Capítulo 16

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Yamil tallaba arduamente el piso y exprimía el trapo en un balde para llevarlo nuevamente afuera y tirarlo. Lo llenó casi por completo y fue al interior de la cabaña, notando que el olor había disminuido, ya solo faltaba hacer eso un par de veces más y estaría listo, no quería dormir en el piso, le dolía todo el cuerpo por haber caminado por horas para llegar ahí, además hacía demasiado frío.

Terminaba de exprimir el trapo una vez más y se levantó cargando la cubeta, sintiendo enseguida que le era arrebatada, miró a Baltazar y retrocedió por reacción, ni siquiera lo había escuchado entrar.

—Ya casi acabo. —dijo apurado y trató de tomar nuevamente el balde, pero aquel demonio lo alzó y fue a la puerta lanzándolo fuera.

Yamil pensó que estaba enfadado, dormiría en el piso después de todo. Miró la cama con anhelo y comenzó a sentir como sus ojos se inundaban. Parpadeó bajando la mirada para controlar las lágrimas que querían salir, entonces sintió la mano de Baltazar empujándole hacia la cama hasta obligarle a sentarse.

—Descansa, ya trabajaste demasiado. —farfulló Baltazar sin mirar al chico, fue hasta un mueble y comenzó a buscar dentro sin encontrar lo que necesitaba, fue a otro y entonces lo encontró. —Usa esto.

El chico atrapó la prenda que Baltazar le lanzó, debía ser de quienes vivían antes en esa cabaña. Le miró confundido, pero no dudó en ponérselo, pues no quería ir por ahí enseñando de más, sus pantalones habían quedado hechos girones y no podía usarlos, su camisa llegaba hasta su trasero y no tapaba nada.

Era una camisa grande que le quedó por las rodillas, eso era mejor.

—Esto también. —agregó el demonio acercándose a él con una manta de lana que parecía realmente acogedora. Yamil levantó la mirada consternado y la aceptó.

— ¿No estás molesto? —preguntó temiendo recibir una mala respuesta, pero no fue así, Baltazar negó acariciándole la cabeza con suavidad.

—Quita esa cara y duerme un poco.

—Pero..., no he acabado de limpiar.

—Lo haré yo.

Yamil quiso debatir y levantarse a terminar lo que había ordenado Baltazar, pero él se lo impidió mirándole con advertencia para que volviera a sentarse y se acostara. Al final lo hizo y el cansancio comenzó a provocarle demasiado sueño, al punto de no saber en qué momento se quedó dormido.




Llegó la noche y en Varnow estaba todo en una calma abrumadora.

El rey no salía de sus aposentos, ni siquiera hizo la presentación oficial de su heredero. Se encontraba frente a la cama donde Hermy seguía inconsciente, llevaba horas así a pesar de haber sido sanado por Saira, ella dijo que no podía hacer más, que el chico ya estaba demasiado mal cuando comenzó a curarlo, pero al menos no daba la muerte como un hecho seguro.

Estaba tan atento a él, que cuando vio un ligero movimiento en su mano se acercó de inmediato y comenzó a moverlo intentando hacer que reaccionara.

Al fin Hermy abrió los ojos, le costó adaptarse a la luz tenue que iluminaba, pero despertó del todo al escuchar el intenso llanto de un bebé. Se sentó de golpe y todo le dio vueltas, sin importarle buscó al pequeño y se lanzó sobre él pensando que Durfen se lo llevaría. Estaba completamente desorientado, no sabía qué había sucedido ni cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero le aterró tanto pensar que sería alejado de su pequeño, que no quería soltarlo mientras se lo acomodaba en su pecho, creyendo que quizá necesitaba alimentarse y era lo único que se le ocurrió.

EL REY DE VARNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora