Cap 23

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Revuelvo mi guantera en busca de un bolígrafo y escribo en la primera página:«Yo no solamente voy a llevarte al paraíso, prometo dártelo. Julian. Marzo, 13 de 2013».
Sonrío, me estoy convirtiendo en una anciana. Echo un vistazo al reloj del salpicadero, son las siete y media. Bajo y presiono el botón con un número tres, espero un momento.
-¿Hola?-inquiere Oriana, desde el otro lado-.
- Sumisa, ábrele la puerta a tu amo-le digo, sonriendo, ella resopla-.
-Ah, eres tú-dice-di algo mejor que eso para que tu novia te abra la puerta.
Volteo los ojos y frunzo los labios.
-Traje tus chocolates y un libro-escucho como se ríe-vamos nena, ábreme. Hace frío aquí afuera.
Finalmente lo hace y yo subo las escaleras, hasta su piso. Golpeo la puerta con los nudillos y un momento después ella abre. En bata. Una bata azul oscuro que deja la piel expuesta del valle de sus senos. Su cabello está recogido en un moño desordenado, algunos mechones están húmedos y se ve deliciosa.
Bueno, ella nació para tentarme, así que no puedo culparla.
Trata de mirarme seria, pero creo que la visión de yo sosteniendo cinco paquetes de diferentes marcas de chocolates y una bolsa de regalo colgando de mi dedo índice, le divierte. La risa baila en sus labios y se hace un lado para dejarme pasar al calor de su hogar.
El lugar es más grande de lo que parece por fuera, tiene dos pisos; la pared que da a la calle es totalmente de cristal, cubierta con una cortina pesada de brocato y terciopelo color chocolate con estampado búlgaro en tonos dorados. En la minimalista decoración de la casa predominan los colores tierra y la madera de nogal, el piso de parquet está cubierto por una mullida e inmensa alfombra persa.
Hay un desayunador de mármol que separa la sala del área de la cocina, con cuatro banquitos a su alrededor. La cocina con muebles incorporados y electrodomésticos carísimos está ordenada. Todo el lugar huele a cítricos y limpio.
Un escritorio y una silla acolchada se hallan contra una pared, al lado de un librero que va del piso al techo, el cual está repleto de suvenires y fotografías de su familia y momentos importantes, obviamente también de libros y discos compactos. Un diván negro con patas en garras doradas da la espalda al ventanal y una sensual imagen de Oriana desnuda, a lo Kate Winslet en Titanic viene a mi mente.
En el segundo piso debe encontrarse el dormitorio, porque vislumbro una cama, parado desde donde estoy. Sonriéndole inocentemente, pero deslizando una mirada lujuriosa por todo su cuerpo, dejo sobre la mesa de café sus obsequios y asciendo por las escaleras caracol de acero y ella me sigue, soltando un suspiro resignado.
Si la casa está ordenada, su habitación no lo está. Es un desastre. La cama está deshecha, hay ropa tirada en el piso y una montaña de ella sobre lo que parece ser un sofá. Dos pilas de libros reposan en el piso, al lado de la cama. Una de las puertas de un armario incorporado a la pared está abierta, y muestra una infinidad de sudaderas y pantalones de deporte. No hay maquillaje sobre el tocador, solo cremas y perfumes. Sobre la mesa de noche hay dos tazas, un vaso y una botella de plástico.
-Siento el desorden-lo dice más por educación, sé que no le importa-.
Niego con la cabeza.
-No te preocupes. Pero cuando te mudes conmigo, espero que no arrastres tu caos a mi departamento-mis ojos paran de examinar su habitación para mirarla-.
Su mirada incrédula y mandíbula desencajada son de película.
-¿Qué?-prácticamente chilla-.
-Leíste el contrato, ¿verdad? Relación 24/7, nena. Todo el tiempo. Todos los días, a todas horas. Yo encima de ti-suspiro-sí. Aunque puede variar, ya sabes. Hay algo contigo a horcajadas. Me pone cuando tú estás arriba-de golpe cierra la boca y aprieta los dientes-.
-¿Es en serio? ¿Vas a hacerme firmar ese contrato?-inquiere-.
-No. Me basta con explicarte las cosas y confiar en que podrás cumplir con mis expectativas-ella traga saliva-.
Se sienta en su cama con la mirada en blanco. Me preocupa que pueda estar asustándola, pero tengo que mantenerme firme. Espero demasiadas cosas de ella, de nuestra relación.
-¿Voy a tener que llamarte Amo todo el tiempo?-musita, tomo asiento a su lado-.
-No, mi dulce, por supuesto que no. Sólo cuando estemos jugando. Son roles, yo soy tu Amo, y tu eres mía para poseer, gozar, dominar, obedecer-ella se estremece, la abrazo por la cintura y la pego a mi cuerpo. Le levanto el rostro con un dedo-mía para mimar, malcriar-ella deja que su maravillosa risa flote a nuestro alrededor-.
-No soy una niña.
Oh, bueno, eres casi una. De pronto me siento un pedófilo.
-De todos modos, siendo más joven que yo, puedo malcriarte si quiero. Eres mía. Deja atrás tus ideas preconcebidas, Ori. No es cómo te imaginas.
-¿Te refieres a doloroso y escalofriante?-pregunta-.
-Probablemente te parecerá confuso y sí, también escalofriante que el dolor pueda parecerte placentero, pero esto se trata sobre sentir. Dejarte llevar por las sensaciones. Confiar en mí, entregarte a mí. Completamente. Nunca te daría algo que no pudieses tomar, nena.
-Quiero que sepas que nunca te dañaré-susurra, frunzo el ceño-.
-¿Qué?-Eso me dijiste cuando salimos de Andy's-dice-te comportaste con Mikey como un neandertal con SPM porque estaba hablando conmigo. Comportándote todo posesivo. Nuestra primera vez. Tú ordenándome correrme y todo eso. Cuando nos conocimos.
-Bien, supongo que no puedo dejar de ser quien soy.
-No. Y eso está bien-besa mi mejilla y sonríe débilmente-.
-Oriana, cariño, no te preocupes. Básicamente nuestra relación seguirá igual, somos novios, sólo que tendremos sexo pervertido y duro unas cuantas veces a la semana-ella entrecierra los ojos-.
-Hmm, pero voy a mudarme contigo-dice-.
-Vas. Y también voy a comprarte cosas, todo lo que quieras y necesites, todo lo que yo piense que necesitas y lo que quiera comprarte-comienza a negar con la cabeza y yo atrapo su rostro-Oriana, eres mía.
Inhala con fuerza.
-No voy a sentirme cómoda. De verdad que no. Además, estudias. Vas a tener que buscar un empleo...
-Nena, mi padre me dejó un montón de empresas cuando murió...-ella se lleva la mano a la boca-.
-¡Santo cielo, Julian! ¿Por qué nunca me lo dijiste?-inquiere ella-.
Yo me encojo de hombros. Nunca me lo preguntó, además no sé por qué le cuento esto a ella. No le cuento este tipo de cosas a la gente, menos a mis sumisas. Ellas no hacen preguntas, ni se preocupan de dónde sale el dinero para mantener mi pervertido y caro pasatiempo.
-¿Crees que me lo puedes contar ahora?
-No hay nada que decir-ella frunce el ceño. Terca, no me va a dejar en paz hasta que se lo cuente-bueno-suspiro-mis padres se divorciaron cuando tenía cinco años, mi mamá volvió a casarse con mi padrastro, Mike Tomlinson, dos años después. Mike es el único padre que alguna vez conocí, me adora y yo a él.
-Oh, bebé... lo siento tanto, se nota que lo querías.-Lo quiero, todavía. El que murió fue mi padre biológico, quien era un bastardo infiel. Murió en un accidente automovilístico con una de sus amantes un año después del divorcio. Todo pasó a mi nombre, no le dejó nada a mi madre. No es que eso la afectara, ella siempre fue rica. No me mires así, no me siento mal. Los malos recuerdos de Oscar Serrano fueron reemplazados por la maravillosa infancia que me dieron Mike y mi mamá-con una tranquilizadora mano acaricia mi cabello-jamás tuve interés en nada de lo que perteneció a ese sujeto. Una junta administra el conglomerado, nombré a mi madre presidenta, cuando cumplí la mayoría de edad.-Espera-las caricias se detienen. Mmm, noooo-¿Serrano? ¿Como Serrano Corp? ¿Ese enorme conglomerado? ¿Eres dueño de Serrano Corp?-sorprendida me mira cuando asiento.
-¡Eres el puto dueño del país entero!-exclama y yo me río ante su perorata.
-Oh, no. No te rías. ¡Eres dueño hasta de la bata que llevo puesta! La compré de Sunshine's-menciona la cadena de ropa interior de la que también soy dueño-.
-¿En serio?-ella asiente con vehemencia-vaya. Entonces quiero que me la devuelvas-ella voltea tremendamente los ojos-.
-Basta-dice ella, levantándose, enarco una ceja y ella me mira exasperada-.
Ori, levantarte no servirá de nada. De todos modos voy a tenerte esta noche.
Sostengo su mano y la atraigo, lentamente, hacia mí. Deslizando mis dedos entre los suyos y dirigiéndole una mirada afligida. Soy un mal actor, pero debe funcionar porque sus reservas caen y lo siguiente que sabe es que se encuentra entre mis piernas y le estoy desatando el nudo de la bata—bendigo que su cama es una de esas con el colchón alto—.
Su mirada trabada en la mía, oscurecida y sus labios entreabiertos. Me detengo en una de las solapas de la bata todavía cerrada, esperando a que ella se niegue; no lo hace.
Abro la bata dejando únicamente al descubierto la piel de en medio de sus pechos, el abdomen y el vello que cubre su carne. La acaricio con las yemas de los dedos desde el cuello hasta el abultado estómago y ella suspira. Con sus manos en mi rostro levanta mi cabeza y sólo roza sus labios con los míos, tiernamente.
-Te acepto-susurra, antes de besarme de verdad y yo cierro los ojos-.
Y de repente dentro de mí, sucede algo que no sé bien qué es. Pero tengo la certeza de que sobre todas las cosas, Oriana Sabatini es más importante, que me cortaría un brazo antes de hacer algo que la lastime o perjudique. Nunca me permitiría ser egoísta con ella. Y si ella no me quisiera a su lado, la dejaría ir. Lo haría.
Estoy jodidamente asustado...Finalizo el beso y retiro mi cara de entre sus manos. Lentamente, ella se sacude la prenda con los hombros y ésta cae, arremolinada alrededor de sus pies. Me agacho, retiro el cinturón de la bata y lo paso por una muñeca, luego por la otra, ella me mira con los ojos abiertos, cautelosos, pero no se asusta o vacila. Le doy un beso en cada muñeca.
La tomé por sorpresa, pero confía en mí, lo cual me alivia.
-Relájate y no pienses. Dedícate a sentir-cuando la tranquilizo el tono de mi voz es firme, ella asiente y baja la cabeza, Dios, es imperfectamente perfecta para mí-no hables a menos que te de permiso. Vas a dirigirte a mí como señor-veo como su mandíbula se tensa.
-¿Entendido?-vuelve a asentir-bien.
La cargo y la llevo al centro de la cama. Sujeto a la cabecera los dos extremos del cinturón y abro. Está hermosa, apetecible. Comienzo a desvestirme y cuando ella piensa que no la estoy viendo, comprueba la resistencia de sus restricciones.
Ay, nena, yo te miro todo el tiempo.
Con las piernas cerradas y las rodillas parcialmente levantadas, luce como un sacrificio divino. Sus ojos mieles me miran curiosos.
-Y Oriana... otra cosa-digo, tanteando, mientras busco los dos paquetes de preservativos en el bolsillo de mis pantalones, los coloco en la otra mesa de noche, sobre la que hay una lámpara-mantén siempre las piernas abiertas para mí-ella inspira con fuerza y abre las piernas, exponiéndose ante mis ojos. Hermosa. Comienzo a endurecerme.
-Te ves fantástica-ella sonríe levemente.
-¿Tienes alguna pregunta?-asiente-adelante.
-¿Los gemidos y demás ruidos sexuales cuentan cómo hablar sin permiso, señor?-acabo por estar más duro que una piedra ante el sonido de su ronca voz de niña pequeña y la mirada atrevida que me da, sumada la manera lasciva en la que pronuncia el apelativo-.
-No, Oriana. Puedes gemir todo lo que quieras-ella sonríe abiertamente, seductoramente-ahora-comienzo, mientras rasgo un preservativo y me lo pongo-vamos a follar de verdad. Y será duro. Si te corres, te castigo. La noche será larga, así que espero que hayas comido algo.

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