Día 1: Masahiro y su madre

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Corazonada

Masahiro suspiró por quinta vez en el día y se recostó sobre la mesa, ocultando su rostro entre sus brazos. No veía hora que se acabaran las clases, estaba muy aburrido y había algo que lo tenía muy preocupado.

En la mañana, antes de salir de casa e irse al colegio, notó extraña a su madre. Lo normal era que ella estuviera durmiendo, debido al cansancio o por una borrachera, pero aquella mañana la había encontrado despierta, sobria y distraída. Masahiro prefirió no darle tanta importancia e irse, pero desde ese momento, una extraña sensación en su pecho había comenzado a perseguirlo.

En la tarde por fin llegó la hora de regresar a casa, como era costumbre Masahiro se fue con sus amigos rumbo a la casa de los Oshiba. Pero durante el camino, aquella sensación se volvió más fuerte, deteniendo el paso, y provocando que sus amigos lo miraran extrañados.

—¿Qué sucede, Setagawa? —preguntó Kensuke.

El mencionado se quedó en silencio unos segundos, llevó su mano a su pecho y miró apenado a sus amigos.

—Lo siento, chicos. No podré ir hoy con ustedes.

Sus amigos lo miraron confundidos, los más hambrientos pusieron una expresión de disgusto.

—Recordé que debo ayudar a mi madre con algo. Lo siento mucho, mañana cocinaré lo que ustedes quieran. —con eso dicho, se dio la vuelta y comenzó a caminar a paso rápido, sin dejar siquiera que le respondieran.

Sus amigos quedaron con las palabras en la boca, mirándose extrañados entre ellos por la imprevista acción de su amigo cocinero.

Masahiro llegó a su casa, mientras más cerca estaba, más aumentaba la velocidad, como si algo muy importante estuviera pasando allá. Era una corazonada, pero necesitaba llegar ya.

Abrió la puerta de su casa y entró a paso apresurado, allí encontró a su madre recostada en el piso, respirando agitada y con el rostro muy colorado.

—¡Mamá! —exclamó muy preocupado y corrió hacia ella.

—Masahiro, llegaste temprano… —contestó.

Megumi Setagawa, la madre de Masahiro, estaba muy afiebrada y fatigada. Ella bajó la mirada, sintiéndose avergonzada, no quería que su hijo la viera en tal estado.

—Mamá, debiste decirme que te sentías mal —la voz dura de Masahiro resonó por toda la habitación.

Megumi miró apenada a su hijo, sin decir ninguna palabra. La verdad, ella no se sentía una buena madre, muchas veces había descuidado a su hijo cuando él había estado enfermo, por lo que no podía pedirle a él que se preocupara e hiciera cosas por ella. Pero Masahiro nada de eso le importaba, y de inmediato fue a buscar un paño con agua helada, el cual se lo colocó en la frente.

Masahiro tomó en sus brazos a Megumi, sorprendiendola por completo, y la llevó a su habitación para recostarla en su cama.

—Te haré algo de comer, por favor descansa.

Megumi miró con admiración a su hijo, manteniéndose en silencio y obedeciendo.

Masahiro se encargó de cuidar a su madre enferma, hasta que la noche llegó y le bajó la fiebre.

Megumi se quedó dormida, Masahiro sonrió con ternura y le acarició la frente. Amaba a su madre, a pesar de todas las cosas que habían ocurrido en el pasado, no podía odiar a la mujer que le había dado la vida, y a pesar de toda la despreocupación por parte de ella, al menos nunca lo había abandonado, tenía un techo, alimento y educación, con todo eso estaba agradecido.

Al llegar la mañana, Megumi despertó, sintiéndose bien y renovada. Masahiro entró a la habitación y sonrió a su madre.

—Buenos días, ¿cómo amaneciste? —preguntó.

—Mucho mejor, gracias a ti —respondió con un tono de voz suave.

—Me alegra, regresaré después del colegio, no hagas nada que empeore tu estado.

—Sí, mamá —respondió burlesca, recibiendo una mirada nerviosa de su hijo. Soltó una risita al ver esa reacción en él.

—Hablo en serio, mamá. Si te sientes mal tienes que decírmelo.

Megumi lo miró con cariño y sonrió.

—Has crecido tanto.

Masahiro la miró con sorpresa, quedándose unos segundos en silencio, después suspiró y se acercó a ella para darle un beso en la frente.

—Ya me voy.

—¡Que te vaya bien!

Luego de eso, Megumi quedó sola en la casa, comió el desayuno que le había dejado Masahiro, y se recostó en su cama. Pensó en él y una gran sonrisa se formó en su rostro, de verdad que estaba orgullosa de su hijo.

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¡Gracias por leer!

¡Hasta mañana!

Días Con MasahiroWhere stories live. Discover now