CAPÍTULO 3.

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Z.

— Señor... Hemos aterrizado —Parpadeo mis ojos abiertos y me encuentro mirando los ojos negros de una azafata. Me estiro en mi silla y veo que ella me tiende otra copa con mi whisky favorito. Tomo la copa de su bandeja y me bebo el Macallan de un trago. Me pongo de pie.

— Gracias —Digo entre dientes y me alejo de allí, saliendo del avión con prisa cuando abren las malditas puertas.

Puedo sentir el calor de Madrid flotando en el aire. Camino hacia la zona de carga y al ver que la rampa está abajo corro hacia mi Hummer H2 donde La Chica duerme. La observo por la ventana y me percato de que ella está bien y sigue viva, a pesar de estar inconsciente. Subo al auto, enciendo el motor, cierro las ventanas de atrás y retrocedo hacia afuera, hasta que una asistente de vuelo está despidiéndome.

— Qué tenga buen día, señor...—Dice la azafata, por fin sonriéndome coquetamente. Suspiro y me obligo a sonreírle de vuelta.

— Hasta pronto —Digo y luego acelero fuera del aeropuerto.

Conduzco por las ajetreadas calles de Madrid, hasta que una hora después llego a las afueras de la ciudad, me desvío por un sendero oculto para los demás pero conocido para mí y llego finalmente a una hermosa y a la vez sobria y discreta casa de verano, donde sé que todos mis amigos me esperan. Aparco la Hummer frente a la entrada y presiono la bocina. En segundos, un semidesnudo Shawn hace su holgazana aparición por la puerta principal y camina desgarbadamente hacia mi ventana, llevando una Heineken en su mano. Él toma un trago y me arquea una ceja. Entonces, mete su cabeza por la ventana, regalándome una radiante sonrisa.

— ¡Hola, hombre! —Saluda— ¿Tienes lo que querías?—Me pregunta con saña burlona. Miro hacia atrás y él sigue mi mirada.

— Supongo que sí —Digo. Apago el motor, salgo del auto y lo rodeo para pararme junto a Shawn. — Lleva todo lo que traje a mi habitación, por favor...—Le digo y abro la puerta donde La Chica descansa— La llevaré adentro —Comento, dirigiendo mis manos a ella.

— ¿La mantendrás en tu habitación?—Jadea Shawn incrédulo.

— Sip —Contesto.

— ¿Sabes lo que eso significa?—Sacudo mi cabeza— No tendremos la oportunidad de darle una probada...—Empieza, pero lo corto.

— Todos saben que no deben tocarla —Espeto— Ella es mía para arruinarla —Anuncio, dando esta charla por zanjada.

— Pero...

— Déjalo, Shawn —Advierto. Cubro exhaustivamente con la sábana el cuerpo de La Chica y luego la cargo en mis brazos con facilidad, dándole la espalda a mi amigo, dirigiéndome hacia la casa. Y de pronto, todo es caos cuando cruzo las puertas.

Maldición.

— ¡Miren quién llegó! ¡Si no es nada más y nada menos que nuestro buen amigo Z! —Oigo la alegre voz de Benny por la zona de la cocina y los demás lo siguen con risas, pero todos hacen silencio cuando ven lo que tengo en los brazos. Una sarta de maldiciones salen de sus bocas. — ¡No puedo creer que tengas a La Chica! —Jadea Benny. Ruedo mis ojos y lo desestimo, entrando a la casa, mientras Shawn entra detrás de mí y cierra las puertas.

— ¿Dónde vas a dejarla?—Me pregunta Trenton.

— ¿La secuestraste?—Pregunta Parker.

— ¿Es bonita?—Pregunta Dexter.

— ¿Está desnuda?—Aporta Antonio. Gruño entre dientes, pero los ignoro por su propio bien.

— ¿Sabrinne sabe de esto?—Finaliza Benny y esto me saca de quicio. Me giro hacia él y lo paralizo con mi mirada peligrosa.

— ¿Por qué demonios crees siquiera por un segundo que yo debo darle explicaciones a Sabrinne de lo que malditamente haga y de lo que malditamente no haga? ¿Eh?—Inquiero en un siseo y él se encoge un poco— Sabrinne es nada para mí, así que por otro lado, voy a dejar algo en claro para todos ustedes —Señalo a La Chica con mi cabeza— Nadie la toca... Nadie la mira... Nadie le dice una mierda... Nadie se atreve a fantasear con ella siquiera... Sólo yo tengo ese derecho —Doy la conversación por terminada y me alejo de todos, dejándolos murmurar.

Subo las escaleras, llego al final del pasillo del cuarto piso y entro en mi habitación para luego depositar a La Chica sobre mi cama, retirando la sábana blanca de su cuerpo, dejándola completa y deliciosamente desnuda a mi merced. Pero la disfrutaré más tarde, ahora debo atender unos asuntos con mis hombres acerca de mis próximos movimientos contra Anderson. Saco unas cuerdas de seda negra que tengo en mi mesita de noche, unas cuerdas que días antes no había tenido idea de para qué rayos usarlas, y ato sus muñecas al cabezal de mi cama y sus piernas abiertas a los postes de madera con dosel de la cama.

Lanzo una mirada soñadora sobre el exquisito cuerpo de La Chica y me doy la vuelta sin mirar atrás.

Con una sonrisa lobuna en mis labios, salgo de mi habitación. Cerrando la puerta con llave.

Más tarde vendré por ti, Mariposa.

Y no sabes cuánto me divertiré.


El Secuestro. (+18)Where stories live. Discover now