Hello Aura

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No había sido tan grave. Simplemente no había sido tan grave. Que se podían recuperar telas y que se podía empezar lo poco que se había avanzado. Pero June crea un ambiente un poco histérico. Yo cuando me veo en situaciones así tiendo a la hiperventilación, o algo parecido, suelo exagerar. Pero no era nada. No era nada, pero había revuelo en el taller. June había creado confusión en las costureras y en todos los que se dedicaban al diseño. Después de un cigarro con Heather directamente en la ventana, sin disimulo y sin evitar que todo el humo entrara al taller ―con lo malo que es eso para las telas, pero los nervios tienen que calmarse de algún modo―, empecé a verlo todo de otro modo.

A mí lo que me jodía no era que June hubiera puesto el taller patas arriba en diez minutos, sino que el imbécil de Noel Gallagher no me hubiera reconocido. Porque hay que ser... hay que ser... no sé ni qué hay que ser para atreverse a semejante cosa. Mi miedo de los últimos veinte años se había vuelto realidad. Había estado frente a Noel y él no sólo no me había reconocido sino que se había comportado como un capullo integral. No fue como aquella vez que entró al Fish and chips y fingió no conocerme de nada para no ponerse en evidencia delante de sus amigos, no, esta vez no me había reconocido. Mis compañeras no tenían la culpa. Lo supe cuando una de ellas me miró con temor, abrazando unas telas que había recogido del suelo, y casi salió corriendo por si acaso la atravesaba con un rayo láser que saliera de mis ojos como si fuera Cíclope en de Xmen. No me gustaba darles miedo, bueno estaba bien que supieran que podría darles miedo, pero tampoco quería dárselo en ese momento. Tenía que conseguir cambiar el ambiente ese extraño que se respiraba.

Me acerqué al aparato musical que había en una de las repisas en una pared. Toqueteé y abrí los cassettes; subí y bajé pestañas que decían FM, AM y STEREO; pulsé varias veces sobre el "eject" del lector de CD's pero se seguía escuchando la misma música. Suspiré desesperada antes de ponerme a golpear la minicadena porque no encontraba la manera de cambiar de emisora o de canción. Sin paciencia, a punto de gritar, le arreé tan fuerte con el puño que la tecla de grabar del cassette derecho salió volando. Vino corriendo hasta a mí uno de los dos chicos, porque sólo eran dos chicos los que trabajaban en el taller con todas nosotras, tratando con sus manos de que su enorme tupé dorado y rizado no se despeinara.

―No, espera ―me dijo sosteniendo la voz para que no saliera a la luz un tono asustado. Me empezaba a preocupar que todos allí pensasen que yo era la nueva Maléfica―. O sea, no. Ese aparato vintage no va ―explicó, haciendo mucho hincapié en la palabra vintage, pronunciándolo como si fuera una palabra que sólo pudiesen usar unos pocos afortunados. Algo como: "vin-taaaaaaasssssshhhhh".

―¿A qué te refieres? ―soné brusca. Luego carrespeé y sonreí amable, aunque puede que tuviera un efecto de demente.

―O sea, no funciona, ¿sabes? ―volvió a tratar de explicarme, con una condescendencia que denotaba dos cosas: 1) que pensaba que era una demente o 2) que creía que era tonta por mi rubio natural. En todo caso, no le di importancia y preferí escuchar cuál era la razón de que hubiera música, pero no funcionase la minicadena―. Usamos Spotify con ese iPod. ―Señaló con un dedo el reproductor que había enchufado a una pared.

―Ah ―dije―. ¿Y por donde sale la música?

―Está conectado por Bluetooth a esos altavoces bluetooth. ―Señaló hacía ellos, arrastrando las palabras como si tuviera un adoquín de Zaragoza entero en la boca, que es un caramelo gigante que me trajo mi madre después de un viaje por España que hizo con la Asociación de Mujeres del barrio hacía unos años, cuando después de quedarse viuda le dio por hacer cosas que nunca había hecho. Jamás lo comimos, a Julien y a mí nos daba apuro abrirlo con esa foto tan grande de la virgen del Pilar. Sigue en el mismo cajón en el que lo guardé.

¿Qué sabes de Noel Gallagher ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora