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Ella lo destruyó una vez más. Y él, con el corazón cansado y la mirada perdida, la mente aturdida y las palabras sin sonar... susurró.
-Te odio- para luego estallar -¡TE ODIO!- y marcharse antes de faltarle, aún más, el respeto por aquel grito y, ni pensar en insultarla, jamás haría eso.

Ella, la rosa amarilla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora