó él—. ¿Lo haría usted?

—Bueno, el proceso sería distinto, pues yo soy mujer —le explicó—:

»Para que la mujer madure varios óvulos a la vez, es necesario que la donante reciba terapias hormonales (las terapias consisten en inyectarse a una misma, directamente en el abdomen), y como resultado, no solo hay duros cambios de ánimo (y posteriores y severos descontroles hormonales), los dolores de cabeza son frecuentes, lo mismo que los mareos, vómitos, hinchazón, aumento de peso, cansancio, resequedad vaginal...; y lo peor es que se corre el riesgo de comprometer a los sistemas hepático, renal, hematológico y respiratorio.

»Más tarde, mediante punción, se aspiran los óvulos directo del ovario, por lo que la donante no está exenta de infecciones —la punción va desde la vagina, pasando por el útero y hasta alcanzar el ovario—. En cambio, usted, solo eyaculará en un vaso y saldrá del laboratorio con un jugoso cheque. O efectivo, si así lo prefiere usted.

La sombra de la rosa ©Where stories live. Discover now