Juntos caminamos de regreso a casa. El me abrió la puerta para que entrara y una vez él entró y cerró la puerta, lo primero que hice fue darle un puñetazo en la cara.

El sonido de mi mano crujiendo no era nuevo para mí, pero el dolor seguía siendo dolor. No creía habérmela roto, pero la cara de Scott era tan dura que sí que dolió.

-¿Feliz?- me preguntó luego de mi golpe. Eso solo me enojó más y quise matarlo. Me lancé sobre él e intenté asesinarlo. Estaba furiosa.

-¡Eres un maldito!- gritaba yo muy fuerte.

Scott intentó pararme sujetando mis muñecas y finalmente me tumbó el el sillón. El estaba sobre mí. Sus dos manos sostenían mis muñecas y su su peso mantenía mis piernas quietas. Quise darle un cabezazo, pero el estaba demasiado lejos de mi. Finalmente cuando me rendí ya me dolía la cabeza de lo mucho que había luchado. Scott me miraba con tristeza y yo desvié la mirada. No podía verlo a los ojos.

-Tu no me mires así, que ¡estoy así por tu culpa!- Todo era su culpa.- ¡Te odio!- dije intentando librarme una última vez de su agarre, pero él no cedió, otra vez.

-Increíble como el tiempo nos cambia.

-Los mataron a todos. A Josh, a Zack, a su hermano.

-Todo estará mejor. Lo superarás, todos debemos de superas ciertas cosas a lo largo de la vida.

-Vi su cabeza rodando por el escenario. Vi como lo torturaron...- sentía que las lágrimas volvían a salir, tal y como lo habían hecho a lo largo de la semana- ¡Josh está muerto! ¡Zack esta muerto! ¡Todos se están muriendo y no hay nada que pueda hacer!

-A veces así es la vida.

-¡Y tú!- al recordar todo lo que había pasado no evité su mirada y lo confronté. Debía de ver que de verdad estaba enojada.

-¿Qué hice yo esta vez?

-¡Josh dijo que nos salvarías! ¡Dijo que tú vendrías por nosotros! ¡Pero jamás volviste! Nos abandonaste. ¡Nos dejaste para morir en el camino! ¡Pudiste salvar a Josh! ¡Pudiste evitar todo!- Las lágrimas salían con más fuerzas, mientras recordaba como Josh me dijo en la celda que Scott nos salvaría. De verdad me lo había creído.

Scott sujetó entonces mis muñecas con una mano y con la otra limpio mis mejillas, mojadas por las lágrimas. El tacto de sus dedos con mi mejilla me sacó un escalofrío por todo el cuerpo.

No dejamos de mirarnos a los ojos, cuando él empezó a acortar la distancia entre nuestras caras. Algo había cambiado en esos ojos verdes, pero no sabía que era, solo sabía que no podía dejar de verlos. Se detuvo a unos centímetros de mi cara, que la verdad no eran nada. Su cálido aliento olor a menta me pegaba en el rostro con suavidad y no entendía que quería hacer. Entonces desvío su mirada de mis ojos y miro mis labios de manera fugaz. Antes de poder hacer algo me besó.

Sentí sus suaves labios sobre los míos. Era un beso suave y dulce que acabó casi tan rápido como empezó. Cuando separó sus labios de los míos, nuestras caras seguían a pocos centímetros de distancia. Volvió a verme a los ojos. No sabía qué hacer. Ese había sido mi primer beso. Estaba en shock. No podía creer lo que acababa de pasar y tuve que repetirme una y otra vez lo mismo: Scott me había robado un beso.

¿Le gustaba? ¿Por eso estaba tan desesperado de que no saliese con Maxon? ¿Ahora se suponía que debía de quererlo y perdonar todo lo que hizo? No iba a hacerlo ni de chiste. Si creía que al besarme de pronto caería ante sus pies como cualquier chica hormonal, estaba mal. Después de todo lo que había pasado... esto era lo más confuso. ¿Me quería o me odiaba?

Su mano seguía inmovilizando mis muñecas y su peso evitaba que moviese el resto de mi cuerpo. Estaba atrapada y me sentía atrapada. Ese beso que había sido dulce, al mismo tiempo parecía como si el pudiese hacer lo que quisiera conmigo y eso no me gustaba para nada. ¿Él creía que por ser más fuerte podría hacer lo que quisiera? De pronto, sin saber lo que hacía, acerqué mi cara a la suya más de lo que ya estaban y le escupí en la mejilla.

Scott no se lo esperaba. De inmediato soltó mis muñecas, logré librarme de su peso y me acomodé lo más lejos que pude de el en el sillón. Scott pasó su mano por su mejilla con babas y se la limpió sin dejarme de ver con sorpresa y ¿cierta desilusión? Yo no evité su mirada. Estaba de alguna manera esperando a ver qué era lo que haría. Parecía que jamás le habían negado un beso en la vida y me sentía bien demostrándole que no era como las demás. Su cara se puso seria.

-Esto fue un error- dijo en voz baja.- Maya, estuvo mal. Debe de haber límites entre nosotros, así que ni se te ocurra ilusionarte, porque no podemos ser nada y agradecería que te mantuvieses callada. Lo que hice jamás paso, ¿entendido?- Oía sus palabras y no me lo podía creer. ¡Yo no me iba a ilusionar! ¡Yo ni lo quería! ¿Límites entre nosotros? ¡Fue el, quien me besó! ¡Que se controlara el! -Sólo olvídalo. Por favor, no le digas a nadie.- ¿Qué no le dijese a nadie? ¿Por qué le diría a alguien? ¿A quién le diría, si ya no tenía a nadie por su culpa? ¿Por qué no quería que le dijese a alguien?

-¿Por qué no debería de hacerlo?- dije curiosa y con ciertas ganas de retarlo. Si algo no le gustaba yo quería saber por qué.

-Maya, no me retes y no digas nada. No te debo explicaciones- en realidad sí que me debía una explicación. ¿Se quería aprovechar de mi?

-Tu no me mandas. Le diré a quien quiera.- Al decir esas palabras, se puso todo más tenso. Sus ojos verdes de pronto parecían más sombríos. El ambiente se sentía como el que había cerca del Especial cuando se enojaba.

-No me quieres ver enojado de verdad, Maya- ¡Me estaba amenazando!- Sí quiero puedo borrarte la memoria o obligarte a hacer todo lo que yo diga.- Dijo mientras acortaba cada vez más la distancia entre nosotros y me acorralaba en la esquina del sillón. Sus ojos ya no eran verdes, sino café obscuro. Entonces extendió su mano y me acarició la mejilla lentamente.- Todo lo que yo diga. - Ese tono era muy tenso y daba miedo. Jamás lo había oído utilizar un tono como ese conmigo. De pronto parecía ser igual o peor de aterrador que los Anguis.

-Bien, no diré nada.- Dije en voz baja desviando la mirada. Después colocó la mano que antes estaba en mi mejilla en mi nuca y me acercó a él de manera brusca, quedando su boca muy cerca de mi oreja y mi corazón latiendo con velocidad por miedo.

-No te lo pediré dos veces, así que ni se te ocurra hablar sobre lo que pasó con alguien.- dijo con voz amenazante. Luego se levantó y salió de la sala, no sin antes mirarme una última vez.

Espiando al chico del trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora