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Anne al verlo salir, estalló en risas enfermas. Quería más. Nada le causaba más satisfacción que el escuchar aquellos gritos de odio hacia ella. Amaba sentirse poderosa, lo amaba. Nadie podría, ni en cientos de años, quitarle aquella mala costumbre.

Ella, la rosa amarilla.Where stories live. Discover now