Capítulo 2

10.8K 955 370
                                    



El sonido del látigo que Durfen azotaba sobre el cuerpo de aquella criatura era lo único que rompía el silencio en esa habitación.

Hermy no paraba de llorar, pero su voz se mantenía oculta como ya era habitual. El demonio estaba cada vez más molesto, sabía que no era mudo, Roime lo había revisado después de la primera golpiza en la cual no emitió ni un solo quejido.

No importaba cuánto daño le hiciera, simplemente nada funcionaba. Durfen solía visitar esa habitación cuando estaba aburrido, últimamente lo frecuentaba menos, pues sus ocupaciones como rey lo mantenían ocupado.

La última ocasión había sido una semana atrás. Cada visita era peor, las primeras se limitaban a golpes, después pasó a hacer quemaduras cada vez más fuertes en la pálida piel de esa criatura, y en su último intento le había roto un tobillo al pisarlo y patearlo repetidas veces tras ordenarle que se pusiera de pie, pues el chico no obedeció.

El cuerpo de Hermy contenía una magia que Durfen apenas notaba, y no le prestó mayor atención.

A pesar de que el palacio impedía que la magia de luz tuviera un mayor potencial, Hermy encontró la manera de sanarse poco a poco, aunque no era suficiente dado que Durfen aparecía cuando él apenas comenzaba a mejorar, debilitándolo nuevamente.

Eran tantos los golpes que recibía en cada visita, y las marcas en su cuerpo, que el demonio no notaba la mejora continua que Hermy mostraba, sin embargo, Durfen comenzaba a preguntarse por qué no había muerto, si muchos otros seres dejaron de respirar tras las primeras sesiones.

Ya había sobrevivido tres meses en semejantes condiciones, quizá era momento de preguntarle a Roime si sabía algo al respecto.

Salió de la habitación, no sin antes manipular las cadenas que apresaban a la criatura, haciéndole quedar suspendido en el aire con piernas y manos estiradas. Veía con disgusto el horror en la expresión del chico cuando la cadena apretó su tobillo roto, pero seguía sin soltar un solo grito.

Entonces se dirigió al norte del palacio. Debía estar pasando algo por alto, y Roime seguramente lo sabía.



— ¿Quieres saber por qué no ha muerto? Si deseas que muera solo tienes qué hacerlo, sin rodeos. —decía Roime observando a su rey. —Sabes que las sílfides tienes magia de sanación, quizá la suya es más fuerte por ser mitad elfo.

—Supongamos que sigue vivo gracias a esa magia, ahora explícame ¿por qué sigue sin hablar? Dijiste que podía ser por el trauma que pasó al ser secuestrado, y que posiblemente pronto pasaría. Han sido tres meses y no emite ni un maldito grito.

—Eso no lo sé, deberías preguntárselo tú mismo.

Durfen le dirigió una mirada disgustada, ¿acaso se estaba burlando?

—Señor, los sátiros han venido a visitarlo. —murmuró una joven mujer que entraba ahí en busca de su rey.

—Ya se habían tardado, tal vez el regalito de esta ocasión si tenga voz, podrás satisfacerte más. —dijo Roime levantándose de la silla donde había estado todo ese tiempo. —Si ya no piensas usar al otro, puedo hacer investigación de campo con él y...

—Mantén tus manos lejos de mis pertenencias. —advirtió Durfen saliendo de aquel salón.

Se dirigió al vestíbulo principal, donde los sátiros le esperaban. Estaba furioso con esos idiotas, pero no iba a demostrarlo, pues sería dar demasiada importancia al engendro que le obsequiaron la ocasión anterior.

EL REY DE VARNOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora