3. Harper

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─ ¿No puede darme algún tranquilizante? Si es de caballo, que sean dos, por favor.

─ Le agradecería que se quedase quieta si no quiere alargar el momento más de lo necesario. Serán solo cinco minutos, ¿de acuerdo?

Me gustaría gritarle a la enfermera que no estoy para nada de acuerdo con lo que me dice, pero me ha asegurado que de no ponerme dos puntos de sutura en la herida, posiblemente me quede una cicatriz y que se acabe infestando. No es que me den miedo las agujas, pero no me parece el mejor regalo de bienvenida el tener que ir los primeros días con un apósito en la cara. Lo que más me molesta es que el tío que me ha traído hasta aquí se ha desentendido de mí en cuanto hemos llegado y ni siquiera le he dado las gracias. Quizás el hecho de que le haya llamado imbécil ha estado un poco fuera de lugar, pero no estaba para bromas en esos momentos.

La enfermera vuelve a acercarse a mí con la aguja en las manos e instintivamente me echo hacia atrás. No lo puedo evitar y es el segundo intento que hace. Noto cómo su paciencia empieza a agotarse y yo comienzo a ponerme más nerviosa aún si cabe.

─ ¿Le importa si me pongo algo de música? Creo que así podré...soportarlo.

Con un resoplido, me indica que lo haga, así que rebusco en el bolso mis auriculares, que rápidamente conecto al móvil y busco una canción que me distraiga. La voz de Banners con su Someone To You me invita a mover los pies, pero enseguida me doy cuenta de que no debo moverme, así que cierro los ojos y me concentro solo en la música.

"Dive and disappear without a trace

I just wanna be someone

Well, doesn't everyone?"

Siento cómo la aguja traspasa mi piel y el dolor que me produce es insoportable, pero ahogo un grito en mi garganta y contengo las ganas de empujar a la enferma que tan solo está haciendo su trabajo. La sensación es tan horrible cuando tira del hilo que un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Pongo todo mi empeño en no pensar en ello y centrarme solo en la música una vez más. Solo deseo que acabe cuanto antes.

"I really need somebody to call my own

I wanna be somebody to someone

Someone to you".

Antes de que la canción haya terminado, la enfermera llama mi atención sacudiendo levemente mi hombro y es cuando abro los ojos. Me quito los auriculares y le sonrió, agradecida por su paciencia y por su trabajo.

─ Voy a darte antibióticos y pásate a curar todos los días a primera hora. Así te vigilaré cómo va sanando la herida.

─ Gracias por todo, señora.... ─ Me fijo en su placa identificativa que lleva colgada al cuello y leo su nombre ─ Wallace.

─ Llámame Debbie, o me harás parecer mayor de lo que soy.

Lo último que le dedico a Debbie es una sonrisa de disculpa antes de salir de la enfermería. Cuando estoy en el pasillo, miro a ambos lados para saber qué direccionar he de elegir. He venido la mayor parte del recorrido inconsciente y no sé si estamos en otro edificio o la enfermería se encuentra dentro de la residencia universitaria. Finalmente, decido arriesgarme e ir hacia la derecha.

Quizás otra persona en mi situación ya estaría llamando a sus padres para contarles qué le había ocurrido, pero ese no iba a ser mi caso. No quería preocuparlos, porque los veía muy capaces de dar media vuelta para venir a comprobar ellos mismos que su hija estaba bien. No les culpo por ese fuerte sentimiento de protección que siempre habían tenido hacia mí. Tenía un hermano mayor, uno que en realidad nunca llegué a conocer porque cuando murió, yo apenas tenía un año y no recuerdo nada de él. Mis padres debieron de pasarlo mal y como no querían perder a otro hijo, me mantuvieron durante años encerrada en una burbuja de la que me era imposible salir y cada vez me asfixiaba más y más. Era una sensación muy agobiante, porque veía cómo mis amigos del colegio quedaban para ir a jugar al parque que estaba a poco más de cien metros de mi casa y a mí me tenían prohibido ir. Ni siquiera había aprendido a montar en bicicleta o coger un monopatín. Todo aquello que supusiera un riesgo para mí, lo descartaban al instante. Yo no podía entenderlo, porque ¿qué daño iba a hacerme un par de heridas en las rodillas si me caía de la bici? Mi hermano  Mike había muerto por una enfermedad rara que tuvo a los cinco años, no porque se hubiera caído de un columpio o algo parecido. Después, cuando estaba en el instituto, todos mis amigos quedaban para ir al cine, ir a alguna fiesta sin alcohol solo para menores o simplemente quedar en el mismo parque de siempre para estar juntos, y eso también tuve que observarlo desde la distancia. A los dieciséis años empecé a pensar que tal vez lo que les asustaba a mis padres era que un chico me pudiera hacer daño, así que un día me senté frente a ellos y les aseguré que no pensaba mantener relaciones sexuales hasta los treinta por lo menos. Los chicos nunca me habían llamado la atención, a pesar de que a mis amigas desde hacía un par de años que ya contaban sus experiencias de su primer beso. A veces me sentía como un bicho raro, porque no tenía nada en común con ellas. Ni con nadie. Me quedaba callada mientras las escuchaba parlotear sobre temas en los que yo no tenía nada que aportar. Aún así, ellas nunca me hicieron sentir rara. Conocían la historia de la muerte de mi hermano y entendían que mis padres fueran un poco más estrictos que los suyos, pero es que las cosas no eran así. A mí me tenían prisionera dentro de mi propia casa mientras a ellas les estaban dando alas para poder volar.

Mi destino eras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora