Capítulo 17

620 68 19
                                    

―¿Candy? ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo?

Después de que Stear saliera de mi departamento intenté mantenerme en calma y en casa, esperando a que el nuevo día llegara y las cosas volvieran a estar en paz, al menos dentro de mi cerebro, pero fallé colosalmente, principalmente porque tenía un enorme sentimiento de culpa. No porque yo estuviera haciendo algo malo, no, sino porque con mi presencia había llenado de caos la vida tranquila en la que Albert había decidido refugiarse.

Creo que cuando decidí aceptar estar a su lado sin ponernos etiquetas pensé solo en mí y en lo mucho que deseaba experimentar lo que fuera que sucediera entre nosotros. Pensé que serían sus problemas y su enfermedad los que marcarían la pauta de lo nuestro, pero nunca imaginé que serían mías las circunstancias que dificultarían su existencia.

¡Una investigación militar! Stear no era de las personas que hacían amenazas infundadas, si me lo había avisado era porque lo haría, es más, seguramente en ese mismo momento estaba ya solicitando archivos, leyendo artículos de periódicos y haciendo todo lo que él siempre hacía cuando quería saber algo. Indudablemente al día siguiente mi amigo sabría mucho más de Albert de lo que yo había alcanzado a descubrir en el poco tiempo que llevaba de conocerlo.

―Necesito hablar contigo.

Estaba segura de que el príncipe no era un hombre peligroso, ¿cómo podría serlo? Si sus ojos eran tan limpios y elocuentes y cuando estaba a su lado me sentía increíblemente cómoda y a salvo. Estaba solo y triste y perdido y roto, pero no por ello representaba peligro. Había sido desafortunado. Había tenido un accidente. Había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. No recordaba quién era, pero yo estaba segura de que no era un criminal ni estaba bajo arresto domiciliario. ¿Cómo podía serlo o estarlo si él era bueno? Tenía que ser bueno.

―Pasa.

Su casa seguía siendo austera, su mobiliario casi inexistente, su vestuario sencillo: con el cabello desordenado y unos pantalones de pijama viejos.

―Lamento haber entrado al edificio sin tocar. No vi ningún timbre adjudicado a los Granchester.

La decisión de ir a verlo se formó en mi cabeza desde que Stear me dejó sola, pero me tomó un buen tiempo darme cuenta de ello. Intenté irme a la cama después de limpiar un poco la cocina, pero mi mente no me permitiría dormir sin hablar antes con él, así que volví a vestirme y salí de casa dejando a lado las recomendaciones de la señora Brighton.

―Graham. El departamento del hijo del duque está bajo el apellido Graham. Él mío dice Thomas, aunque no estoy seguro de que el timbre funcione.

―Cuando vine con el doctor Leonard él entró sin tocar, y cuando me asaltaron vi que no usabas llave. No quise arriesgarme a que la vecina del tercer piso decidiera recibirme con un baño de agua fría.

Tenía que disculparme por todas las dificultades a las que seguro se enfrentaría por haber tenido la mala fortuna de cruzarse en mi camino. Quizá eso sería lo que pondría punto final a una relación que apenas estaba comenzando. Y aunque me entristeciera terminar algo que me hacía sentir bien, no podía seguir permitiendo que mi simple presencia pusiera en la cuerda floja su ya tambaleante cordura.

Mi presencia le hacía daño, sus emociones e intentos de recuerdo se salían de control cuando estaba conmigo, me lo había dicho él mismo, y ahora además estaba a punto de meterlo en problemas con el ejército. Sí, Albert había sido muy desafortunado al conocerme.

―Esa noche estabas herida y en shock. No creí que fueras consciente de nada.

Ojalá en ese preciso instante tuviera un pretexto tan bueno para disculparme como cuando lo conocí. Ojalá pudiera mantener mi conciencia apagada.

Pura Imaginación.Where stories live. Discover now