Capítulo 1

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Las diez y media de la mañana y sigo en el cubículo esperando que me pasen los datos que necesito, tamborileo los dedos en el escritorio por la impaciencia que estoy experimentando. Me molesta hacer el trabajo de campo, odio ir tras las personas como si no tuviera nada mejor que hacer, ¿Será que mi poco sensible jefa no ve en mí algo más que un esclavo? Esa mujer yo creo que debe ser la reencarnación de Hitler o de algún tirano como esos.

--¿Quieres dejar de pegar los dedos a la mesa? Ese sonidito es desesperante – ahora y como si no tuviera suficiente con mi espera desesperada mi amigo y compañero de oficina, Joseph, quien en realidad se llama José Guadalupe, nombre que odia y por eso ha instado a todos a llamarle 'Joseph', me molesta.

--No quiero, llevo una hora esperando a que Sylvia me pase los datos de los clientes que tengo que visitar – suspiro cansado, esa horrible mujer me hizo llegar a las a las ocho de la madrugada, no me dio tiempo de desayunar, y menos el permiso de ir con mi amigo y compañero de oficina a echarme por lo menos un taco en los puestos callejeros de afuera.

--Ya sabes que así es esa tipa, solo disfruta molestando a los que estamos por debajo de la cadena alimenticia, somos simples asalariados con los cuales se desquita por no tener acción nocturna asquerosamente sucia – nuevamente me habla mi colega, él es un chico bastante despierto, tiene una forma de ser muy peculiar, digamos que tiene ciertos amaneramientos que hacen dudar de él, a parte de su cabello medio cobrizo el cual se pintó hace un par de semanas. Luego de decirme aquello me dedica una mirada de lástima.

--¿Qué yo no qué Joseph? – y es entonces que el terror se hizo presente, pues nos dimos cuenta qué era lo que había detrás de la espalda de ese descuidado pelicobrizo que tengo por compañero.

--¡Ah!... este... Hola Sylvia – sonríe sabiendo que la tirana lo escucho – ¿Bonito día no?

--Supongo que es bonito porque a las que no tenemos acción nocturna asquerosamente sucia somos mujeres decentes y no andamos como ciertas pasivas que se tiñen las canas de colores extraños – ¡Y ya van a empezar! soplo algo cansado, tengo hambre, enojo y ahora tengo que aguantar lo que viene.

-- Si lo dices por mí, yo no soy pasiva – debate él con mucha molestia.

--¡Ay por favor! Todos en esta oficina sabemos que te va tener falos por atrás – responde ella.

--¡Coño! Que no soy pasivo – se levanta de su asiento para mostrar aún más su irritación.

--¡Ay tú! Entonces tus pantaloncitos ajustados, tus maneritas, tu pielecita blanca como la leche y que te la pases hablando de hombres barbones y fornidos no te hacen pasiva, te hacen un macho activo y súper masculino ¿No? – para estos instantes, y con lo observador que soy, noto que la jefa lleva una carpeta en las manos.

--Este... Hey... chicos...– ambos se miran con odio y con mi comentario logro que su odio sea para mí.

--¡¿Qué quieres?! – me gritan ambos, solo cierro los ojos esperando lentamente cualquier golpe o botellazo en la cabeza.

--Bueno, es que llevo un buen rato esperando los datos de los negocios que debo visitar hoy y también mi gafete nuevo – la contadora Sylvia Jiménez me mira por encima de sus lentes y me alcanza la carpeta que llevaba consigo.

--Ten – la deja caer pesadamente sobre mi lugar mientras me mira y me habla lo más amenazadoramente posible – Más te vale no causar problemas hoy, y no se te ocurra ponerte a ligar como la pasiva de tu amiga – me dice seriamente mientras yo la miro con miedo.

--¡Joder! Que no soy pasivo – escuchamos la voz irritada de Joseph.

--¡Ay cállate! – la jefa le gritó mientras lo miró unos segundos y volvió a mí – Son tres, cada uno pidió un paquete de publicidad diferente pues son negocios distintos, esos paquetes te vas a encargar de dejar claro que son los mejores que pueden encontrar en el mercado, y te lo advierto, no regreses si no traes esos contratos firmados – me dice seriamente y de inmediato me arroja mi gafete nuevo a la cara, por fin, luego de muchos conflictos tengo mi identificador nuevo, ya corrigieron mi nomb... aguarden... ¡No! ¡Otra vez no!

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora