Capítulo 13

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«Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza»MARIO BENEDETTI.

Es sábado por la mañana y después de pasar todo el día de ayer en el hospital, decidí que necesito hablar con alguien más, alguien que solo va a escuchar... Mi mamá.

Me gusta pensar que cada vez que voy a visitarla, ella está ahí, observando, intentando comunicarse conmigo pero sin poder conseguirlo. Teníamos un vínculo muy fuerte y todavía creo que lo seguimos teniendo, aunque estamos en lugares distintos. La idea de perder a alguien me aterra. Más allá que haya odiado a mi padre todo este tiempo y que todavía no pueda terminar de perdonarlo porque siento que nos lastimó demasiado como para que consiga un perdón así de fácil, creo que no podría soportar la idea de perderle. Es decir, uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde y creo que así es como ocurriría con él. Perdí a mamá, aún sabiendo que ella se iba a ir y sin embargo sentí su ausencia por mucho tiempo... Aún no lo supero. Perder a otras personas no está en mi lista de cosas por hacer en la vida. No quiero alejarme de nadie, pero a la vez necesito que en estos momentos me dejen solo. No necesito a nadie más que a Nina... Aunque sé que es mentira, necesito a todos para no derrumbarme porque sé que si estoy solo, me voy a encerrar en la oscuridad para hacer cosas estúpidas y sin sentido. Sé que si no estarían ellos acompañándome, de alguna forma mi lado racional e inteligente, se tiraría por una ventana. Soy así, cometo errores y después me doy cuenta de lo graves que son porque no mido ni mis palabras, ni mis acciones y sé que esa fue una de las razones del estado de Nina. Aunque todos intenten convencerme de lo contrario, sé que aquel día la traté tan mal que cualquier persona se sentiría destruido una vez a solas consigo mismo. Soy un idiota que no sabe lo que hace, dice o piensa... Ni siquiera puedo controlar mis emociones y lo peor aún es que tengo los dos extremos, mis sentimientos desconocen del concepto "término medio". Soy pasional, lo cual puede tener dos caras: bueno o malo. Bueno porque te amo con locura, porque te quiero hasta los huesos y porque cuando considero que alguien es importante para mí, hago todo lo posible para que esa persona sea feliz. Por otro lado, es malo porque cuando considero que alguien ya no debe pertenecer en mi vida, le aplico no la ley del hielo sino la de hierro. Me angustio o entristezco hasta quedar en estado vegetativo y definitivamente nadie quiere estar cerca mío cuando la ira corre por mis venas. Esa fue la razón por la que no debí estar cerca de Nina aquella tarde, porque estaba tan furioso que veía rojo sangre. Pero sé que debí parar, sé que debí tirarme un balde de agua fría antes de seguir con la discusión. Recordar sus ojos asustados, su piel más pálida de lo normal... Juro que cada vez que recuerdo aquella tarde, mi sangre pasa de hirviendo a helada con solo pestañear. Por eso es que hoy estoy yendo a ver a mamá, porque sé que si hablo con ella, voy a poder sacar toda esta angustia que llevo dentro. Todo este remordimiento que me está quemando la piel y por supuesto, todo este amor que nunca llegué dedicarle a Nina.

Camino por las calles, pensativo y cabizbajo para no tener que cruzar miradas con la gente feliz. No entiendo por qué las personas pueden estar tan felices si notan la nube gris encima de mí. No lo entiendo... No es justo tampoco. ¿Por qué ellos pueden ser felices y yo siempre estoy viviendo una vida llena de puntos suspensivos porque no sé qué es lo que va a ocurrir luego...? ¿Por qué ellos saben que el amor crece día a día y yo solo sé que mi novia se niega a amarme? ¿Por qué esos nenes que juegan a la plaza con sus padres, son felices y yo nunca pude vivir eso? ¿Por qué ellos sí y yo no?

La tumba de mamá está junto a un árbol y siempre que voy a visitarla me siento, recuesto mi cabeza en el tronco y cierro los ojos. Es mi rutina, mi ritual.

Dejo el ramo de flores que son para ella y tomo las que dejé la última vez, que ahora están secas. Me siento en el suelo y comienzo a desarmar aquellos pétalos sin vida. Miro las flores por unos segundos y como si de Nina se tratase, comienzo a acariciarlas porque siento que las estoy lastimando aunque sé que ya están muertas.

Enséñame a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora