Aquí estoy

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El celular marcaba las tres de la tarde, con sus números blancos brillando sobre el fondo estrellado que su hermana había puesto hace unos días. Lo miró por unos segundos, hasta que se apagó por si solo aún en sus manos, y siguió observándolo. La pantalla tenía una pequeña grieta en la zona superior, causada por una caída a manos de uno de sus sobrinos el día anterior; paso uno de sus dedos por ella, sintiendo el vidrio roto bajo su tacto, y suspiró.

Dejo el celular bajo la almohada, agarrando a su vez la manta que siempre tenía guardada en su armario para este tipo de días y, tapándose hasta la mitad del rostro con ella, volvió a cerrar los ojos.

Se acomodó con lentitud, encogiendo sus piernas contra su pecho y sintiendo como esas medias acolchonadas que su hermana le había regalado hace dos meses mantenían sus pies calientes. Volvió a suspirar, cerrando sus manos y posicionandolas en el hueco entre su pecho y su mentón.

El tiempo pasó, ¿habían pasado minutos u horas? No lo sabía, y sinceramente no le importaba. Simplemente mantuvo los ojos cerrados, pasando de la conciencia a la inconsciencia y viceversa en un ciclo sin fin.

—¿Derek? —Sintió la suave voz de su hermana. Sintió como abría las puertas de su departamento buscándolo, llamándolo por su nombre un parte de veces más. Sabía que debía de responderle, hacerle saber que estaba en su cama y no preocuparla, pero no encontraba su voz. No tenía fuerza para mover su mandíbula o para siquiera abrir sus ojos. Parecía que todo deseo de moverse se habían esfumado de su cuerpo. —¿Derek?

Y de pronto la puerta de su cuarto se abrió. Sintió como su hermana se adentraba a su habitación, parándose a un lado de su cama. Juraba poder sentir sus ojos sobre él, mirándolo, juzgandolo. Sabía que en realidad no lo juzgaba, pero lo sentía dentro suyo. Sentía como sus ojos perforaban su cuerpo y apuñalaban su corazón, como un escalofrío le recorría la espalda y un despiadado frío crecía en su estómago y se esparcía por su cuerpo. Lo congelaba, no podía mover sus brazos o piernas, no podía respirar. Sus pulmones no tenían espacio, se le había congelado el pecho y parecía que el aire solo salía de su cuerpo. Necesitaba respirar con fuerza, necesitaba abrir la boca y tomar una gran bocanada de aire, pero sus dientes estaban pegados. Hasta su lengua parecía haberse congelado contra su paladar, ni siquiera podía tragar saliva.

Empezo a temblar, quería respirar pero sus pulmones no cooperaban. ¡Su maldito cuerpo no funcionaba, maldición! ¿Por qué nunca nada le salía como él deseaba? Quería respirar, quería moverse y salir de la cama. Lo quería tanto. Pero se sentía tan difícil de conseguir, tan imposible de lograr. Tan...

—Yo estoy aquí amor —las palabras de su hermana lo despertó. De pronto sintió como una mano se posaba contra su rostro, y de la nada volvió a sentir el control sobre su cuerpo. Abrió la boca con rapidez, tomando aire con fuerza y sintiendo como el fuego entraba a sus pulmones. Todo su cuerpo dolió de repente, todo volvió a trabajar como debía y ardió como si bolas de fuego circularan por su sangre. —Hey, respira. Respira lentamente Dek, ya pasó.

Volvió a sentir una mano sobre su rostro, y de pronto fue consciente de la humedad sobre él. ¿En qué momento había comenzado a llorar? Dios, que estúpido.

—Te amo Dek —el susurro de su hermana llegó a sus oídos, al mismo tiempo en que sentía como se metía a la cama y se recostaba al lado suyo, abrazándolo con sus delgados brazos. —Eres el mejor hermano mayor, ¿lo sabías? El mejor del mundo.

Y poco a poco sintió como el frío que nacía de su estómago se iba. Cómo ese sentimiento de estarse congelando se esfumaba y el calor volvía a su cuerpo. Todo parecía mejor, el día era un poco más claro cuando tenía a su luz al lado suyo iluminando su vida.

—Te amo —las últimas palabras de Willow lo acompañaron mientras el cansancio se apoderaba de su cuerpo y se dejaba arrastrar a la inconsciencia nuevamente.

Cuando volvió a abrir los ojos, un nuevo día comenzaba. Y mientras el sol salía lentamente, observando el rostro durmiente de su hermana menor justo en frente suyo, sus fuerzas volvían suavemente a su cuerpo. Y solo pudo sonreír levemente, besando la frente de su hermana, dando gracias a todos los cielos de tener a tan bella luz en su vida.

Estoy aquíWhere stories live. Discover now