Campanas

7 0 0
                                    


Sentía su sonido hipnotizante desde varias cuadras de aquella ciudad londinense. El rocío caía al pasto como velo en ojos de novia y mostraba evidencia de tormentas ya pasadas. El frío de la noche penetraba en su piel como una delicada niebla blanca que corría entre sus venas, gélidas, paulatinamente endurecidas. 

La noche encantada con una mística esencia la iba homogeneizando cada vez más en sus profundidades.

Todo comenzó con aquel sonido hipnotizador que surgía de la imponente catedral que parecía querer amenazar el cielo con sus torres.

Su admirable arquitectura oscura contrastaba casi a la perfección con el blanco cielo que había vencido a los últimos suspiros del sol y sus nubes pesadas cual alma atormentada amenazaban llanto.

Como siguiendo un baile antiguo, comenzó su cuerpo a moverse hacia el rítmico sonido de las campanas. A medida que su tronar profundo penetraba en sus tímpanos producto de la efímera distancia cada vez más reducida, sentía como esas esculturas de pacto y cobre se asimilaban a los latidos de su corazón. Cada tronar, un latido que hacía temblar su corazón. Cada silencio, un suspiro que enmudecía su pecho.

Cuando solo unos pocos metros la separaban de aquel tronar cada vez más denso, sintió como algo en su interior pretendía emerger de su pecho para homogeneizarse con una noche que danzaba a ritmo lúgubre.

Con cada tronar de las campanas de aquella majestuosa iglesia, sentía ahora un punzante dolor  que se resumió en un grito.

Agarrándose el pecho, en vano, cayó de rodillas al piso humedecido, y pudo contemplar su grandeza soberbia y oscura. 

Con el último tronar de las bailarinas de hierro su corazón se detuvo, y lo único que se escuchaba era un ensordecedor silencio de una ciudad que ahora enmudecía junto con su alma. 


CampanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora