39: Los borrachos dicen la verdad

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Tomé su brazo y lo llevé hacia la pequeña escalera de emergencia que había a un lado de la pared para que subiera hacia su habitación. Pero él se plantó en medio de mi balcón y no pude moverlo más.

—Ya te dije que no me voy, Bizcochito.

Suspiré con fuerza.

—No hagas esto más difícil, Kem.

—¿Yo hago esto más difícil? —preguntó con incredulidad, presionando un dedo en su pecho—. Tú eres la que hace esto más difícil. No quieres estar conmigo. Te amo, sólo a ti. —Eructó, haciendo que aquellas palabras no fueran para nada románticas—. Ni siquiera sé por qué estuve con Ada.

Rodé los ojos, pero Kem continuó:

—Desde que me dejaste, soy miserable. Sólo debes mirarme para darte cuenta. —Su risa volvió a resurgir—. Nunca creí que una chica podría ponerme así. ¿Sabes? Yo amaba estar con chicas, estuve con muchas, no como novios, pero sí teníamos un rollo. Y creo que este es mi karma. Estoy pagando todo lo que hice mal.

Puse mi mano sobre su brazo cuando pensé que se iba a echar a llorar, pero al contrario, se echó a reír como si le hubieran contado el chiste más gracioso del mundo. Sus carcajadas subieron de intensidad y tuvo que inclinarse hacia delante para sostener su estómago. Segundos después se calmó y se limpió las lágrimas que había derramado de tanto reírse.

—Soy un idiota, ¿verdad?

Me encogí de hombros.

—Eso se puede corregir. —Sonreí de lado viendo su vulnerabilidad. Sus ojos parecían melancólicos y sabía que estaba intoxicado en alcohol, pero una parte de mí quería ayudarlo—. Ven conmigo.

—Eso quería oír, Bizcochito —dijo con voz de borracho.

Cogí su mano y lo jalé hacia la escalera de emergencia, que nadie usaba, y que llevaba a su balcón. Con mucho cuidado lo ayudé a subirse y luego yo lo hice tras él. En pocos minutos estuvimos arriba; Kem parecía ir muy lento y siempre se detenía en un escalón para mirar hacia abajo para ver si lo seguía. Una paranoia suya el que lo dejara sólo.

Cuando trepamos a su balcón, Kem se tambaleó, pero lo sujeté por el costado para que se apoyara en mí. Rodeó mi hombro con su brazo y me atrajo hacia él, para inclinarse e inhalar de nuevo mi cuello. Pero, ¿qué obsesión tenía conmigo?

Lo golpeé sin mucha fuerza en el brazo para alejarlo, pero su equilibrio era malo así que cayó hacia un lado y me llevó con él. Caímos al suelo, yo sobre él por lo que no me golpeé, pero Kem parecía herido. Sin embargo, comenzó a reírse como loco, conmigo sobre él. Mi espalda chocaba contra su pecho.

En un movimiento, me dio la vuelta para estar frente a frente. Lo miré como si se hubiera vuelto loco.

—¿Qué te pasa? —pregunté enfurecida. Pero aquello no duró mucho, porque su sonrisa me causó risa y cuando reí no pude parar.

Kem me observaba embobado mientras yo reía a carcajadas.

—Eres preciosa cuando ríes, Bizcochito.

Resoplé, aun riéndome. No pude aguantar más y presioné mi frente en el pecho de él para reírme más a gusto sin su intenso escrutinio.

Cuando estuve más calmada me levanté sin mirarlo a los ojos y lo ayudé a levantarse del suelo. Era difícil, ya que pesaba mucho, pero logré hacerlo cuando él cooperó. Lo llevé hasta su cama y lo ayudé a recostarse.

La puerta de su habitación estaba abierta, así que me acerqué para cerrarla, pero el ruido de algo afuera llamó mi atención. Volteé para ver a Kem, él estaba con la cabeza recostada contra la pared y los brazos detrás, en su nuca. Lo dejé ahí para ir hacia el ruido que había oído en su departamento.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now