Cap 25

22.1K 824 50
                                    

A la mañana siguiente, sigo sintiéndome mal por haberla presionado. Oriana está acurrucada a mi lado, desnuda y calentita, oliendo a manzanilla y a mí. No hablamos más, ella me dijo que lo haremos hoy, segundos después se quedó dormida cuando estaba dentro todavía.
Ahora me siento completamente diferente respecto a mi estilo de vida. Siento que no necesito nada de esto con Oriana. La amo, y lo que más me aterra es que puedo asegurar que el sentimiento es auténtico y fuerte. Tengo miedo, esto podría arrasarme, pero a la vez es como si no necesitara nada más.
Se siente increíble.
Es como si hubiese estado todo este tiempo en espera de ella, solo respirando, solo existiendo, y ahora comienzo a vivir, comienzo a comprender que la vida no es un pozo de desgracias. Tengo esperanza de que no vaya a ser como mi padre, que no lo arruinaré.
No quiero ser como él, no quiero echarlo todo a perder. No con ella. ¿Cómo reaccionará cuando le diga que la amo? Probablemente la asustaré mortalmente. ¿Y si no me cree? Suspiro, será mejor que no se lo diga.
-Hola-saluda, con voz ronca, se despereza a mi lado y restriega sus pechos contra mi costado, se sube encima de mí y besa mi barbilla-estabas mirándome fijamente-dice ella-.
-Estaba observando lo hermosa que eres cuando duermes-ella resopla-.
-Babeo-muerdo juguetonamente su antebrazo, que estira para acariciar mi cabello-.
-Un poco-bromeo-.
-¡Julian!-exclama ella, medio enfadada, medio riéndose-.
-No, no babeas, nena-me incorporo y la ubico a horcajadas-.
-Eso, Julian, comienza algo que no puedas terminar y no respondo-frunzo el ceño-.
-¿Qué?
-Estás tan, tan duro-sonríe libidinosamente hacia mi miembro. Bueno, eso es cierto. Sacudo la cabeza, pero le sonrío a mi vez, con una idea en mente-.
-¿Sabes? Una vez, cuando estaba en el colegio, me inscribí en una carrera a campo traviesa, creía firmemente que yo podría ganar, porque, vamos, era el capitán del equipo de fútbol, estaba en forma, pero llegó el día de la carrera, y ¿adivina en qué puesto llegué?-ella niega con la cabeza y enarca la ceja izquierda-.
-¿En el segundo?-inquiere-.
-Nop, en el sexagésimo noveno. El puesto sesenta y nueve. Lo tomé como una señal-ella abre los ojos captando la idea-.
-Dios-dice luego de una pausa-si lo hacemos llegaremos tarde-susurra, se muerde el labio y veo las tuercas de su cerebro moviéndose, carburando, me acerco a su boca y la acaricio suavemente, ella suspira-.
No se lo digo, pero hoy no iremos. Tenemos que hablar, tengo que convencerla de que se quede a mi lado. Y si acepta, vamos a ir de compras. Sonrío para mis adentros, tendremos sexo en algún probador. El sexo en un lugar público aumenta la excitación, debido al peligro de ser descubierto.
-Hagámoslo-ella se sonroja violentamente-.
-Julian, no lo sé. Nunca lo hice antes-yo me encojo de hombros-.
-Yo tampoco-ella entorna la mirada-.
-Hmm-enarco ambas cejas, divertido-.
-En serio-le hago un puchero-pero tienes que admitir que es una buena alternativa cuando no tenemos preservativos-muevo las cejas, Oriana niega con la cabeza, riendo-.
-¿Es que no puedes sacarla antes de correrte?-ahora es mi turno de negar con la cabeza-.
-¿Dónde está tu espíritu aventurero?-me gustaría simplemente ordenárselo, pero prefiero no hacerlo, ¿eso me hace débil?-hagámoslo, nos gustará, lo prometo-ella voltea teatralmente los ojos, suelta un suspiro exasperado-.
-Bien-¡sí!-¿Cómo se supone que lo hacemos?-pregunta, desviando la mirada-.
-Bueno-la bajo de encima de mi regazo y la dejo acostada, cubierta hasta la cintura con el edredón, la destapo y le doy un repaso a su cuerpo, me muevo y me acuesto con la cabeza a los pies de la cama-súbete encima, nena-ella se muerde el labio inferior-.
Respira profundo varias veces y me deja pensando que no lo hará, pero finalmente, se mueve y se coloca a horcajadas sobre mi pecho, regalándome la maravillosa vista de sus partes más íntimas. Tomo sus muslos y acerco su cuerpo a mi cara. Todo mi cuerpo se tensa cuando siento su aliento sobre mi media erección, ella toma mi miembro en sus manos y lo aprieta, recorriendo la longitud desde la base hasta la punta, logrando que me ponga imposiblemente duro.
Jadeo.
Pienso devolverle las atenciones.
Su carne brilla, húmeda de fluidos, llevo dos dedos a su entrada y la penetro con lánguidas caricias. Torturo la hinchada carne mientras ella, a su vez me toca haciendo que mi cuerpo arda anhelante. Cuando siento su lengua en la punta del glande, la cabeza me da vueltas y contraataco inclinándome hacia delante y cubriendo su feminidad con la boca, sirviéndome de la lengua y los dedos para hacerla temblar.
Separo los tiernos pliegues y penetro con la lengua lo más profundo que puedo dentro de su vagina. Oriana da un respingo y la muy descarda, introduce todo mi miembro en su boca, hasta la garganta y lo traga, una y otra vez. Me rindo y hecho la cabeza hacia atrás, liberando un ronco sonido animal me cuesta en principio reconocer como mío.
Vuelvo a la carga y atrapo el desatendido clítoris entre los labios, tengo la cara embadurnada de su néctar, y me encanta. Me encanta hacer esto. Me encanta ella. Golpeo con la lengua el brote de nervios y lo succiono. A su vez, ella, bombea mi miembro, solo manteniendo el glande dentro de su boca chupándolo fuerte, lo cual hace que mi cabeza dé vueltas.
Mierda, voy a llegar rápido. Mierda, voy a explotar. Mierda, está haciéndole eso con las yemas de los dedos a mis testículos. Joder, joder, joder, joder.
Utilizo la lubricación natural de su cuerpo como lubricante para su ano—sí, tengo en este momento la suficiente fuerza para eso. Casi no puedo pensar—e introduzco un dedo en su entrada trasera, dos en su vagina—rebosante de fluidos, mmm—y le doy un buen uso a mi lengua, rodeando y saboreando su clítoris. Muevo los dedos y ella gime con mi pene en la boca.
La vibración me vuelve loco.
La mano que bombea se detiene y la cálida lengua de ella me recorre desde la punta a la base y de regreso, para introducirme de nuevo en su boca y tragarme. Mierda, es buena. Se retira, vuelve a bombear y a succionar el glande, mientras retuerzo el dedo en su ano, mis dedos en su vagina la penetran sin parar y mi lengua rodea su clítoris.
Un instante después, ella libera mi miembro y chilla, pero no deja de tocarme, entonces, mis muslos se contraen y mi clímax se construye y baja por mi espina dorsal, se asienta tres milisegundos en mis testículos y exploto, gritando su nombre contra su piel henchida.
Ella se desploma sobre mi cuerpo, mi pecho sube y baja, estamos cubiertos de sudor y fluidos.
-Qué loco-dice sobre mi vientre, con voz amortiguada-.
-Sí...-murmuro-.
-Fue genial. Es increíble que siga consciente-se ríe-creo... creo que olvidé mi nombre por un momento-oh, sí.
Ella se arrastra y se baja de la cama. Frunzo el ceño.
-¿A dónde vas?-inquiero, ella coge la bata azul de anoche y se calza unas pantuflas moradas-.
-Voy a preparar algo de comer. Ve a bañarte, debemos llegar temprano al segundo periodo, por lo menos-yo sacudo la cabeza-.
-No. Vamos a quedarnos aquí y hablaremos-ella enarca la ceja izquierda-nena-digo, levantándome sobre mis codos y antebrazos-tenemos que hablar sobre lo de anoche-ella baja la mirada y suspira-.
-Tenía la esperanza de que lo dejáramos así-se encoge de hombros-ya te lo expliqué, fue una sobrecarga, pero quiero hacerlo. Creo que podré hacerlo-vuelve a encogerse de hombros-.
Es tan pequeña y adorable, ahí parada, en una bata estilo siglo XIX que llega hasta el piso, estoy seguro de que me enamoré de ella en segundo en el que abrió la boca para mandarme a la mierda en la cafetería del campus. La ansié desde ese momento y no me siento capaz de hacerlo jamás.
Es fuerte de mente, preciosa, receptiva, divertida, inteligente y sobre todo; la amo.
Me siento en el borde de la cama y tomo sus manos en las mías, acaricio los nudillos.
-Gracias por aceptarme-le digo. «Te amo»-eres la mejor-ella sonríe levemente y baja la cabeza para darme un beso rápido-.
-Ya lo sabía-sonríe abiertamente ahora, y sus ojos se achican. Es hermosa.
-Oye, voy a preparar el desayuno, hablamos mientras comemos y luego...
-Iremos de compras-interrumpo, ella frunce el ceño-.
-¿Qué?-inquiere luego de una pausa-.
-Voy a comprar todo lo que necesites o yo crea que necesites-veo que aprieta la mandíbula y aspira fuerte-.
-Supongo que no voy a hacerte cambiar de opinión, ¿cierto?-yo asiento con la cabeza, mis comisuras se levantan-.
-No vas. Pasaremos, como, todo el día de tienda en tienda, ¿no te emociona?-ella niega con la cabeza-.
-Odio ir de compras, pregúntaselo a mi mamá, no soporto más de dos horas. Todo ese vestirse y desvestirse-se encoge de hombros nuevamente, es tan adorable-.
-Por hoy te va a gustar. Además, nunca has ido de compras conmigo-digo conspiratorio, le sonrío ladino, Oriana entorna la mirada-.
-Bueno...-murmura-voy a preparar el desayuno-voltea y desciende las escaleras, dejándome suspirando como una colegiala-.
Está desnuda bajo esa bata de seda—probablemente lo único femenino en su guardarropas, aparte de ese sensacional vestido de la otra noche—que flota a su alrededor creando una etérea imagen y cocinará para nosotros. Malditamente desnuda. ¿Podría haber algo más sexy? Nop.
****
Al salir de la ducha me golpea el aroma a café y me deja K.O., cabe mencionar que ahora yo también huelo a manzanilla y a canela, y que parezco un poco un vago porque estoy sin afeitarme. Sí, soy de esa clase de tipos a los que si no se afeitan por las mañanas parecen que no lo han hecho en semanas.
Me visto con la misma ropa que tenía puesta ayer y bajo las escaleras, me encuentro a Oriana sirviendo dos tazas de café y dando volteretas al son una canción de rock, hasta sacar del horno galletitas glaseadas.
-And all I need is you, come, please, I'm calling!-canta ella, desafinadamente, pero de todos modos, la encuentro adorable-.
Tengo que dejar de pensar en ella como un osito de peluche. Sacudo la cabeza, me siento en el desayunador con los codos en la mesa y mi cabeza entre las manos y le dedico una sonrisa bobalicona. Me mira y sonríe apenada, baja el volumen del estéreo con el mando.
-Hice galletas-dice-y café-deja la fuente de vidrio sobre una tabla de madera cuadrada-.
-Perfecto-le digo-¿cómo lo hiciste tan rápido?
-Ya había preparado la masa y el glasé antes, ayer, mientras estuve aquí, pensando en el asunto de que te gustaría pegarme-abro los ojos como platos-.
Demonios, no. Bueno, sí, pero para beneficio sexual nuestro, no para lastimarla porque me excita, en cierta manera lo hace. De todos modos, no me gusta lastimarla, no lo haría de ninguna manera. Es difícil de exponer. Es excitante hacerlo, duro, fuerte, rápido y usar instrumentos poco ordinarios, pero es para entretenernos, no para hacer daño—ni físico, ni psíquico—.
Hay más placer en el dolor de lo que la gente se imagina. Y me gustaría compartir todo ese placer con ella. Todas las sensaciones, todas las experiencias.
-No soy sádico-le digo, ella se pone seria-.
-Yo no he dicho tal cosa. Llegué a la conclusión de que tienes gustos poco corrientes y de que estoy bien con ellos. Entiendo que te guste el sexo duro y por lo visto a mí también-se ríe ahora-.
Inhalo y exhalo.
-Explícate-pido-.
Ella juguetea un momento con una galleta, con la vista fija en sus manos. Cuando me mira, mi corazón aletea en mi pecho.
-Para mí es correcto sentirme de esta forma hacia todo esto, quiero decir, que me encantó lo que pasó anoche, fue increíble-se sonroja-lo de esta mañana fue fantástico. Quiero darte placer como tú quieras que te lo dé y quiero que me enseñes cómo.
Wow.
Mi mente se queda en blanco. De todas las cosas... Yo no esperaba que dijera eso.
Me levanto, rodeo el desayunador, la atraigo a mis brazos y la beso, lentamente. Espero que comprenda con esto, que la amo y que estoy agradecido de tenerla en mi vida. Con Dios, con el destino, con la vida. Con quien sea el responsable de que un buen día fijara mis ojos en ella.
-Gracias por aceptarme-susurro sobre sus labios cuando el beso termina-gracias. No vas a arrepentirte-no te voy a dejar ir-.

****
-¿En serio?-dice, golpeteando el suelo con su pie, nerviosa y hasta un poco irritada-.
-Sí. Y no discutas-contesto con firmeza, ella se muerde el interior de la mejilla y hace una mueca de disgusto, que me resulta adorable, pero se supone que estamos discutiendo-.
-No lo quiero-gruñe, frustrada-.
-Lo llevaremos de todos modos. Uno de cada color.
Todas las dependientas miran curiosas la escena que estamos dando y me comienza a molestar.
-¡No necesito un jodido negligé!-exclama, exasperada, con los ojos bien abiertos-¡Testarudo!
-¡Lo necesitas, sí!-me acercó a ella y me elevo en toda mi altura, mirándola desde arriba, ella levanta la cabeza y no despega sus iracundos ojos de los míos, que arden-Haz el favor de comportarte como la mujer que sé que eres, no como una chiquilla malcriada-ella infla las mejillas, enojada-.
-¿No ves que no me queda?-señala su exuberante cuerpo a penas cubierto por el conjunto de encaje francés y gasa negra. Yo frunzo los labios y ladeo la cabeza-.
-Tienes razón, debería ser rojo-ella lanza un gruñido-.
-¡No me refiero al color, pedazo de...!-levanto la mano y ella deja de hablar-.
-Cuida el lenguaje-digo-.
Bueno, la verdad es que sí odia ir de compras.
Estamos en una sucursal de Sunshine's comprando—tratando de—lencería, pero ella está insoportable, se queja de que está cansada y que no es bueno que gaste así mi dinero en ella, y yo a mi vez me quejo de que tengo demasiado dinero pudriéndose en el banco.
Ay, nena, esto recién comienza.
-Ahora, ¿por qué crees que no te queda?-inquiero, con voz suave y melosa, el tono que uso con Daisy y Phoebe cuando las chantajeo para ir a la cama, Oriana baja la cabeza-.
-Porque soy gorda para usarlo-murmura, volteo los ojos-.
-Dios, no seas ridícula-con el dedo índice le hago levantar la cara hacia mí-eres perfecta, tu cuerpo combina, tienes todo en el lugar correcto y eso es caliente-ella sonríe-así me gusta.
-Bueno, si tanto te gusta mi cuerpo, ¿por qué simplemente no ando desnuda por la vida, y ya?-suspiro-.
-Porque quiero que tengas un negligé y ligas y todas esas cosas sexys. Para que pueda desenvolverte como a un regalo-honestamente, esa cosa la hace lucir como una sirena, toda sensual, y es tan sugerente. Es malo para mi salud-voltea y mírate al espejo-ella lo hace-.
Entonces aprovecho para escabullirme al interior del probador y cerrar la puerta, Oriana me mira a través del espejo negando con la cabeza.
-¿Lo vamos a hacer aquí, verdad?-pregunta, con un tono desaprobatorio en la voz, yo le doy una brillante sonrisa. Sus ojos mieles se encuentran con los míos y simplemente me encojo de hombros-.
-Bueno, ya estoy lo bastante duro, quiero demostrarte lo que me haces con esas prendas y me excita que lo hagamos en un lugar público-me acerco a ella y cierro los ojos al inhalar su cabello-Mmm-ella niega con la cabeza-.
-Eres incorregible. Tres veces en menos de veinticuatro horas. Soy una chica con suerte-dice-.
Luego de divertirnos un poco frente al espejo, decidimos llevar dos negligés, uno rojo y otro negro. Caminamos por el paseo central llevando la bolsa rosa pálido y pasamos frente a una tienda donde hay todo lo que necesita una mujer—vestidos, jeans, blusas, bolsas, zapatos, chaquetas—y la arrastro dentro.
-¡No vas a gastar por mí tu dinero aquí!-me grita susurrando-.
-Shh, necesitas ropa de aquí, se verá bien en ti-le digo y la tomo del brazo-.
-¡Nada Dior se verá bien en mí!-vuelve a gritarme susurrando-.
-Deja de comportarte así-saludo a la dependienta, que me da una gran sonrisa-hola, mi novia quiere ver todo lo que tengan, se lo probará todo. Y por favor, que sea de la nueva colección-asiente dubitativa, abro mi billetera y saco mi tarjeta de crédito, entonces, la chica vuelve a darme la inmensa sonrisa de hace un rato-ya sabes, cariño, zapatos y todas esas cosas-Oriana rechina los dientes a mi lado-.
Bueno, supongo que no entiendo cómo funciona esto de las casas de modas, pero según lo que sé Dior es una buena tienda, ¿no? Así que ciertamente no comprendo por qué Oriana se queja tanto, pero al final, deja su reticencia de lado y termina comprando algunas cosas.
-Te odio-murmura, cuando estoy firmando el recibo de la tarjeta de crédito-.
-No parecías odiarme cuando te probaste el vestido de cóctel plateado-le digo-¡Oh, Julian, es hermoso! ¡Di que es hermoso! ¡Me sienta perfecto!-imito su voz y sé que quiere quitarme la lengua. De hecho, lo hace, y yo me río-.
-Hmm-gruñe, una sonrisa baila en sus labios y volteando los ojos, dice:
-Gracias-y me besa-.
Envuelven todo en ridículas cajitas perfumadas y ordeno que la envíen a mi departamento.
-¿Es todo por hoy?-inquiere cuando salimos, yo niego con la cabeza-.
-No compraste lo suficiente-le digo-.
Nos pasamos el resto del día recorriendo tiendas y más tiendas, convenzo a Oriana que siga comprando—en realidad le digo que si me quiere complacer, debe comprar más—y lo hace, un poco enfurruñada, pero lo hace. Cuando la jornada finaliza, tiene un nuevo guardarropa completo.
Debo ser sincero, me salió bastante bien ir de compras con ella. Es la primera vez que lo hago con una chica que no sea de mi familia. A las otras sumisas les contrataba una asesora de imagen. Admito que fue más divertido de lo que pensaba que sería.
Terminamos en mi departamento repantigados en el sofá, estamos hechos polvo. La abrazo, huelo su cabello y comprendo que nada tenía sentido antes de ella. Antes de esto.

MasterWhere stories live. Discover now