Capítulo 33 Gajes del Oficio

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—¿Irene? —llamó alterado.

—¿Si? —respondió mientras asomaba su cabeza por la puerta.

—¿Aun no estas lista? —Preguntó furioso—, sabes que no vendría a verte si no fuera algo serio, así que, no puedo perder tiempo.

—Lo siento, ya casi termino —mencionó al cerrar la puerta.

Sherlock suspiró amargamente y sin mucha dificultad empujó la puerta del baño. Irene abrió sus ojos y le observó, ambos se observaron. Irene se encontraba, tal vez para des fortuna, vestida con un pantalón de campana y talle a la cintura color azul marino y una blusa del mismo color que su pantalón, su rostro estaba cubierto con un maquillaje ligero, no excesivo como el recordaba, y su cabello era aún un desastre, aun trataba de arreglárselo.

—Sí que es muy, pero muy serio el asunto. ¿Qué es lo que pasa?

—¿Podrías ir al living room? —dijo, volviendo en sí.

—Me falta el cabello.

—Así estas bien —confesó, ahogando la voz. Irene sonrió pícaramente—. ¿Al living room, por favor? —cuestionó mientras hacía la seña caballerosa que le acompañara.

—Usted gana, señor Holmes —mencionó sin desaparecer su sonrisa.

Irene dejó de lado sus utensilios de maquillaje y peinado y caminó a la puerta con esa picardía en su rostro, Al verle Sherlock desvió la mirada pero mantuvo la misma posición hasta que Irene salió al pasillo. Él cerró la puerta y se fue detrás de ella.

—¿Café?

—Negro con dos de azúcar —respondió, aun sin mirarle.

—Lo supuse —continuó con esa sonrisa. Irene se dio la media vuelta y se adentró a su pequeña cocina—. Bien, cuéntame, ¿cuál es el asunto y que tengo que ver en ello?

—Sarah Jones —soltó. Irene se detuvo de golpe.

Irene se dio la media vuelta y le observó de una manera frívola y severa. Ante esas emociones plasmadas en ese rostro, Sherlock descubrió que abrió una caja de pandora.

—Habla —demandó ella—. Y no omitas ningún detalle.

Sherlock posó una media sonrisa sobre su rostro y de los bolsos de su abrigo comenzó a sacar puños y puños de papeles

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Sherlock posó una media sonrisa sobre su rostro y de los bolsos de su abrigo comenzó a sacar puños y puños de papeles. Irene realizó que el día sería largo, pero interesante en saber cómo le iba en la vida de su antigua colega.

Isabelle estaba en la sala principal observando, como se había vuelto costumbre, aquel busto de Margaret Thatcher. Tenía una intuición con respecto a esa pieza y bien Sherlock le había dicho que debía seguir aquellos presentimientos, nunca ignorarlos y averiguar su porque; pero por más que la niña buscaba ese porque, no lo lograba y eso le frustraba demasiado. Ella suspiró y se alzó del suelo para estirar un poco sus entumecidas piernas, y mientras lo hacía llegó la mucama, Teresa.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now