Nuestra capacidad del asombro

359 52 13
                                    

Hey, ¡hola! Acá Liz de nuevo en ese mood filosófico.

Verán, les cuento que en mi celular tengo una carpeta llena de fotos con frases inspiradores y motivadoras. Una de las fotografías marca la frase:

"Nunca pierdas tu capacidad de asombro".

Estos días he estado pensando bastante en mí, en las personas a mi alrededor y en nuestra capacidad de sentir, más bien dicho: a asombrarnos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Estos días he estado pensando bastante en mí, en las personas a mi alrededor y en nuestra capacidad de sentir, más bien dicho: a asombrarnos. A lo mejor tiene algo que ver todo este embrollo del año nuevo y las reflexiones.

Años atrás, solía apreciar y atesorar cada momento.

Cuando salía con mis amigos me aseguraba de que valiera la pena, de que todos pasáramos un lindo momento y que fuera digno de recordarse en un futuro. Cuando leía historias de amor chillaba de la emoción y me sentía un poquito enamorada. Recibir un abrazo, un lindo comentario, un obsequio era algo especial y emocionante.

Sigo apreciando todas esas cosas y las guardo en mi corazón pero me he dado cuenta de que con el tiempo he perdido un poco mi capacidad a asombrarme. Las cosas simplemente ya no se sienten igual.

Y les contaré mi experiencia personal en cuanto a esto porque al fin y al cabo este es un blog—personal—, entonces no creo que haya problema con eso.

En general mi vida ha sido buena, siempre me he sentido profundamente afortunada por las personas a mi alrededor. Por mis amigos, mi familia, ustedes. Son buenas personas. Me llenan de afecto y amor y me siento afortunada y agradecida por ello. Pasa que en realidad hace años, yo era una niña verdaderamente expresiva (en serio. Muy muy expresiva). Si quería a una persona solo lo decía y la abrazaba. Si algo me hacía feliz, saltaba y cantaba y de todo. Si quería llorar, lloraba y si me sentía verdaderamente agradecida por algo te llenaba de agradecimientos.

Después, con el tiempo, comencé a creer que mi emoción, mi capacidad de asombro, podía llegar a ser molesta para otros. Entonces decidí disminuirla. Un poquito. En plan para que otros no pensaran que yo fuera exagerada o fingida. Que para aclarar: no lo era. Todos mis gestos siempre fueron completamente genuinos y reales. De poco en poco y casi sin darme cuenta comencé a apagar esa llama de manera consiente pensando en el qué dirían los demás de mí.

Si iba a un lugar que me hacía muy feliz acababa por guardarme el comentario porque pensaba que para los demás era completamente irrelevante. Acabé dando «gracias» secos porque es lo que las personas hacen hoy en día, no se detienen a decirte el por qué lo agradeces o lo mucho que significa para ellos lo que hiciste.
Me tragué risas y me aguanté lágrimas porque pensé que aunque para mí algo fuera importantísimo o hilarante, no significaba que lo fuera para el resto y no tendría caso expresarlo.
Me dejé empapar por el mundo y me olvidé de aquellos gestos que me encantaba repartir tan naturalmente. Ocultar esa parte de mí no fue del todo honesto, ni conmigo ni con quienes me rodearon.

Y es triste.

Vivimos en un mundo bondadoso y talentoso. Eso es tan cierto. Este lugar lo habitan personas que cambian vidas con sus voces, que son capaces de hacernos sentir con sus letras y nos transportan a otros espacios con su arte. Y eso me parece genial. Somos asombrosos.

Que lástima que no nos permitamos a nosotros mismo impresionarnos.

No menospreciemos el talento ni esfuerzo de otros, ni siquiera el nuestro. Por favor, no se menosprecien jamás. El que alguien sea mejor que tú en algo no significa que tú no eres bueno. Tú tienes talentos y dones y eres importante.

No permitamos que nada nos impida sentir y emocionarnos como cuando éramos niños. Que no nos importe lo que piense el mundo. Las emociones deben expresarse en el momento en que se sienten. Ellas nos piden a gritos salir a la luz y nosotros no somos nadie para retenerlas. Permitámosles que nos gobiernen de vez en cuando. Y nunca pero nunca perdamos nuestra capacidad de asombro.

Lizbeth.Where stories live. Discover now