—¡No me sueltes! ¡Ah! ¡Jeong, agarrame!— fue lo último que lograron escuchar. Sana había sido empujada por la mencionada y la patineta comenzó a avanzar, Sana no tenía de donde equilibrarse.
Mientras que Jihyo no dejaba de pensar en que por fin Yoo Jeongyeon se había percatado de su presencia, Nayeon no podía dejar de cuestionarse que clase de relación existía entre Momo y Mina.
Analizaba todas las posibilidades. Quizás eran familiares, pues ambas eran de Japón. O son amigas de la infancia; aunque si Nayeon básicamente creció junto a Momo, debió de haber visto a Myoui antes. También podría ser que son familiares. No, esa opción ya estaba descartada.
Tal vez eran novias.
—¿Y a mi que me importa?— preguntó para si misma, sólo que en voz alta.
—No lo sé, señorita Im— respondió la maestra de Historia— quizás para que no reprueba la materia.
—Lo siento— susurró apenada. Escuchó la risita burlona de Momo, ¿Sana? Oh, Sana estaba completamente dormida.
—Me da un poco de miedo saber en que pensabas— Momo sutilmente abrió un empaque de galletas, pero su esfuerzo fue inútil, pues todos escucharon el sonido del envoltorio.
—Hirai, guarda eso o le das a todo el salón— sentenció la maestra, instantáneamente Momo guardó sus galletas sin antes comer una rápidamente.
Nayeon ignoró el sonido de Momo al masticar y continuó pensando en la posible más que amistad entre ella y Mina.
Bueno, tenía un lado positivo si es que eran pareja. Así Nayeon dormiría tranquila pues Momo estaría ocupada durante las noches junto a Mina; dejaría de visitarla.
Y toda esa atención que odia, Momo no se la daría más.
—¿Quieres? Sólo queda una— la japonesa le tendió el envoltorio de las galletas, agitandolo para que la tomara—Oh, mentira. Ya no hay, lo siento.
[...]
—Adiós y felicidades, creo— Nayeon se despidió de Jihyo, quien no había borrado esa torpe sonrisa después del encuentro con Jeongyeon.
Caminó directo hacia su hogar, cruzando por un bonito puente rojo, ligeramente escondido, donde Momo siempre la esperaba para ir juntas hacia sus casas, pues estaban demasiado cerca.
—¿Tan rápido estás volviendo a comer?— rodó los ojos, pues Momo comía un sándwich ligeramente aplastado.
—¿Qué tiene?— estaba recargada en el barandal del pequeño puente. Cuando Nayeon tomó ventaja al caminar, se apresuró para alcanzarla.
Caminaban en silencio, sólo se escuchaban los pasos de Momo, pues mientras caminaba bailaba. Nayeon tarareaba una canción en su mente, pues no quería que Momo continuara con la melodía. ¿Por qué tanta frialdad hacia Momo?
—Uh, acabas de pisar un chicle, Nabong.
—Ya me di cuenta, idiota— miró la suela de su pie derecho y con asco intento quitar el chicle color rosa pegado. Momo rió ante la cara de su mayor, y después de un minuto decidió ayudarle.
—Vamos, o sino tendré que cargarte.
—Ugh, no, ni lo creas. Preferiría irme descalza.
Y así llegó Nayeon a su casa, con el calcetín derecho sucio de tierra y un zapato con un chicle pegado en la suela. Tardaron demasiado en llegar por los brinquitos que daba o por las veces que perdía el equilibrio.
En cierto punto, la oferta de Momo había parecido tentadora.
Cuando Nayeon llegaba a casa, se encerraba para no volver a ver a la japonesa, hasta en la noche. Mientras practicaba su canto.
Realmente Nayeon era apoyada únicamente por su padre, pues a su madre le parecía absurdo que quisera vivir de cantar; que no desperdiciara su inteligencia—la cual Nayeon creía inexistente— en un trabajo así. Mientras que su padre le animaba más a luchar por alcanzar esa meta; pues eso es lo que pasa cuanto algo nos apasiona, nos motiva a seguir luchando. Y sin motivación no hay vida verdadera, y si a Nayeon no le motivaba ser abogada estaría desperdiciando su vida en un trabajo como ese.
Pero faltaba muy poco para salir de ahí, y cumplir lo que realmente quiere hacer con su propia vida.
—¿Cuándo crees terminarla?— preguntó Momo, frente a la ventana, acerca de la canción que Nayeon había empezado a escribir.
—No es de tu importancia— respondió, quitando el seguro de la ventana.
Momo ya estaba acostumbrada al tono en el que Nayeon le respondía, y era tan despistada e incluso inocente que lo consideraba como cariño.
Estaba rescostada en su cama, jugando con una pelota. Hace más de 45 minutos Nayeon había estado sentada frente a su escritorio continuando con la letra de aquella futura canción.
Momo pensaba que realmente estaba muy concentrada y trabajando mucho, así que prefirió no molestar. La verdad era que Nayeon no había escrito nada durante ese tiempo, pues estaba nerviosa con la presencia de Momo ahí, y más con el sonido de la pelota rebotando contra su pared.
De repente, el celular de Momo vibró y una sonrisa apareció en su cara.—Creo que mejor te dejo sola, espero termines pronto.
Se acercó a posar una mano en su hombro, pero Nayeon sólo hizo mala cara— Como quieras.
En el fondo, sus ganas por pedirle que se quedara eran inmensas, pero su orgullo era el doble de grande.
[🐊]
este es mi regalo de 14 de febrero para ustedes. 💕
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A dos cuadras.
FanfictionPorque el amor puede estar hasta el otro lado del mundo, o puede estar a dos cuadras... 18.02.18 #2 en Monayeon; 11.05.18 #1 en Namo; 11.01.19 #2 en Monayeon; 11.01.19 Portada hecha por Anni. Primer fic Namo que escribí, más no me atrevía a publicar...
dos, supongo.
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