Capítulo 5

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«Ten en cuenta que: el tiempo no se detiene cuando parpadeas, el mundo no deja de girar mientras duermes y la gente no deja de vivir mientras sueñas».

Steve se encontraba en el gimnasio, había pasado ya una semana desde que había despertado y sentía que aunque aún estaba en forma necesitaba hacer el doble de ejercicio que antes para asegurarse de ello. Bueno, también tenía que ser sincero consigo mismo. Llevaba toda esa semana aún con el mismo xostal de boxeo y eso estaba comenzando a alterarle.

No es que Steve quisiera alardear, pero normalmente un costal de boxeo no le duraba tanto. No cuando estaba descargando su frustración contra el mismo costal, y vaya que él estaba sacando su frustración golpeando ese costal de boxeo; no obteniendo más que pequeños meneos ante cada impacto.

El súper soldado quería suponer que Tony había creado un súper saco de boxeo para él porque todo parecía ser nuevo en ese gimnasio. Claro contaba que la casa en si era nueva debido a lo sucedido hace unos cuantos años pero Steve en verdad quería creer que ese saco había sido hecho especialmente para soportar su fuerza sobre humana.

Golpeó con fuerza el costal haciéndolo menearse un poco de forma violeta, no como lo habitual en sus recuerdos pero al menos podía decir que se movía.

—Todo está bien —susurró para sus adentros al tomar el saco de boxeo entre sus manos hechas puño, causando que el meneo se detuviera, y recargar su sudada frente en la fría y dura superficie.

Frunció el ceño y volvió a sembrar golpe tras golpe en el saco de boxeo, espalda erguida y  golpes firmes y aún así el saco de boxeo parecía burlarse de él.

Steve no era tonto, él sabía que algo estaba mal con él pero si algo aprendió durante sus años de servicio en la guerra fue que la esperanza era lo último que moría; y su esperanza seguía y seguiría de pie. No era que él tuviera un problema en volver a ser aquel enfermizo chico de Brooklyn, el verdadero problema que Steve tenía; era que no sabía si simplemente volvería a ser aquel chico delgado o si ni siquiera volvería a abrir los ojos para ver un nuevo día.

Se dice que el miedo rompe al hombre y Steve sabía que el miedo estaba comiéndoselo por dentro.

Golpeó por última vez el saco de boxeo y se apartó de este comenzando a deshacer las vendas que envolvían sus manos —siempre había prefería eso a los guantes.

Suspiró con pesadez y dejó las vendas en la banca a no mas de diez pasos del saco de boxeo.

Girando sobre sus talones hacia su lado derecho Steve se dirigió hacia las duchas.

Mientras caminaba hacia las duchas Steve observó el mar moverse de forma apacible a través de los enormes ventanales que conformaban parte de la pared del gimnasio. Tony al parecer amaba las ventanas porque parecía que había al menos «una» en cada habitación principal, al menos las que Steve había visto hasta el momento ya que no había recorrido aún toda la casa. Era lindo de cierta forma, al menos podía ver el mar desde diferentes ángulos y en algunas habitaciones, con suerte, veía algunos árboles.

Continuó con la vista perdida en la oscuridad de la noche viendo las olas moverse con lentitud. Una especie de sobra se reflejó en el ventanal, dudo por un momento si era su propio reflejo pero al ver la distancia confirmó que ese no era su reflejo en lo absoluto. La silueta ajena hacia cercas del marco de la puerta que daba la salida del gimnasio.

Steve se giró por inercia esperando ver a Tony allí, pero para su sorpresa no había nadie. Aún cuando hace unos segundos él había visto claramente la silueta de una persona; parecía ser como si él simple movimiento que dio al girarse hubiera hecho que la persona se esfumara.

Consciente | StonyWhere stories live. Discover now