33: Amistades traicioneras

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Al llegar, todos nos esperaban ahí. Apagué mi celular con miedo a que mis padres llamasen, y me concentré en ensayar y tocar con la banda mientras Debie nos observaba y con su celular grababa algunos vídeos de nosotros tocando. El día sábado no fue un completo desastre como yo creí al principio de la noche. Estuve bien y perfecta en la actuación, como dijeron los chicos, pero no siempre podía salir así, tenía que ensayar con ellos para que todo saliera correctamente.

No me di cuenta que la hora se pasó rápidamente hasta que decidimos hacer un descanso y yo prendí mi celular. Vi varias llamadas perdidas de mi mamá. Al instante me entró el miedo. Iba a morir llegando a casa.

Me despedí de todos apresuradamente y tomé a Allan del cuello para que me llevara a casa como lo había prometido.

En el camino apagué mi celular de nuevo. Un plan en mi cabeza se estaba formando para cuando Allan llegó al edificio donde vivía, me despedí brevemente de él y corrí para entrar al edificio. Con rapidez subí las escaleras sintiendo temor. Eran las 11:38 pm según mi reloj de muñeca y si mis padres estaban despiertos hasta ahora iba a morir.

Escuché pasos detrás de mí pero no hice caso.

Abrí la puerta del departamento con mi llave. La luz de la sala estaba con la luz prendida y me sorprendí de ver adentro en la sala de mi casa a Kem, junto a Kylan y mis padres conversando. Amber también estaba, al lado de mamá. Al escucharme llegar, absolutamente todos voltearon a verme. La puerta del departamento se abrió más, por el rabillo del ojo vi a Allan pararse a mi lado protectoramente. Su pinta de rockero hizo que mis padres se horrorizaran. La mirada de Kem y Kylan competía con la de mis padres, ellos parecían no sólo horrorizados, sino también confundidos. Mamá miró a Allan de pies a cabeza sin disimulo alguno, luego me miró con molestia. Se levantó del sillón y todos la siguieron. Se acercó a mí y por la mirada que tenía, supe que de hoy no pasaba.

—¿Por qué estás llegando tan tarde, señorita? —preguntó con voz dura. Sabía que era una pregunta retórica por lo que no respondí. Estaba más apenada de ver a los chicos junto a Amber aquí. ¿Qué rayos hacían aquí? Mamá me lo explicó al ver que los miraba con confusión—. Yo llamé a cada uno pensando que tú estabas con ellos, pero al parecer estabas con alguien más. —Miró detrás de mí a Allan.

Cerré los ojos con fuerza. No sabía por qué Allan me había seguido, pero sabía que había sido un error. Que mis padres me vieran llegar con un chico a semejante hora, era muy mala señal.

—¿Y quién eres tú? —preguntó mi padre con voz autoritaria, mirando a Allan y acercándose a nosotros. Allan no se amilanó ni un poco, sino que levantó una mano en dirección a papá para que se le estrechara.

—Soy Allan, un amigo de Ruby...

Al parecer él no sentía la tensión que había en el ambiente, porque no hizo nada más. Cuando vio que mi padre no iba a estrecharle la mano, la metió en su bolsillo.

—Bueno señores —dijo Allan mirando a mis padres—, dejo a Ruby con ustedes. Yo me retiro, es muy tarde para estar aquí. Mucho gusto en conocerlos. —Se fijó en mí, levantó una mano, la sacudió en despedida y se fue por donde vino.

Mis padres lo observaron irse hasta que cerró la puerta tras de él. No sabía por qué Amber, Kylan y Kem seguían aquí. Traté de ignorar sus profundas miradas pero me era imposible. Miré a mamá suplicante e hice una seña hacia ellos. Gracias a Dios mamá pareció entender.

—Chicos, disculpen por llamarlos a esta hora —habló hacia ellos—. Ruby ya llegó así que es hora de que vayan a sus casas. Muchas gracias.

Amber fue la primera en retirarse, no sin antes despedirse de mis padres y pasar por mi lado sin una sola palabra. Quise alcanzarla para hablar, pero sabía que había tiempo para aquello. Ahora estaba más enfocada en mis padres que en ella. Kylan también se retiró junto a Kem sin decir nada más. Cuando la puerta se cerró tras de ellos, mamá volteó a verme.

—¿Quién era ese chico, Ruby?

Parpadeé.

—Un amigo.

—¿Dónde lo conociste? —preguntó papá calmadamente parándose al lado de mamá.

—En la escuela.

—¡No nos mientas! —rugió papá mirándonos con furia. Abrí los ojos sorprendida—. ¡Ya sabemos todo lo ocurre, Ruby! Tu amiga Amber nos ha contado que estás trabajando en una cafetería cerca de aquí luego del colegio ¿Ahí conociste a ese chico, no?

Mi corazón empezó a latir rápidamente. ¿Cómo?

Mi mejor amiga les había contado a mis padres sobre mi trabajo. Iba a matarla en cuanto la viera. ¿Qué clase de amiga era ella?

—¿Cuándo les dijo eso?

—Hace unos minutos. Y ese chico de arriba nos lo confirmó.

—¿Quién, Kem?

Papá frunció el ceño.

—No lo sé.

Mamá negó.

—Su hermano Kylan lo confirmó —me dijo, y sentí como si me hubieran clavado un puñal por la espalda.

¡Es que no podía crecerlo! ¿Por qué le tenían que contar a mis padres cosas como esa? Era un secreto mío para contar, no de ellos. ¿Qué clase de amigos eran? Amber sabía perfectamente que mis padres desaprobaban el que yo trabajara. El año pasado cuando Dan se fue, yo, junto con Amber, quise trabajar en el verano para poder distraerme, pero mis padres me lo prohibieron.

Amber lo sabía perfectamente.

Vaya amiga.

—Contesta Ruby, ¿quién es el chico que vino contigo? —volvió a preguntar papá, pero esta vez más calmadamente.

—Es un amigo de Debie. Ella trabaja conmigo en la cafetería —dije sintiendo como una lágrima se deslizaba por mi mejilla, no quería llorar pero lo estaba haciendo.

Ya sabía lo que se venía a continuación.

—Pues ya no trabajarás más ahí ¡¿Me escuchaste?! —pregunto papá señalándome con furia—. Renunciarás a ese trabajo y a partir de hora, vendrás a casa inmediatamente luego de clases. Y no saldrás a ningún lado.

—Pero papá...

—¡Nada de peros! —grito mi mamá fuera de sí, interrumpiéndome—. No solo nos dijo de tu trabajo, sino también de la mascota que recogiste de la calle.

Esta vez abrí los ojos como platos.

—¿Qué? —pregunté cómo tonta—. ¿Quién te dijo eso?

—Amber y Kylan. Pero ellos se llevaron al cachorro así que no importa —mamá hizo un gesto desdeñoso. Se dio media vuelta sin decir nada más y se alejó en dirección a su habitación.

—Estás castigada, Ruby —informó papá para también dar media vuelta e irse detrás de mamá.

Yo corrí a mi habitación y vi que ciertamente Kiwi no estaba por ningún lado. Busqué frenéticamente en todas partes, pero tampoco vi su camita o sus juguetes.

Sabía dónde estaba.

Eché llave a la puerta de mi habitación y fui hacia el balcón. Como vi tantas veces hacer a Kem, yo hice lo mismo; me trepé con la ayuda de una banca y subí hacia su balcón. Con una sonrisa para nada feliz, salté al otro lado viendo la puerta de su balcón abierta.

Ese infeliz iba a escucharme. 

 

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El chico de arriba #1 | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now