—En marcha —dijo guardándose el celular en el bolsillo.

—¿Caminaremos? —pregunté antes de dar el primer paso a la salida.

Él negó con la cabeza.

—Yo pago el taxi. —Se hurgó los bolsillos para sacar algo de dinero—. Está muy cerca, no cobrará ni la mitad de lo que vale este billete. Además, no cargarás con esa bici.

Mis padres no me daban mucho dinero para el instituto, apenas y el suficiente para comprar el almuerzo. Desde que regresaba en bicicleta con Matthew dejé de gastar en el autobús que me dejaba frente a mi calle en tan solo cinco minutos.

Salimos y nos paramos al lado del auto de Matthew. No miré al conductor en ningún momento por la incomodidad y el enojo que me provocaba saber el tipo de persona que era su padre.

Aguardamos un par de minutos en silencio, girando la cabeza en busca de algún taxi que estuviera libre y pasando por ahí. En cuanto apareció, Isaac alzó el brazo a la altura de su rostro.

Mi acompañante fue precavido y primero preguntó si podíamos colocar la bici en el portabicicletas del vehículo, ubicado en la parte trasera. Nunca había tenido la necesidad de utilizarlo, por eso no supe cómo se montaba y colocaba. Una vez más, Isaac fue en mi ayuda.

Más que hacerlo todo, me explicó paso a paso la forma correcta de ajustar la bici, justo como acostumbraba cuando nos asesoraba para la obra.

—A partir de pasado mañana, lo harás tú solo —dijo como un padre dirigiéndose a su hijo pequeño—. A ver si ha servido lo que te acabo de enseñar.

Curveé los labios a medias y miré en otra dirección cuando él, repentinamente, me revolvió el cabello con la mano. Antes de contestarle tan siquiera con un gesto, se apartó y se dirigió a la puerta del copiloto. Yo lo seguí por detrás, a pasos alargados y rápidos sin ningún pensamiento en la cabeza. Casi al mismo tiempo abrimos la puerta, pero él entró primero porque yo me distraje con lo que ocurría a un lado de mí.

A unos metros, Matthew también estaba por entrar a su auto. Los dos nos vimos fijamente, yo porque alcancé a notarlo de último momento y él porque me vio a punto de irme en un taxi con Isaac.

Se metió antes de que pudiera decirle algo, con una expresión entre confundida, tensa y molesta. ¿Vio lo de su bicicleta? ¿La caricia amistosa de Isaac? Quise que la tierra me tragara y al mismo tiempo, correr a su ventana para explicarle todo.

—¿Qué haces, Carven? —El chico se asomó por el retrovisor arqueando una ceja.

El padre de Matthew encendió el motor y arrancó con rapidez, como era su costumbre. Al pasar junto a nosotros, Matt no volteó con disimulo hacia mí, sino hacia Isaac para comprobar que sus ojos no lo engañaban y que de verdad iba a irme con él.

—Revisaba por última vez que la bicicleta estuviera bien puesta —respondí en voz baja, observando al auto negro alejarse y desaparecer unas cuantas cuadras delante.

—Revisaba por última vez que la bicicleta estuviera bien puesta —respondí en voz baja, observando al auto negro alejarse y desaparecer unas cuantas cuadras delante

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El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora