XVIII

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Clint se había fijado en la cara de Lana de esa noche, estaba en la terraza mirando hacia arriba mientras bebía su tercera copa de la noche. Sorprendentemente extraño, viniendo de Lana, que no solía beber mucho.

Solamente la había visto bebiendo tanto cuando había perdido a Terry. Y él había cargado con ella días y días. Había visto a Lana posiblemente en todos sus estados, y ella lo había visto a él. De hecho, también sabía uno de sus secretos mejor guardados.

Se acercó a la joven con una sonrisa y una cerveza entre las manos, mirando hacia el skyline de Nueva York, y se fijó en ella.

Llevaba un vestido muy bonito color vino que caía con un poco de vuelo hasta arriba de la rodilla. Le iba apretado de la cintura y tenía unos tirantes de ganchillo decorados con flores de tela pequeñitas. Sus tacones eran color rosa palo y se cogían a su tobillo delicadamente, y su pelo estaba estilizado con ondas de color marrón y rubio, con degradado vertical.

- ¿No deberías estar contenta? Es lo que hace el alcohol. – Clint se apoyó en el raíl de la terraza y Lana se quitó los lagrimones de cocodrilo de la cara, mirando hacia abajo. - ¿Qué pasa?

- No puedo decirlo. – Lana sonaba triste, y se quitaba las lágrimas con fuerza mientras suspiraba y miraba hacia abajo. – Pero me duele muchísimo.

- No pasa nada, Lana. – Clint abrió sus brazos y Lana se abrazó a él, cerrando los ojos unos segundos. Ojalá todo fuese igual de fácil que decir que todo iba a ir bien. – Sea lo que sea, saldrá genial.

- Eso espero. – Lana intentó sonreír, pero Clint notó la sonrisa falsa de la joven, no quería entrar a la fiesta con esa cara de tristeza. – Ves dentro, no te quedes aquí por mí.

- ¿Qué? ¿Y perderme el festival Lana Corton del humor? Jamás. – Lana se río por lo bajo y se soltó de su amigo, tenía más lagrimones en los ojos. – Estarás bien.

- Siempre lo he estado, ¿no? – Lana se juntó de las manos y se las tocó, dudando qué hacer. Quizá Clint merecía saberlo. Habían sido amigos desde haría años, ¡conocía a su familia! Si incluso su hija llevaba su nombre y todo. – Clint.

- Aquí estoy.

- Promete que jamás le contarás esto a nadie. Y te lo repito. A nadie. – Lana avisó con su dedo, y miró atrás, viendo que, aparte de una pareja dándose el lote en una esquina de la terraza, estaban solos. - ¿Te han hablado alguna vez del Soldado de Invierno?

- Oh. Lana... - La chica cerró los ojos y se apoyó en la barandilla, gruñendo unos segundos. - ¿Qué has hecho?

- Me siento fatal por Steve, y por él. – Lana se puso recta de nuevo y miró hacia adentro. – Pero saber que no podía decir que no a que me pidan ayuda, y...

- ¿Desde hace cuánto?

- Un año.

- ¡Lana!

- Lo sé, debería haber avisado a Steve, pero él no quería. No quiere verlo hasta saber que él está de nuevo en su cuerpo. – Lana explicó, y Clint se tapó la boca con la mano. – Había días mejores, y otros peores, pero no me ha atacado desde hará tres meses.

- ¿Está contigo?

- Estaba. – Lana levantó los hombros, volviendo a notar cómo las lágrimas se le subían a los ojos. – Se fue esta mañana a Europa. No quise pararlo.

- ¿Es por eso por lo que estás así? ¿Hecha un higo por un asesino? – Lana abrió los ojos como platos y se separó un paso de Clint, que soltó aire. – Lo siento, no quería decir eso.

HEKATE [Bucky Barnes]Where stories live. Discover now