Prioridad

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En todos los años que ha vivido jamás había asistido a un psicólogo, ni siquiera estaba familiarizado con el tema

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En todos los años que ha vivido jamás había asistido a un psicólogo, ni siquiera estaba familiarizado con el tema. Natsu en cambio sí tuvo que ir cuando empezó a preguntar por su padre, fue difícil explicar que ya no estaba en la tierra, así que su madre buscó ayuda de un profesional.

El lunes por la mañana despertaron muy temprano. Shōyō acompañó a su madre a dejar a Natsu a su escuela, la pequeña estuvo saltando por el camino de lo feliz que se sentía al estar con su familia.

Después de dejarla en la entrada, tomaron un taxi para llegar más rápido al consultorio y fue cuando bajaron del auto, que el nudo en su estómago se hizo más apretado.

Shōyō se quedó quieto en la puerta, observando el piso.

Sólo debía dar un paso y ya.

Apretó las manos en su ropa, en la chaqueta que le llegaba debajo del trasero que se compró cuando obtuvo su primer sueldo.

Sólo debía dar un paso y ya.

Escuchó su propia respiración hacerse cada vez más rápido y apretó todavía más sus manos.

¿Por qué no se movía?

Su madre lo tomó de las manos y sólo entonces su cuerpo se movió, dando dos pasos al interior de la consulta. La secretaria fue muy amable y les indicó que se sentaran en unas sillas, donde sólo pasaron diez minutos y una mujer salió.

— ¿Hinata Shōyō? — ella preguntó con una sonrisa en su rostro y Shōyō se paró de inmediato, asintiendo — Por aquí.

Dio una última mirada a su madre antes de entrar. Y cuando ella cerró la puerta, su cuerpo entero empezó a temblar. El aire empezó a faltarle, y sus ojos se humedecieron.

Quería vomitar.

— Toma asiento por favor.

Se sentó en el sillón que la mujer indicó, manteniendo la distancia. Shōyō ni siquiera podía mantener las piernas quietas e inconsciente mantuvo su cuerpo encorvado. Sus dientes empezaron a morder dentro de su boca, y cuando el sabor a sangre llegó a sus papilas gustativas, recién se dio cuenta que se hizo una herida.

— Bueno, — la mujer tomó su atención, sentándose en una silla detrás de una mesa que tenía — empezaré con mi presentación y luego vas tú, ¿ok?

Shōyō asintió, mirando alguna parte de la habitación.

— Me llamo Nozomi Unagi. Tengo treinta y dos años, vivo con mi esposo y tengo dos hijas, ambas de dos años. Son gemelas. — sonrió al recordarla — Unas muy revoltosas, por cierto. — dio vuelta un pequeño cuadro que tenía a su alcance, donde dejó ver a Shōyō dos niñas de cabello corto, sonriendo a la cámara — Soy psicóloga ya hace cinco años, me gusta mucho mi oficio. Y me encantaría que me dejaras ayudarte.

Shōyō la miró a los ojos, no pudiendo con el contacto visual demasiado tiempo. Apretó sus manos en la chaqueta, sus piernas se movían más que antes y el sabor a sangre empezaba a ser más abundante.

Deuda | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora