Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión

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— Como bien lo sabes, hermano, Sherrinford es una prisión de máxima seguridad. Ahí están encarcelados las mentes más retorcidas del planeta. A pesar de mi poder en el gobierno, no puedo acceder a Sherrinford sin una cita previa.

— Cita previa —susurró, mientras agachaba un poco su cabeza. John reconoció aquella acción y miró esperanzado a su amigo.

— ¿Qué se te ocurre? —inquirió desesperado.

— Iremos a Sherrinford —afirmó, apretando con más fuerza al peluche y logrando que las venas del dorso de su mano se abultaran—. Nosotros no esperaremos a formalidades.

Sherlock se levantó del suelo, guardó al señor conejo y ajustó el saco de su traje.

— ¿Qué pretendes Sherlock? —cuestionó su hermano, confuso.

El detective mostró su mejor sonrisa y salió del lugar, en búsqueda del puerto más cercano.

La noche aún era joven, ciertos capitanes yacían en la costa mirando la fría noche sin estrellas mientras degustaban una cerveza. El último barco zarpó hacía una hora y era probable que estuviera a mediación del mar. Uno de los capitanes se levantó, le dijo a sus compañeros que volvía pronto e iría al bar cercano, y mientras caminaba en la pesada y húmeda arena, dos hombres le tomaron de los hombros de su abrigo y le arrastraron hacía un callejón. El sujeto, aun dejándose llevar por lo pesado de la cerveza, miró asustado a un hombre alto, de abrigo oscuro, y a uno un poco bajo de estatura, rubio y con chamarra de imitación de cuero.

— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó aterrado.

— Ahorrémonos las presentaciones. Necesitamos un barco para ir a Sherrinford —demandó el azabache.

El capitán seguía expectante ante los dos y más con la demanda solicitada.

— ¿Sherrinford?

— Así es —continuó el rubio—. Alguien nos dijo que tú conoces el trayecto para allá y nos urge ir.

— Lo siento, pero el último barco zarpó hace una hora. Ya no hay salidas hasta mañana... —el capitán se detuvo al ver como el rubio le mostraba un arma—. ¡Oh, tranquilo viejo!

— No, no nos vamos a tranquilizar hasta que nos lleves a Sherrinford.

— ¿Por qué la prisa?

— Nos urge —continuó el hombre del abrigo.

— ¿Y quién diablos son ustedes?

— John Watson y Sherlock Holmes.

El capitán miró despavorido ambos hasta que su mente logró reconocerlos.

— ¿Los detectives?

— No. Los piratas —finalizó Sherlock, mientras ambos volvían arrastrarlo.

Sentados en un catre Tommy no había dejado de abrazar a Bell, sus lágrimas no habían parado y el trató la mejor manera de consolarle.

— Tranquila —ella negó con su cabeza—. Saldremos de esta. Así como entramos vamos a salir.

La niña miró fríamente a Tommy. Este no analizó sus palabras y cuando se dio cuenta de ello, se dio un leve golpeteó en la cabeza. Bell se soltó de su amigo y se alzó del catre.

— ¡Perdón! —rogó.

— No pasa nada —respondió mientras revisaba a Rosie.

Tommy chasqueó la lengua y suspiró desanimadamente.

— ¿Algún plan?

— He estado pensado en ello.

— ¿Y qué tal van?

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ