Capítulo 5

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  Cuando finalicé mis labores en el trabajo, me pasé por la casa de Ashton, le pedí que recogiera los papeles del pre-contrato para el viernes y que los guardara bajo llave hasta ese día. Conduje mi Audi entre las calles de la ciudad de Seattle hasta llegar a mi apartamento, donde me esperaba un traje recién llegado de la tintorería. Me cambié el traje azul marino de trabajo por el traje de satín negro que estaba colgado en mi ropero. Acomodé una camisa blanca dentro con detalles negros a lo largo del cuello y con mucho cuidado rocié un poco de loción en mi torso, pecho y ropa. 

Me miré al espejo y me guiñé un ojo felicitándome por el trabajo que había hecho con mi pelo. Cogí el saco negro y lo colgué en mi hombro para salir disparado al encuentro de mi auto. Volví a conducir un buen rato hasta llegar a la florería donde había encargado 48 rosas para Melissa y una artificial con la nota entre los pétalos que decía: "Esta es para siempre". Entre el florista y yo nos encargamos de meter cuidadosamente el enorme ramo de rosas al auto para después manejar con precaución a la joyería.

Bajé del auto y me metí en la lujosa joyería para encontrarme con la mujer de edad avanzada que me había vendido el costoso pero hermoso anillo que sería de mi futura esposa.

– Hola, buenas noches, vengo a recoger una sortija. – avisé con amabilidad.

– Buena noche, joven. ¿Tiene su recibo? – preguntó la mujer mientras se acomodaba los lentes correctamente.

– Sí... – rebusqué entre mis bolsillos el recibo que me habían dado el día que había adquirido la sortija, pero no la encontré en ningún lado. – ¿Puede esperarme un momento? Iré a mi auto a buscarlo.

– Sí, por supuesto, mientras sea antes de las ocho, todo mirará bien. – dijo la señora.

Revisé cada compartimento del auto pero no encontré absolutamente nada.

– Joder, joder, joder. – susurré a regañadientes. Apreté mi mandíbula intentando no estallar. – Mierda, ¿ahora qué? – revisé mi reloj y vi que las manecillas marcaban las 7:23. Quise gritar con fuerza, pero respiré profundamente y busqué una solución. George.

Inmediatamente saqué mi celular y marqué el número de George.

– ¿Diga? – contestó la voz ronca de George.

– George, necesito que me hagas un favor. Es de vida o muerte. – empecé a hablar. – Necesito que tomes el Rolls-Royce y busques entre las cosas de la casa un recibo de una joyería. Tienes que traerlo antes de las ocho, si es necesario tendrás que traer a Obama directamente para que no cierren la joyería.

– Señor, ¿está diciéndome que tome el Rolls-Royce? – preguntó asombrado.

– Me has escuchado bien, ahora, chico, eres mi única esperanza, corre, joder.

Colgué y llamé a Ashton después.

– ¿Qué pasa, Theo?

– Necesito que recojas a Melissa y la lleves al Bellini. – le pedí desesperado.

– ¿Cómo?

– Quedamos esta noche, pero tengo un imprevisto. – me rasqué la nuca y froté mi rostro con la mano libre.

– ¿Tengo que recogerla en tu casa? – me preguntó.

– Supongo que en el apartamento, dijo que iba a pasar por un vestido allí.

– Vale, ahora voy por ella.

– Gracias, Ashton. Te debo mil.

Colgué el teléfono con Ashton para después llamar a Melissa.

– ¿Hola? – contestó su voz angelical.

– Hola, mi amor. – la saludé disimulando el tono preocupado de mi voz.

– Hola, amor. – me saludó contenta. - ¿Ya llegaste por mí? Quedamos que a las ocho, no he terminado de arreglarme. – dijo algo apresurada.

– No, nena. Tómate el tiempo que necesites, de hecho, no podré recogerte, pero Ashton lo hará y te llevará al restaurante. Tuve una emergencia con unos clientes, espero resolverlo en unos 40 minutos. Estaré contigo en menos de lo que te imaginas. – le prometí revisando mi reloj y calculando el tiempo que me llevaría convencer a la mujer de no cerrar la joyería.

– Bueno, no te preocupes, mi amor. Lo importante es que llegarás. – dijo comprensiva. – En lo que resuelves eso, me pondré guapa para ti.

– ¿Más de lo que estás, amor? – la adulé.

Rio un poco.

– Más aún. – dijo con tono tentador y sensual.

– No puedo esperar a verte. – dije con voz ansiosa.

– Ni yo.

Colgó y me dejó con las ganas de hablarle sucio por el teléfono, pero agradecí que lo hiciera así no arruinaría la noche.

Entré a la joyería y la señora me sonrió abiertamente.

– ¿Encontró el recibo? – me preguntó mientras cerraba un morralito de color negro.

– No, lo tengo en mi casa y lo traerán en unos veinte minutos. ¿Puede no cerrar mientras llega? – le pedí dándole la mejor de mis sonrisas.

– Máximo a los quince minutos pasados de las ocho, ¿de acuerdo? – me condicionó.

– Ese tiempo es perfecto.

George llegó con el recibo a las 8:10 en punto. Se lo di a la señora y ella muy amable me dio la sortija.

– ¿Va a casarse, jefe? – me preguntó George con intriga.

– Si ella acepta, con mucho gusto lo haré. – admití contento.

– Creo que ella aceptará, he visto cómo lo mira, y solo he visto ese tipo de mirada una vez, y su amor sigue vigente.

– ¿Ah sí?

– Sí, mis padres se casaron porque se amaban, y se miran de una manera increíble, podría jurar que con solo una mirada se dicen te amo, y eso es lo que veo en Melissa y en usted. – admitió George mientras me sonreía. – Le deseo la mejor de las suertes. Lo veo mañana.

George se dio vuelta y caminó hacia el otro lado de la calle. Yo me metí a mi auto y conduje hasta el restaurante donde vería a Melissa.

...

Cuando llegué, le di al mesero las rosas y le dije que las llevara después del postre,

Y así empezó todo.

Primero comimos un delicioso caviar y una ensalada capresse. Seguido de eso, un salmón bañado con salsa de naranja reemplazó al caviar y la ensalada.

Durante la cena reímos, hablamos de cómo fue nuestro día y nos besamos de vez en cuando. La banda de Jazz comenzó a tocar una canción que me parecía realmente romántica: "The Lady In Red". Sin querer, recordé cuando bailé con ______ debajo de la luz de la luna, mientras yo tarareaba la canción interpretada por Chris DeBurgh. Saqué esos pensamientos de mi mente y volví al presente, donde solo se encontraba Melissa y una multitud de gente bailando en la pista.

Cuando el postre llegó, junto con el pastel de chocolate llegó el enorme ramo de rosas y Mel se sorprendió muchísimo.

– ¿Tú hiciste esto? – preguntó asombrada.

– ¿Quién más? – le sonreí mientras me llevaba la copa de vino a la boa y le tomaba un sorbo.

– ¡Theo James, te amo! – se abalanzó contra mí y me besó en los labios. El ramo quedó posicionado sobre la mesa.

– Mel, tengo que decirte algo. – dije bajo la amenaza del sonido interminable de la música, que me impedía ser escuchado por Mel.

– ¿Qué? No te escucho. – exclamó Mel.

– Tengo algo que decirte. – exclamé, pero aun así, Mel no logró escucharme.

Respiré profundamente y me levanté de la mesa yendo hacia la pista y llamando la atención de todos los presentes. La banda de Jazz detuvo la música para poner a tención a mis gritos desesperados intentando que se callaran. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, no pude hacer nada más que acercarme a Mel y llevarla junto a mí al centro de la pista.

– Mel, tengo que decirte algo. – le dije con las miradas de todos sobre nosotros.

Todo estaba en silencio, el más mínimo sonido había desaparecido, y con ello, mis nervios.

– Dime. – me invitó Mel a seguir.

Tragué saliva y continué.

– Aún recuerdo el día que te conocí. Llevabas una playera de los Rolling Stones y encima una chaqueta de cuero. Tu cabello caía delicadamente sobre tus hombros y tus pantalones estaban gastados y rotos. Lo que más atractivo me pareció fueron tus sandalias negras y tus uñas despintadas. – un estruendo de risas sonó a nuestro alrededor. – Recuerdo que estaba perdido en el alcohol, y de verdad lamento mucho que hayas tenido que conocerme en esas condiciones, pero al mismo tiempo agradezco haber estado ebrio y haber entrado a ese bar, porque si no hubiese sido por eso, no te hubiera conocido, no hubiera podido enamorarme de tu hermosa sonrisa, y de tus ojos perfectos. Ese día supe que mi vida cambiaría, que todo aquello que había perdido tiempo atrás, volvía a recuperarlo contigo, con tu sonrisa. Hace unos días me encontraba en el sofá y tú te pusiste a cantar "Pretty Woman" mientras preparabas el desayuno, reí mucho cuando tiraste toda la harina al suelo, pero no me importó, seguí admirando tus buenas bases de baile. – otro estruendo de risa inundó el salón. – Pero, gracias a esa mañana de verano, supe que quiero despertar todas las mañanas a tu lado, que quiero compartir esos momentos de simpleza junto a ti, que quiero seguir queriéndote de ésta manera por un tiempo indefinido. – metí la mano al bolsillo de mi saco y saqué la cajita de terciopelo con cuidado. Me puse de rodillas en el suelo y subí la mirada a Mel mientras abría la caja y dejaba ver la sortija. El grito emocionado de muchas mujeres y lo aullidos de los hombres celebrando mi declaración inundaron mis oídos. Mel se tapó la boca con asombro y sonrió. – Melissa Harold Lance, prometo amarte cada momento de mi vida. ¿Me harías el extraordinario honor de casarte conmigo? – le pregunté sin más rodeos.

Todos comenzaron a gritar y a esperar la respuesta de Melissa.

– Sí, sí quiero. – dijo al fin.

Sonreí con entusiasmo y le puse el anillo en el dedo anular para después levantarme del suelo y levantarla en mis brazos y besarla apasionadamente mientras todos festejaban a nuestro alrededor. Acaricié su rostro y la besé aún más.

– Joder, eres malo.

– Lo soy. 

Love Instructor (CANCELADA)Där berättelser lever. Upptäck nu