El asesinato de Silvio Soldán

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15 de enero de 2018. En una nada modesta habitación de hotel de Punta del Este, Guido, nuestro protagonista, recibe un llamado inesperado. De todos los frívolos seres que podían interrumpir su escape en Crocodyl, debía ser justo aquel. De haber podido fruncir los labios en señal de disgusto lo habría hecho, pero debía conformarse con mostrar una límpida e inexpresiva rigidez de rostro.

- Sabía que ibas a volver, putita -espetó con enojo antes de responder al teléfono celular.


***

El olor a sexo y pasión era tan fuerte que hasta Baco, Afrodita y Chachi Tedesco se habrían sentido avergonzados. En la desvencijada cama, ella, con su imponente cuerpo plástico e inhumano; y encima de ella, él, viejo, calvo, con su peluquín mal pegado aleteando como cóndor andino sobre su cabeza mientras aprovechaba el efecto del último Viagra que le quedaba. 

Ella se arrodilla recibiendo goteras de ricota en sus labios rellenados de colágeno, que parecían más bien dos chorizos colorados a punto de reventar por la presión de una arrebatadora parrilla. Estaba terminado. Silvio Soldán y Silvia Suller se disponían a reposar por un momento.

Tras la mirilla de la puerta espiaba un intruso. Tenía veintiún años menos que en el momento de recibir el llamado inesperado, pero su odio era el mismo; ya en ese momento sabía que no sólo debía expulsar a ese usurpador del lecho de su amada prohibida, sino arruinarlo para siempre, hasta que un día, cuando ya todos hubieran olvidado su existencia, desatar su embestida final. Se aprontó a correr hacia su cuarto, tomando su teléfono celular (más grande que un ladrillo de cocaína, por ese entonces) y marcó un número. Se le oyó decir en la soledad de su habitación: -¿Giselle?

***

Lo que ocurrió en ese trascurso de tiempo es de público conocimiento. Las peripecias de nuestros personajes saltaron a la luz por mucho tiempo, aportando ominosos paños de oscuridad y decadencia. 

Año 2018, Punta del Este. Guido habla con quien no esperaba ver en mucho tiempo. Lo tiene delante, sentado y mirándolo con sus enormes ojos celestes. Tomasito sonríe y exclama: 

- Es el momento, Guido. Esperaste muchos años y te prometí que cuando llegara el momento estaría con vos.

- Pero me dejaste plantado en el altar, zorrita petera. Me rompiste el corazón.

- Dale, Guido. Te tomo la chechona si te ponés así...

Acto seguido, Tomasito se agachó desabrochando la bragueta de Guido y comenzando un trabajo oral digno de un Barítono.


***

22 de enero de 2018.

Guido y Tomasito ingresan cual íncubos nocturnos al departamento de Silvio Soldán. Entrenados en el arte del robo "hombre araña", no se les dificulta demasiado escalar los catorce pisos e irrumpir por la ventaba abierta del balcón sin ser detectados.

Golpes, gritos, sangre. En el piso yace el gato inerte que Silvio fingía usar de cabello.

Con su tono amanerado, los cabellos revueltos y el rostro manchado de sangre y sudor, Guido gritaba: - ¡ELLA ERA MÍA! ¡Siempre fue mía! Me la arrebataste... -el rostro incrédulo de Silvio- No, tarado, no es incesto, ignorante. Silvia y yo éramos un mismo ser;  venimos de Alfa Centauri, allá los seres somos femeninos y masculinos en un mismo cuerpo, pero cuando llegamos a este planeta nuestro cuerpo se dividió accidentalmente. Y después se enamoró de vos y no quiso reunirse más conmigo para volver a nuestro planeta.

Como sucedieron las cosas después, es difícil determinarlas. Basándonos en reconstrucciones de lo que Tomasito relató a los psiquiatras que lo asistieron y siguen asistiendo en su internación en El Borda (porque lo que observó allí fue tan intenso que acabó con su razón), diríamos lo siguiente: Silvia Suller, de alguna manera oculta a priori en el departamento de Silvio, apareció desde las tinieblas. Destello de luz y Guido y Silvia eran un dantesco ser de ocho extremidades, cuatro ojos y dos enormes bocas. De Silvio no quedó nada más que el peluquín en el piso...

El asesinato de Silvio SoldánWhere stories live. Discover now