Capítulo 5

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«Las cosas más bellas y mejores en el mundo, no pueden verse ni tocarse,
pero se sienten con el corazón» — HELEN KELLER.

—¡Eres un imbécil, un descerebrado...! —me acusó furiosa—. ¡Un irresponsable que no tiene consideración por la vida de los demás! ¡Ni siquiera consideras tu propia vida! ¡Mierda, Leo, eres un idiota! —me gritó ni bien apareció en la entrada del local. Se acercó a mí y me golpeó el hombro. Cualquier mujer me daría una bofetada, pero Nina no era cualquier mujer... Era un delicioso ángel con ojos verdes que tenía una gran derecha.

—Tranquila, no me grites —dije intentando cubrir mis oídos.

Estaba mareado y seguramente, a punto de vomitar. Quería que el local dejara de dar vueltas a mí alrededor.

Ella me miró furiosa. Si las miradas mataran, yo estaría ya pudriéndome en el infierno.

Ay, Nina, si supieras que quiero arrastrarte conmigo... Y no hablo sólo del infierno, pensé mirándola de pies a cabeza.

-—Tranquila —repitió soltando una gran bocanada de aire. Asintió bruscamente—. ¿Tranquila? —Elevó la voz—. ¿Cómo carajo quieres que esté tranquila cuando me llaman diciendo que estás a punto de cometer una estupidez? ¿Ibas a conducir la moto en este estado? —preguntó histérica.

Bueno... ¡Ni muerto pagaba un taxi!

—¿Tú me pagarías el taxi?

—¡Leo! —me gritó y volvió a pegarme, esta vez más fuerte.

—¡Basta, mujer! ¿Me quieres dislocar el hombro? —pregunté frotándome en la zona dolorida.

—¿Dislocar el hombro? ¡Quiero ahorcarte, descuartizarte, bailar sobre tu cadáver y darles tu cuerpo a los lobos para que tengas una buena bienvenida en el infierno! —me gritó alterada y entre dientes.

Sabía que si decía alguna broma, ella me iba a golpear de nuevo... ¡Un momento! ¿Bailar sobre mi cuerpo? Aquella noche necesitaba una buena dosis de agua fría.

Tragué sonoramente. No recuerdo si era por mi excitación o por las ganas de vomitar que se presentaron en ese momento.

—¿Le diste agua? —le preguntó un poco más relajada, a Samuel.

Samuel le pasó una botella con agua fría. Ella suspiró y me golpeó con la botella en el pecho. No me quejé, porque sabía que en cualquier momento iba a vomitar.

—Si no bebes agua juro que te voy a estrangular los testículos y no vas a tener sexo nunca más —me amenazó—. ¡Ahora bebe el agua y deja de ser tan idiota!

La miré horrorizado.

¿Esa es Nina o el Grinch se le metió en el cuerpo?, pregunté horrorizado.

—Sí, señora —respondí entre dientes.

Ella me golpeó la nuca, esta vez, con la mano abierta.

—No te hagas el gracioso conmigo. Espero que después de esto te arrodilles ante mí y me hagas un altar por ser la mejor amiga del mundo —me amenazó.

Bebí un poco y la miré con el ceño fruncido.

—¿Por qué?

—Primero porque te estoy salvando de una muerte asegurada o que mates a alguien más mientras manejas alcoholizado ese ataúd con ruedas —enumeró fastidiada—. Segundo, tengo que pagarle al taxi que está estacionado en la entrada. —Su voz sonaba cada vez más furiosa—. Tercero, mañana tengo examen de biología y estoy completamente en blanco. —Sentí un poco de culpa-. Cuarto y más importante, arruinaste mi cita con Alex —terminó diciendo, encolerizada.

Enséñame a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora